San Isidoro de Sevilla… ¿patrón de Internet?

No es raro que sean sólo los más eruditos los que proponen a san Isidoro de Sevilla como patrón de internet. ¿Qué tiene que ver san Isidoro con internet? Si hablamos del internet de hace tan sólo 10 años nada, absolutamente nada. Pero desde que la red está llamada a convertirse en la biblioteca más rica y accesible de todos los tiempos y en el depósito más ágil y disponible de todo el saber humano; desde que se ha emprendido este camino en la red, desde que se empiezan a contar por centenares de miles los libros y demás documentos del saber humano directamente disponibles y copiables, desde ese momento san Isidoro de Sevilla se convierte en el mejor candidato a patrón de internet. image
Es que no son los que ofrecen pasatiempo, diversión y comercio de cualquier género en la red los que necesitan un santo patrón, que sus propios intereses los estimulan. Son los amantes del saber, los que han descubierto la red como el mejor vehículo para poner sus tesoros al alcance de todo el mundo, los que necesitan un santo patrón que los sostenga. Porque haber asumido como complemento de su ya arduo trabajo el de trasladar a la red lo mejor de las más prestigiosas bibliotecas del mundo (en especial las universitarias) es mucho más de lo que solemos esperar de la bondad natural de la gente.

Son dos las pasiones que movilizan a este colosal ejército de positivadoras y lustradores de la red: la de saber y la de transmitir sus conocimientos a escala universal. Y en eso se dan la mano con san Isidoro de Sevilla, que cuando el enorme acerbo de la cultura clásica había sido sepultado por el nuevo orden mundial que trajeron las invasiones de los bárbaros, rescató de las bibliotecas y de su propia memoria la inmensidad del saber de todos los órdenes que hasta entonces se había acumulado.

Y cuando aún no se habían inventado los diccionarios ni las enciclopedias (es importante no olvidar este dato), san Isidoro de Sevilla creó el primer buscador temático en sus 20libros DE LOS ORÍGENES, llamado también a posteriori DE LAS ETIMOLOGÍAS. La pretensión de su obra es en efecto dar cuenta a la vez de las cosas y de las palabras con que éstas se nombran. Al explicar LOS ORÍGENES de las disciplinas (pues se dedica en especial a las instituciones humanas y a los conocimientos; y en cuanto a los saberes de realia atiende en especial a su sistematización) se basa en las palabras, de modo que al tiempo que explica el porqué de las palabras, deja a menudo explicado también el porqué de las cosas.

Es que san Isidoro de Sevilla acometió una obra ingente con esa concisión tan propia de los clásicos, que se sentían responsables de cada palabra que escribían, entre otras cosas porque los libros resultaban inmensamente caros. Escribió el primer DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO UNIVERSAL: diccionario de la lengua, es decir de las palabras, y de las cosas (la parte enciclopédica). Bajo el concepto “Ortografía”, por ejemplo, pensado para los amanuenses, recorre las principales dificultades de traslación de la palabra oída a la escritura y pone cerca de un centenar de ejemplos. Agota en cada una de las materias que aborda, la totalidad de las palabras y las cosas que forman parte de ella. La extensión y el rigor con que trabaja son realmente extraordinarios. En la obra de san Isidoro se podía encontrar TODO, como hoy en las enciclopedias.

Para mayor profundización visita el sitio en la red:

http://www.elalmanaque.com/etimologias/

San Isidoro de Sevilla nació en Caragena, España el año 556. Isidoro llegó a ser uno de los hombres mas sabios de su época, aunque al mismo tiempo era un hombre de profunda humildad y caridad. Fue un escritor muy leído. Se lo llamó el Maestro de la Edad Media o de la Europa Medieval y primer organizador de la cultura cristiana. Fue un escritor muy fecundo: entre sus primeras obras está un diccionario de sinónimos, un tratado de astronomía y geografía, un resumen de la historia desde la creación, biografías de hombres ilustres, un libro sobre los valores del Antiguo y del Nuevo Testamento, un código de reglas monacales, varios tratados teológicos y eclesiásticos y la historia de los visigodos, que es lo más valioso en nuestros días, ya que es la única fuente de información sobre los godos. La Santa Sede lo declaró Doctor de la Iglesia, en 1722.



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