Sobre Polemología (y IV)

Hoy no tenemos Nota Bene,  por mucho que la situación general lo merezca. Pero el autor está escaso de tiempo y por ello, pasamos directamente a la entrega cuarta y última del artículo sobre Polemología. Y lo hacemos con una de las mejores piezas de la paz (irenología) como es el pensamiento de Kant.

El imperio de la Razón: la paz perpetua de  Kant, 1795

Después de publicarse, durante el siglo XVIII, una serie de malogrados proyectos sobre la paz en Europa, el de Inmanuel Kant (Königsberg, Prusia, 1724-1804) sobre de la paz perpetua, estuvo lleno de inspiración y racio­nalidad[1]. Expuesta en un opúsculo titulado “Hacia la paz perpetua. Un proyecto filosófico”, Zum ewigen Frieden. Ein philosophisches Entwurf (1795) [2], en él culminó la idea universal de la paz racional y posible.

El cumplimiento del deber sin restricciones, el imperativo categórico –nos dice Ferrater Mora[3]-, no sólo es expresión de una ética que ya no se ve sometida a ninguna contingencia relativa; llega por la razón misma, para ordenar al hombre: la racionalidad última del deber, que confiere al ser humano su propia humanidad. Así se confirma la coincidencia de lo personal con lo universal: la universalidad no sacrifica sino que apuntala la personalidad del hombre, de la persona.

El ideal kantiano en cuestión se plasmó en la «República Universal» que él propuso, fundada en criterios racionales, y en el imperativo categórico, que obliga a los individuos a salir del estado de naturaleza para formar la sociedad civil; imponiendo así a los Estados su debida transformación a la civitas gentium, con un nuevo el Derecho que Kant denominó Cosmopolítico (Weltbürgerrecht, jus cosmo-politicum). A falta de tal proceso, el Derecho de gentes sólo sería provisional, pues no aseguraría una verdadera situación de estado de paz entre todos los pueblos de la Tierra.

El Estado Mundial y el espíritu del comercio

Con las referidas bases ideales, Kant esbozó su primer concepto de un Estado mundial, cosmopolítico (Weltbürgerreich), como instrumento regulador in­ternacional, principalmente para prevenir las guerras. De ahí que mientras no se llegara a ese Estado mundial, el derecho internacional público o derecho de gentes, debería denominarse simplemente «de­recho de los Estados».  De modo que el gran cambio sería pasar al nuevo marco del Estado universal; en el que ya surgiría el verdadero Derecho Mundial, que Kant llamó «derecho cosmopolítico» (Weltbürgerrecht, ius cosmopoliticum), y que definió como «la posible asociación de todos los pueblos».

¿Y cuál era para Kant la fuerza futura de atracción para aglutinar las piezas de los pueblos en un verdadero Estado mundial?: “el espíritu del comercio, que no puede coexistir con el de la guerra”. En línea, pues, con las ideas modernas de integración económica, en el sentido de que una vez puesta en marcha y superado un cierto punto de no retorno, no cabe romper los pactos en pro de la paz y el intercambio económico; por los enormes perjuicios que se derivarían de ello.

Kant presumía que más pronto o más tarde, ese espíritu, de estrecha relación comercial, se apoderaría de los pueblos, creándose así entre ellos un vínculo basado en los propios intereses (¿y qué otra cosa no es la Unión Europea actual?). De esa suerte, se garantizaría el estado de no guerra. A cuyo objeto, Kant redactó sus «Artículos preliminares para la paz perpetua»:

No debe considerarse válido ningún tratado de paz que se haya celebrado con cláusulas secretas sobre causas de guerra en el futuro.

Ningún Estado independiente (grande o pequeño) podrá ser adquirido por otro mediante herencia, permuta, compra o donación.

Los ejércitos permanentes (miles perpetuas) deben desaparecer totalmente en el futuro.

No debe emitirse deuda pública en relación con los asuntos de política exterior.

Ningún Estado debe inmiscuirse por la fuerza en la constitución y gobierno de otro.

Ningún Estado en guerra con otro debe permitirse actuaciones contra la confianza mutua en una paz futura; tales como el empleo de asesinos, envenenadores, quebrantadores de acuerdos, incentivos a la traición, etc.».

En definitiva, en Kant subyace todo el sentido de la ética en contra de lo que era y es normal entre los políticos: “actúa primero y justifícalo después”; “si has hecho algo incorrecto, niégalo”; “divide a tus adversarios, y vencerás”.

Las condiciones de la paz

En La Paz Perpetua, ya lo hemos anticipado, Kant parte de una idea pesimista: “el estado de paz entre hombres que viven juntos no es lo natural: y por ello mismo la paz debe ser instaurada por el propio hombre”[4]. De modo que el proyecto de pacificación se construye, en torno a una base jurídico-política, consistente en la creación de una Federación de Estados, de características republicanas, y con un lema bien claro: “no debe haber guerra”[5].

Claro es que eso requiere de una serie de condiciones (sección primera, artículos preliminares del Ensayo), que incluyen varias decisiones capitales:

tratado de no agresión mutua para evitar posibles interferencias sobre asuntos internos de otro Estado;

desmantelamiento de los ejércitos profesionales; renuncia al derecho de hacer la guerra en el futuro; y

prohibición de adquirir Estados con el desistimiento de la dominación de terceros países.

Toda esa ilación de condiciones, implica una especie de catarsis.  Sólo alcanzable a base de transformar la pecaminosa realidad de enfrentamientos, en lo que pasaría a ser un avance hacia la ciencia política moderna y sus ideologías de base gnóstica; tal como pone de relieve Eric Voegelin en su ensayo La Nueva Ciencia de la Política[6].

Y así terminamos hoy con Kant –que inspiró la creación de la Sociedad de las Naciones, y luego las Naciones Unidas-, el largo artículo sobre Polemología… y también de Irenología.

La semana próxima, ya estaremos en septiembre a la vuelta del largo verano vacacional. Y como siempre, los lectores de Republica.com pueden conectar con el autor a través de [email protected]

Notas:

[1] Ramón Tamames, Globalización y soberanía mundial. Un ensayo sobre la paz perpetua en el siglo XXI, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid, 2013.

[2] Immanuel Kant, La paz perpetua, traducción de J. Abellán, Tecnos, Madrid, 1985.

[3] José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, artículo Kant, Alianza Editorial, Madrid, 1979.

[4] P.S.B., “La Paz y Kant”, Civitas Digital, Cuaderno de pensamiento, http://civitas-digital.wordpress.com/2011/10/02/la-paz-y-kant/

[5] Teresa Santiago Oropeza, “Kant y su proyecto de una paz perpetua (en el bicentenario de su muerte)”, Revista Digital Universitaria (UAM), 10 de diciembre de 2004.

[6] Eric Voegelin, La Nueva Ciencia de la Política (versión española), Katz Editores, 2006.

 

Fuente:  https://www.republica.com/universo-infinito/2018/08/29/sobre-polemologia-y-iv/

3 de septiembre de 2018.



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