
Por Jaime Nubiola
Me ha gustado el libro «El jardinero y la muerte» (Impedimenta, Madrid, 2024) del escritor búlgaro Gueorgui Gospodínov. Se centra en la muerte del padre del escritor y en el emocionado recuerdo de su vida: «Mi padre era jardinero. Ahora es jardín» (p. 11). Tiene un tono poético y a la vez mesurado; está cuajado de anécdotas familiares y a la vez refleja bien la dureza de la vida en la Bulgaria comunista.
Me ha llamado la atención la educación en la sociedad comunista del siglo pasado para evitar la afectuosa comunicación emocional entre padres e hijos. Copio uno de sus pasajes que aluden a esta importante dimensión de la vida familiar:
«Mi padre no me quería mucho, dice un amigo mío. Hasta cierto punto, es una cuestión generacional. Nuestros padres no nos mimaban mucho, es un hecho. Mimar era la prioridad de las madres y de las abuelas […]. En realidad, nuestros padres nos querían, de mi padre lo tengo claro, el caso es que no sabían mostrarlo. Nadie se lo había enseñado a ellos tampoco. […] No recuerdo que me besara de niño. Tampoco él recordaba que su padre lo besara» (p. 182).
Algo semejante podría decirse de la sociedad española y de la de tantos otros países, hasta hace solo dos o tres generaciones. «Nos queremos mucho, pero no lo expresamos», me decía una alumna vasca haciendo referencia a su familia.
En su libro, Gospodínov describe cómo el contacto físico y la comunicación emocional entre el escritor y su padre fueron más intensos en sus últimos meses de vida. Pienso que a mí con mi padre me pasó algo muy parecido.
Notas
Ilustración: Fotograma de “Momentos”.
Fuente: Jaime Nubiola
18 de septiembre de 2025. ESPAÑA
