Constituidos por el deseo de regresar siempre


El teólogo y filósofo italiano Tomás de Aquino “nos ahorra el tiempo de convertirnos en enemigos”. Ilustración de María José Rodríguez
Tomás de Aquino, el principal metafísico medieval, estaba obsesionado por los textos de Aristóteles.

Cuando ya no queda nada por leer, siempre esperan en el subterráneo de toda biblioteca una larga fila de libros iguales. A lo lejos tratan de hacerse pasar por diccionarios, por una enciclopedia en veinte tomoso por una colección de clásicos de la literatura, pero cuando uno se acerca siempre son los mismos: los elefantes de Tomás de Aquino. Lo primero que impresiona en esta terapia ocupacional es el método. Creo que nadie, después de este fraile, ha sido tan autocrítico. Inmediatamente después de plantear una pregunta -por ejemplo: ¿Dios existe?- expone todas las objeciones posibles a su respuesta. Nos ahorra el tiempo de convertirnos en enemigos. Luego contraataca como francotirador recostado en la azotea, una por una, sin disparar pero dejando el objetivo en la mira, para terminar con su típico Respondeodicendum. A primera vista podría parecer un apologeta, un insoportable religioso a la defensiva, pero el que escucha con atención se puede contagiar de ese silencio que rodea la búsqueda de un poco de armonía en las piezas desperdigadas. El metafísico estaría para poner algo de orden en nuestra mente confusa.

Dice el bebedor Chesterton que aquí encontraba la poesía luminosa de los objetos. Así que cuando ya no queda nada por leer uno se matricula en un curso sobre el concepto de “acción” en Tomás de Aquino para, sorprendentemente, encontrarse con la misma palabra en cada línea: deseo. Uno pasa de la quaestio 9 pars I-II a la quaestio 82 pars I, enredado entre la voluntad, las formas y la naturaleza, para encontrar una filosofía basada en el apetito: del agua por caer hacia el centro de la tierra, del animal sediento por beber del charcomás cercano, o de nosotros por ambas pero conscientemente. Un apetito que, en términos tomistas, se diría que es un trascendental ya que atraviesa todas las categorías del ser. La obsesión de Tomás eran los textos de Aristóteles, por los cuales estaba dispuesto incluso a que lo llamen hereje, y no sorprende que allí el viejo filósofo griego haya dicho justamente que la actividad del primer motor del universo -estamos hablando de un texto del siglo IV antes de Cristo- sea el placer o hêdonai. No tendríamos ni siquiera la capacidad de escoger una ruta en lugar de otra -dice Tomás 1.500 años después- si no hubiéramos sido arrojados con ese deseo de regresar siempre. (O)
Fuente: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/cultura/7/constituidos-por-el-deseo-de-regresar-siempre

8 de junio de 2016. ECUADOR



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