La revitalización de las Reales Academias

…apunta nuestra Adela Cortina, «el concepto de ciudadanía es el quicio que une los mundos de lo justo: el de la ética cívica, la política, la economía y el derecho. Una ciudadanía injusta, desquiciada, produce sociedades igualmente desquiciadas, de ahí que la gran apuesta de futuro para una sociedad consista en formar ciudadanos justos y activos, comprometidos en las distintas esferas de la sociedad civil y, en su caso, en la tareas del Estado». Será una de las tareas de las Reales Academias suficientemente revitalizadas…
EXISTEN en España ocho Reales Academias domiciliadas en Madrid. Algunas realizan actividades que trascienden las paredes de los edificios que las albergan, pero otras llevan a cabo su trabajo en una semiclandestinidad, sin que la mayoría de los ciudadanos sepan de ellas.
Acaba de producirse un hecho de gran relevancia como es el ingreso en la Real Academia Española de una mujer, la profesora Inés Fernández-Ordoñez, con lo que ya son cuatro las titulares femeninas con asiento en tan alta institución. El hecho ha sido convenientemente presentado en los medios de comunicación.
Unos días antes de este acontecimiento ingresaba en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas la profesora Adela Cortina Orts. Es la primera mujer que, sin compañera femenina, formará parte de nuestra Casa. A los plenos acudimos unos cuarenta señorones, bastante de ellos octogenarios. ¡Qué desproporción, Señor!
Recientemente en este periódico, se quejaba Inés Fernández-Ordoñez de que la RAE «es un poco machista». Sin embargo allí le acompañan Ana María Matute, Carmen Iglesias y Margarita Salas. En la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas -insisto en ello- Adela Cortina carece de compañeras.
Esta académica solitaria es una intelectual de primera fila. Como subrayó Helio Carpintero en su discurso de bienvenida, Adela Cortina es «una figura señera dentro de la filosofía moral de nuestro tiempo, no sólo española, sino ya plenamente internacional. El hecho de que una personalidad así se incorpore a esta institución (…) cumple la exigencia moral de nuestra Academia de elegir entre las personas que se distingan por sus conocimientos en los ramos de la Corporación, y que considere más dignas. Estas palabras de nuestro Estatutos cobran, ahora y aquí, pleno sentido».
Nos hallamos, pues, ante una necesaria puesta al día de nuestras Reales Academias. Todas ellas fueron en el momento de su fundación unas instituciones llamadas a opinar sobre los temas de su especialidad, de forma que los ciudadanos tuviesen una orientación solvente de lo que ocurría. Esta tarea ha sido prácticamente abandonada. Con la revolución en los medios de comunicación surgieron las tertulias en radio y en televisión; desde ellas se emiten pareceres a millones de españoles. Hay tertulianos solventes, que conocen bien de lo que hablan. Tengo amigos que se esfuerzan diariamente en una dura tarea de dialogar en público durante horas. Pero tal vez tendrían que salir también a la escena pública portavoces de las Reales Academias, con la opinión de quienes deben saber algo en los campos de sus estudios.
Nos dijo bien Adela Cortina en su discurso de ingreso: «La ética de la razón cordial se propone dar cuenta filosófica del núcleo de justicia común a las actividades de las que se ocupan las ciencias morales y políticas. Y para ello debe responder a las grandes cuestiones a las que hoy se enfrenta cualquier teoría de ética y filosofía política, porque una cosa es que la filosofía no deba ofrecer recetas, muy otra, que no se esfuerce por dar respuestas. Ayudar a formular bien las preguntas es quehacer socrático indispensable, pertenece al método de la maiéutica, pero para buscar respuesta a las grandes cuestiones vitales que dan sentido a la filosofía moral y política».
Muy acertadas me han parecido también las declaraciones del nuevo presidente de la Real Academia de Medicina, profesor Manuel Díaz-Rubio. Al ser preguntado para qué sirve su Academia, contestó con rotundidad: «Primero diré lo que no son las Academias: no son un cementerio de elefantes». Luego puntualizó: «La Academia de Medicina sirve de mucho por su capacidad de reflexión, libertad, independencia y rigor. Como institución estatal informa a las autoridades sobre los problemas que se le consultan, pero de forma espontánea debe alertar sobre cuestiones que afectan al desarrollo de la medicina en todas sus facetas».
Esa es la revitalización que necesitan todas nuestras Reales Academias. Hay que abrirlas a la sociedad y a los problemas que diariamente aparecen en nuestra convivencia. Lo que en ellas se expone debe trascender, si es de especial interés, a la opinión pública.
Resulta asombroso, por ejemplo, que en las ponencias de los economistas, defendidas en el pleno de nuestra Academia, se afirmó, desde la primavera de 2007, que una terrible crisis se vislumbraba en el horizonte. Personas de indiscutible autoridad lo afirmaron y lo repitieron. En la calle, por el contrario, la opinión extendida, lo políticamente correcto, fue negar que se avecinara la tormenta, en forma de recesión económica.
Son muchas las cuestiones morales y políticas que se plantean en las presentes transformaciones rápidas en la manera de ser y de convivir. La mayoría de los españoles se hallan lógicamente desorientados, cuando no mal encaminados por quienes pueden hacerlo.
¿No sería oportuno y conveniente, verbigracia, que determinados asuntos graves, como las funciones de los jueces en la investigación histórica, o las adopciones por parejas de homosexuales, o el comportamiento de los alumnos (y de sus padres, a veces) respecto a los profesores en Colegios e Institutos, etc. etc. fuesen objeto de respuestas públicas de las Reales Academias competentes en la materia? ¿Hay que aceptar resignados que, por presiones de los dirigentes de algunas Comunidades Autónomas, el Himno Nacional de España carezca de una letra que pueda cantarse? ¿Debe continuar la gente desconcertada y confusa sobre lo que ocurre en la Administración de Justicia sin una declaración autorizada de quienes son académicos en esta asignatura que se estima pendiente?
Leemos en el artículo primero de los Estatutos de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas que ella «tiene como finalidad el cultivo de estas Ciencias, ilustrando las cuestiones de mayor importancia, trascendencia y aplicación, según los tiempos y circunstancias».
La revitalización es simplemente el cumplimiento de los Estatutos. ¿O es que no hay cuestiones de importancia, trascendencia y aplicación en este tiempo y en esta circunstancia?
Deben quedar atrás las Reales Academias semiocultas. Hay que seguir por el camino marcado por el nuevo presidente de la Real Academia de Medicina: «Tenemos que darnos a conocer y también que otras voces nos visiten».
En definitiva, como apunta nuestra Adela Cortina, «el concepto de ciudadanía es el quicio que une los mundos de lo justo: el de la ética cívica, la política, la economía y el derecho. Una ciudadanía injusta, desquiciada, produce sociedades igualmente desquiciadas, de ahí que la gran apuesta de futuro para una sociedad consista en formar ciudadanos justos y activos, comprometidos en las distintas esferas de la sociedad civil y, en su caso, en la tareas del Estado». Será una de las tareas de las Reales Academias suficientemente revitalizadas.
Fuente: http://www.abc.es/20090102/opinion-tercera/revitalizacion-reales-academias-20090102.html

Madrid,Madrid,Spain. Viernes, 02 de enero de 2009



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