Wolff y la utilidad de la filosofía

Un destacado y eminente filósofo como es Christian Wolff ( 1679-1754) ya explicitó a lo largo de su extensa producción filosófica y de su actividad docente la enorme significación de una actitud racional e ilustrada en pleno siglo XVIII. Influyó, como es sabido de forma profunda en pensadores como Kant y en otros muchos. Incluso se puede afirmar con rotundidad que condicionó todo el desarrollo de la filosofía alemana en el siglo de las luces. Como indica Mª Luisa P. Cavana: «Igualmente característico de Wolff es su intento de síntesis entre el racionalismo de su ontología y el empirismo de su teoría del conocimiento». Una de las características definitorias del saber filosófico es como también reitera Wolff es frente a la imprecisión del saber vulgar la precisión y la diferenciación y argumentación rigurosas. La forma de relacionar y probar es lo que distingue a la filosofía y posee un cierto parecido con el procedimiento matemático.
Este pensador alemán considera acertadamente que el rigor probatorio de la escolástica y de la obra de Thomasius no está a la altura de un estricto procedimiento de prueba y demostración como el paradigmático existente en la matemática. Si bien es cierto, a mi juicio, que esta cuestión admite numerosas modulaciones y matizaciones en lo fundamental es la expresión de un deseo por parte de Wolff de dotar de mayor precisión semántica a los escritos filosóficos. Indudablemente como escribe Mª Luisa P. Cavana: «En Wolff esta aplicación del método matemático tiene unas características especiales, que hacen de este filósofo un claro exponente de la Ilustración y no un mero racionalista como los filósofos anteriores». Considero que si bien la lógica es lo que interrelaciona la matemática y la filosofía además de su común interés por la teoría. La capacidad crítica del pensar amplía y profundiza el campo de la filosofía.

Indudablemente con la actividad filosófica los seres humanos aprenden a pensar de modo coherente y correcto, jugando y deduciendo así como utilizando del mejor modo la argumentación y el raciocinio algo que reiteró en sus obras también Wolff. Los planteamientos wolffianos son muy actuales aunque están elaborados en pleno siglo XVIII ya que como escribe Mª Luisa P. Cavanas expresando el pensamiento del pensador alemán:«La filosofía no es, pues una disciplina para eruditos, sino un conocimiento básico para todo ser humano, para que pueda distinguir lo justo de lo injusto, elegir un comportamiento recto y de este modo conseguir la felicidad». En lo relativo a las acciones incorrectas o malas Wolff asume un cierto intelectualismo moral socrático porque considera que el mal comportamiento se deriva en realidad de la ignorancia y la falsedad. Pienso que la naturaleza humana posee unas características de una innata agresividad que superan o desbordan ampliamente el señalado intelectualismo moral.

Respecto a la experiencia que quizás no ha sido suficientemente puesta en valor por la tradición filosófica Wolff reafirma su trascendencia en apoyo de las distintas parte de la filosofía que también utiliza de forma continua hipótesis en sus tareas de investigación. Porque la labor investigadora de la filosofía es esencial ya que se sustenta en el análisis y crítica de otras disciplinas como saber de segundo grado. Además no se debe olvidar que el avance y progreso del conocimiento también es impulsado por la actitud filosófica que no se conforma con el saber ya logrado, y aspira a aumentar y perfeccionar lo que ya se conoce.

Otra cuestión en la que, en mi opinión, Wolff establece una idea muy moderna por su alcance epistemológico es como también escribe Mª Luisa P. Cavana: «Para él la metafísica es la unidad sistemática según principios de: ontología, cosmología natural, psicología y teología natural». Efectivamente, su concepción de la metafísica supera el espacio más reducido de aplicación propio de la escolástica y el cartesianismo, y se aproxima en cierto sentido a la metafísica mundana y realista de Zubiri. El hecho de que Wolff en su Ontología estructure una teoría de los objetos es una clara manifestación de un procedimiento categorial de clasificación de lo real que sigue la línea iniciada por la tabla de las categorías aristotélicas. El mismo Kant estudia y analiza con mucho interés la ontología wolffiana y es uno de los sistemas en los que se fija especialmente para la elaboración o construcción de su original lógica trascendental.

En relación a la ética los planteamientos de Wolff son muy coherentes y racionales. Aunque también es verdad que, a mi juicio, este filósofo alemán posee un excesivo optimismo ilustrado y quizás irenista, ya que no estoy convencido de que el simple conocimiento de lo bueno sea lo que impulsa a los hombres en sus acciones porque influye también entre otras cosas el egocentrismo. De todas formas la ley natural que tan esencial es para la filosofía práctica wolffiana se expresa de un modo muy claro y positivo: «Haz aquello que te hace a ti y a tu estado más perfecto». Lo que conjuga el bienestar individual con el estatal o social, algo aplicable incluso a la actual sociedad del conocimiento. La relevancia del deber como obligación ( Verbindlichkeit) moral inicia la vía de la deontología que desarrollaría Kant en su ética formal. El deber como respeto a la ley del filósofo de Königsberg está fundamentada en la definición wolffiana del deber: «Acciones que estamos obligados a cumplir». La ética de Wolff posee un fondo cristiano ya que afirma que es indispensable partir del amor a los semejantes de tal forma que se impulse el bienestar de todos.

Curiosamente el enfoque de la ética wolffiana está influida por sus lecturas de la moral china que le gustó y convenció en lo referente sobre todo a su entendimiento de la virtud, y en otros aspectos esenciales del ámbito ético relacionados con la fundamentación racional de la moral por el pensamiento chino. Como indica Mª Luisa P. Cavana: «Al abandonar el cargo de Vicerrector el 12 de julio de 1721 en Halle Wolff pronunció un discurso sobre la doctrina moral de los chinos, en la que demostraba –tomando como ejemplo a este pueblo oriental- cómo su moral, que presenta como excelente, está basada solamente en la razón y es independiente de la revelación divina». Este planteamiento abre un campo a la moral que facilita la incorporación de las personas ateas al disfrute de una moral satisfactoria que no se opone a los preceptos religiosos sino que es coincidente con los mismos. Esta doctrina moral le causó a Wolff muchos problemas si se tiene en cuenta que le supuso la masiva enemista de los teólogos de su tiempo y provocó su destierro pero considero que se adelantó a su época, ya que en el siglo de la Ilustración todavía existía un cierto fanatismo e irracionalidad argumentativa.

Que el entendimiento, la razón y la voluntad conforman la parte superior del alma como afirma Wolff es aceptable aunque con matizaciones porque también pueden ser clasificadas como facultades del intelecto o de la inteligencia o del conocimiento humano. La supuesta existencia de una parte inferior del alma que está formada por los sentidos que nos dan representaciones confusas de la realidad empírica es algo claramente debatible pero posee una cierta coherencia interna si se considera el contexto histórico en el que elabora su teoría del conocimiento Wolff.

En relación con su comprensión de la ética Wolff confía en la razón como capacidad más que suficiente para decidir si una acción es buena o no. Considero que está en lo cierto porque la prudencia y el análisis ponderado y riguroso de los pros y contras de cada conducta son el fundamento primordial de los actos humanos y del sentido común o del denominado buen sentido ya afirmado por Descartes. Uno de los problemas que está presente permanentemente en el ámbito ético es precisamente saber si una acción o conducta determinada perfeccionará nuestro estado y de esto es plenamente consciente Wolff ya que insiste especialmente en que el conocimiento de los mejores actos nos motivará fuertemente para la realización de las más apropiadas acciones y conductas. En este sentido es digno de mención que los chinos como indica también Wolff se ocupan fundamentalmente de impulsar o promover lo más posible los actos virtuosos en vez de luchar de modo casi exclusivo por suprimir los vicios como se hace en occidente que es algo más negativo. La vinculación entre lo ético y lo político es muy clara en el pensamiento wolffiano ya que escribe: «Haz aquello que fomenta el bienestar de la sociedad y deja de lado lo que es contraproducente o perjudicial para ella».

El bienestar ( Wohlfahrt) que plantea como algo necesario es comprendido por Wolff como «el avance sin impedimentos en el fomento de lo mejor para todos» que es la clara expresión de una superación de las teorizaciones de Grocio y Hobbes desde una perspectiva teológica que, a mi juicio, puede entenderse también desde una actitud laica. Ciertamente la existencia del estado se fundamenta en la asociación de los ciudadanos y en su cooperación que promueve un bienestar que está impulsado por el derecho natural como base primordial del derecho positivo o estatal. Lo que pone de relieve su deseo de fundar las libertades civiles en un derecho natural racional que es asumible como válido también actualmente frente a cualquier clase de despotismo o irracionalidad política que perjudique a los individuos o ciudadanos como sujetos con derechos.


Fuente: http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/175534/wolff-y-la-utilidad-de-la-filosofia#.PIT2rro8WXGJSR9

30 de abril de 2014. España



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