
Por Jaime Nubiola
El domingo tuve ocasión de visitar de nuevo el excelente acuario que hay en el puerto de Barcelona. En esta ocasión acompañaba a una antigua alumna, Marián, a su marido, Henrik, y a sus dos hijos preadolescentes.
Nos encantó a todos la visita. A mí lo que más me llamó la atención fue el que los jóvenes se nos adelantaran explorando las vitrinas y peceras, y que, de cuando en cuando, se volvieran entusiasmados hacia nosotros para compartir los descubrimientos que habían hecho. Nos urgían para que viéramos nosotros también los caballitos de mar, las medusas, y las demás maravillosas rarezas que habían advertido. Se trataba casi siempre de peces hermosos, multicolores, de formas exquisitas y poco conocidos por nosotros.
Al ver la alegre agitación de estos jóvenes de 12 años mi reflexión se iba a la tesis de que la belleza, si se comparte, crece. La belleza nos causa admiración y cuando algo nos admira lo que más deseamos es compartirlo con quienes queremos. ¡Qué lección de estética me dieron sin saberlo estos dos adolescentes! Su gozosa actividad exploratoria me persuadía de que la belleza crece al compartirla.
Barcelona, 21 julio 2025.
Notas
Fuente: Jaime Nubiola
25 de julio de 2025. ESPAÑA
