El método literario de Ayn Rand, 15a parte

En mi entrega anterior vimos que en “La Rebelión de Atlas.”Rand presenta a su superhombre: el gigante del intelecto y la productividad, de razón y habilidad, hombre de principios y práctico. Sus héroes son ingenieros emprendedores, particularmente hombres de negocios. También vimos que como hizo en el “Manantial”, para que no quedara duda de que Roark es el superhombre, lo describe así por su enemigo, Ellsworth Toohey, y en la “Rebelión de Atlas” se encarga de que no quede duda de que Dagny es la supermujer randiana al describirla por medio de su envidiosa enemiga, Lilian Rearden.

Si el superhombre nietzscheano es ejemplificado por Goethe, según declara y describe el propio Nietzsche en “El Crepúsculo de los Ídolos”:

“Goethe concebía un hombre fuerte, de cultura elevada, diestro en todas las actividades del cuerpo, con un perfecto dominio de sí mismo; un hombre dotado de auto respeto que se atreviera a concederse todo el ámbito y toda la riqueza de la naturaleza, que fuera suficientemente fuerte para esa libertad; un hombre tolerante, no por debilidad, sino por fortaleza, porque supiera utilizar en beneficio propio incluso aquello que haría perecer a una naturaleza mediocre; un hombre para el que no hubiera nada prohibido, a excepción de la debilidad, ya se le dé a ésta el nombre de vicio o de virtud.”

[Friedrich Nietzsche. Götzen-Dämmerung. Nikol Classics, Berlin, 74].

El superhombre Randiano tiene a sus ejemplos reales en los padres fundadores de los Estados Unidos de Norteamérica, Thomas Jeferson y Benjamin Franklin. Jefferson, el principal autor de la Declaración de Independencia, era abogado y arquitecto, filólogo –hablaba varios idiomas– y escritor, agricultor e inventor, político y filósofo –fue presidente de La Sociedad Americana de Filosofía (American Philosophical Society). Dominaba magistralmente varias disciplinas, desde la topografía, la agrimensura y matemáticas hasta la horticultura y mecánica. Fundó la Universidad de Virginia. Era un hombre deportistaque recomendaba hacer dos horas de ejercicio diarias y caminar, de pensamiento independiente y un gran epicúreo, como se llamaba sí mismo.

Benjamín Franklin era un erudito empresario, escritor, impresor, músico, filósofo, teórico en política, científico, inventor, administrador de correos, atleta y humorista. Organizó y fue el primer secretario de La Sociedad Americana de Filosofía, de la cual fue presidente en 1769. Como científico contribuyó con sus descubrimientos, teoríasy vocabulario sobre electricidad. Como inventor, es conocido por haber inventado el pararrayos, los lentes bifocales, la silla mecedora, las sillas con paleta para escribir que usan los estudiantes, el odómetro, la armónica de cristaly la Estufa Franklin. Como atleta recomendaba levantar pesas, nadar, trotar, dormir en ambientes fríos y tomar mucha agua. Es miembro del Salón de la Fama de Natación Internacional. Fundó la primer Compañía de Bomberos de Filadelfia y la Universidad de Pennsylvania.

Cuando Rand se refiere a ellos en “El Nuevo Intelectual” los describe así:

“Los Padres Fundadores no eran ni pasivos, místicos adoradores de la muerte ni insensatos, saqueadores buscando poder; como grupo político, eran un fenómeno sin precedente en la historia: eran pensadores que también eran hombres de acción. Habían rechazado la dicotomía alma-mente, con sus dos corolarios: la impotencia de la mente humana y la condena de esta tierra; habían rechazado la doctrina del sufrimiento como destino metafísico del hombre, proclamaron el derecho del hombre a buscar su felicidad y estuvieron determinados a establecer en la tierra las condiciones requeridas para la existencia apropiada del hombre, por medio de “sólo” el poder de su mente.”

[Ayn Rand. For the New Intellectual. Random House, New York, 23].

Los tres superhombres de la “Rebelión de Atlas”, construidos a la imagen de Jefferson y Franklin, pensadores y hombres de acción, son descritos por Rand como tales en una conversación entre Dagny y el doctor Robert Stadler:

“«Cuando estaba en la Universidad Patrick Henry,» dijo él. «Tuve tres alumnos. He tenido muchos estudiantes brillantes en el pasado, pero estos tres eran la recompensa que todo profeso anhela. Si alguna vez pudiera desear recibir el regalo de la mente humana en su plenitud, joven y entregada en sus manos para guiarlos, ellos eran este regalo. Su tipo de inteligencia era la que uno esperaba ver, en el futuro, cambiando el curso del mundo. Vinieron de orígenes muy distintos, pero eran amigos inseparables. Escogieron una mezcla extraña de asignaturas. Se especializaron en dos materias –la mía y la de Hugh Akston. Física y filosofía. No es una combinación de intereses que uno encuentra hoy en día. Hugh Akston era un hombre distinguido, una gran mente… no como la increíble creatura que la Universidad ha puesto en su lugar… Akston y yo estábamos algo celosos uno del otro por estos tres estudiantes. Era un tipo de competencia entre nosotros dos, una competencia amistosa, porque nos entendíamos. Oí a Akston decir un día que los consideraba como sus hijos. Me molestó un poco…porque yo los consideraba como míos…»

Se volvió y la vio. Las amargas líneas de la vejez eran visibles ahora, trazadas a lo largo de sus mejillas. Dijo, «Cuando apoyé la fundación de este Instituto, uno de estos tres me lo recriminó. No lo he visto desde entonces. Solía afectarme, durante los primeros años. Me pregunto, de vez en cuando, si habría tenido razón…Ha dejado de preocuparme, hace rato.»

Sonrió. No había más que amargura ahora, en su sonrisa y su cara.

«Estos tres hombres, estos tres que tenían toda la esperanza que el don de la inteligencia puede alguna vez ofrecer, estos tres de quienes esperábamos tan magnífico futuro –uno de ellos era Francisco d´Anconia quien se convirtió en un depravado mujeriego. El otro era Ragnar Danneskjold, quien se convirtió en un simple bandido. Tanto por la promesa de la mente humana.»

« ¿Quién era el tercero?» preguntó ella.

Se encogió de hombros. «El tercero no consiguió ni siquiera esa clase de notoria distinción. Desapareció sin dejar huella –en la gran inmensidad desconocida de la mediocridad. Probablemente es un asistente contable secundario en algún lado.»”

[Ayn Rand. For the New Intellectual. Random House, New York, 181].

Francisco Domingo Carlos Andrés Sebastián d´Anconia –el personaje favorito de muchos lectores de “La Rebelión de Atlas”– es, al igual que Jefferson, un terrateniente. Como Dagny, personifica una paradoja. Es al mismo tiempo un hombre de un gusto por la vida extraordinario –joie de vivre–, alegre elegante, sofisticado, y un hombre trágico, frío, insensible e implacable. Su lado alegre encarna el sentido de vida que Rand pregona, donde el hombre puede alcanzar la felicidad sin obstáculos en un universo benevolente. De joven, Francisco, puede hacer cualquier cosa, y hacerlo perfecta y magníficamente. No teme a nada ni odia a nadie. Representa una figura del hombre superior extraordinariamente atractiva.

Su lado oscuro presenta a un hombre torturado pero que sabe controlarse y por tanto no permite que el sufrimiento ni los sentimientos le afecten ni desvíen de su misión. Su afán incansable para lograr su propósito despierta asombro y admiración. Representa una figura del hombre superior notablemente magnífico.

La creación, por parte de Rand, de un personaje que encarne paradójicamente estas características y rasgos diferentes, e integrarlos en un personaje convincente raya simplemente en la genialidad. Francisco encanta precisamente por la unión de estos aspectos de su personalidad.

John Galt es, como Franklin, un inventor ocupado con la electricidad. Es el hombre ideal de la novela y por tanto presenta una dificultad literaria formidable para hacerlo creíble. Como Howard Roark, Galt es demasiado perfecto para sostener un conflicto interno convincente. No posee defecto alguno que sea reprochable y que el autor pueda usar para hacerlo en un sentido, más humano. Sin embargo es la afirmación de Rand de que el hombre puede ser superhombre si decide serlo. Es el hombre que pone en marcha todos los eventos de la historia y por la naturaleza de la trama sirve como integrador de la misma. Empieza la novela con la pregunta: ¿Quién es John Galt? La pregunta es una expresión jergal que aparece a todo lo largo en todos los capítulos. Por el contexto en que aparece, se entiende el significado emocional: es un grito de desesperación y una súplica por ayuda. Refleja el siniestro y amenazante destinoque permea la atmósfera, el sentido del inminente desastre. Pero como líder de la huelga, como el hombre que se planta y desafía la política del sacrificio, como el hombre que decide acabar con la moral que exige la aprobación de la víctima y que sabe que tiene razón al decir: “Pondré fin a esto, de una vez por todas,” y como el hombre que es el centro del misterio de la novela, no aparece en escena, excepto disfrazado, hasta en el último tercio del libro. Lo vemos en dos capítulos y luego desaparece hasta aparecer nuevamente en el clímax. Y sin embargo es él quien domina en el libro.

Y también aquí se vale Rand de la paradoja. Como vimos anteriormente, Galt, el hombre ideal, el hombre superior, el pináculo de la especie humana, se ve obligado a trabajar bajo tierra, como un obrero grasiento en los túneles de Taggart –enfatizando la idea de que en una sociedad corrompida, los mejores hombres se encuentran en el fondo. Pero vemos la paradoja también en el clímax, en la escena donde Galt, el héroe, es torturado por los villanos, no para forzarlo a revelar algún secreto de uno de sus inventos, sino para forzarlo a ser el dictador de la nación.

Esa es la genialidad imaginativa de Ayn Rand –literaria y filosóficamente.

Ningún otro clímax podría integrar tan elocuentemente la tesis y significado de “La Rebelión de Atlas”. Los hombres hábiles se han ido a la huelga, el mundo está en ruinas, y los burócratas del gobierno hacen un último y grotesco esfuerzo para preservar su sistema: torturan a Galt para forzarlo a unírseles y de algún modo salvar su sistema. Le ordenan pensar. Le exigen que tome el control. Rand resalta lo absurdo de la fuerza bruta buscando obligar a la mente para que ésta funcione.

UN PARÉNTISIS COYUNTURAL

(Es reprochable desde todo punto de vista, que maestros –adultos– usen cual borregos a niños, estudiantes de primaria, que aún creen en Santa Claus, el conejo de Pascua y el ratón que compra sus dientes de leche, para fines políticos portando mantas, en un desfile en Quetzaltenango, con mensajes, cuyo contenido no comprenden en su totalidad. Dudo mucho que estos niños conozcan la Constitución Política de la República de Guatemala. Sospecho lo mismo de sus manipuladores maestros. Dudo que conozcan el artículo 183 de la misma. No creo que sepan que el inciso ‘o)’ de la misma reza como atribución del Presidente: “Dirigir la política exterior y relaciones internacionales,celebrar, ratificar y denunciar tratados y convenios de conformidad con la Constitución”; y que el inciso ‘p)’ reza: “Recibir a los representantes diplomáticos, así como expedir y retirar el exequátur [Autorización que otorga el jefe de un estado a los representantes extranjeros para que, en su territorio, puedan ejercer sus cargos ] a las patentes de los cónsules.”

Tampoco creo que sepan lo que dice el convenio de CICIG, establecido entre el gobierno de Guatemala y la ONU. Si lo supieran, sabrían que el Presidente de la República actuó conforme al convenio, las leyes y la Constitución.

Mucho menos creo que sepan que la CICIG se ha valido de testigos falsos para sustentar sus acusaciones –lo que es delito en cualquier parte del mundo. Usó testigos falsos en el caso Rosenberg para incriminar a los hermanos Valdez Paíz. Lo mismo hizo en el caso Vielman y Sperinsen, donde las cortes ya reconocieron que se cometió esa ilegalidad. La CICIG se opuso sistemáticamente para que se le diera atención médica al difunto doctor Oliva – quien murió en prisión preventiva sin habérsele probado delito alguno. Ha presionado para mantener en prisión a las enfermeras del IGSS que no recibieron ni un centavo de contrato corrupto alguno. Es responsable de la ejecución extrajudicial de Pavel Centeno. Y muchos otros delitos más.

Ni creo que entiendan el daño que le hace a la República tener una entidad despótica, es decir, que está por encima de la ley, que no responde a nadie, por lo que no se le puede juzgar por los delitos cometidos.

Por eso condeno como una cobardía el haber usado a niños con fines políticos.

Continuará.

 

Notas:

Fuente:  https://republica.gt/2018/09/12/el-metodo-literario-de-ayn-rand-15a-parte/

12 de septiembre de 2018.  GUATEMALA



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