
De izquierda a derecha, Arnulf Heidgger, Markus Gabriel, John Searle y Maurizio Ferraris, fotografiados en Las Palmas de Gran Canaria en el año 2018. / PI
Por Juan Ezequiel Morales
El filósofo John Searle ha muerto hace unos días, a los 93 años. Todavía lo recuerdo en varias comidas que hicimos juntos, encantado de comer lubina. «¡Lubina, Juan!» solicitaba ansioso de degustar una buena comida que no se despachaba por los foros académicos mundiales. De los mejores lugares para el comistraje fue El Senador, con Markus Gabriel y Maurizio Ferraris, discutiendo los cuatro sobre filosofía del lenguaje.
En diciembre de 2018 celebramos un Meeting internacional de filosofía en Gran Canaria, en la sala de reuniones del Museo Canario, y hubo una mesa redonda posterior a las conferencias de John Searle, Markus Gabriel, Maurizio Ferraris, el nieto de Martin Heidegger, Arnulf Heidegger, y yo mismo, todo enmarcado en el III Congreso de Filosofía Ontología Social en la Era Digital. A John Searle ya lo había conocido en otro congreso en marzo de 1987, en el Instituto Alemán de Madrid, sobre Filosofía de la acción y la comunicación, y adonde habían acudido también Donald Davidson, Niklas Luhmann y Juergen Habermas, evento coordinado por el profesor Manuel Garrido, impresionante especialista en Lógica simbólica y de predicados.
En nuestro debate en Gran Canaria, John Searle reafirmó su conocida postura contra la posibilidad de una IA verdaderamente consciente, retomando su experimento de la habitación china. Markus Gabriel consideró también absurda la idea de que Internet o una IA puedan tener inteligencia real, comparándolo con pensar que una metralleta dispara sola. Maurizio Ferraris advirtió sobre el peligro de atribuir agencia a máquinas que toman decisiones sin base ética, pero recuerda que esta preocupación es anterior a la IA, ya que nuestras decisiones ya están condicionadas por estructuras económicas, sociales y biológicas. Arnold Heidegger introdujo, desde un punto de vista no filosófico, el concepto de historicidad del ser humano, pues la inteligencia está anclada a su historia biológica y social.
Yo argumenté, y ahora lo sostengo con más evidencia filosófica, que la IA tiene o genera una conciencia incipiente, y propuse un experimento mental radical, el de fabricar un «John Searle pequeñito», usando células biológicas en vez de silicio, para crear un ser inteligente pero sin autoconciencia. Fue un experimento per reductio ad absurdum. Sugerí que si podemos modular partes del cerebro (amígdala, cuerpo calloso, lóbulos temporales) para controlar emociones, lenguaje y memoria, entonces también podríamos crear seres inteligentes pero obedientes, que no se rebelen. Redefiní al robot como un ser vivo modificado, y no necesariamente una máquina de silicio. Ambos se acercan a un Metántropo (un nuevo ente, que no es simplemente un robot avanzado, sino una nueva especie biotécnica capaz de razonar sin conciencia y obedecer sin dolor, un concepto que surgió en el disco Ciclos de Teddy Bautista), un robot que lo mismo es un ente tonto y esclavizable como que podrá superar al humano. «¿Por qué no fabricar seres que razonen sin pensar?» pregunté a los colegas, «Robots vivos que nunca se rebelen. Eso también es un robot, aunque esté hecho de carne». Y la pregunta inquietante: «¿Eso piensa o no piensa?».
En aquel momento Markus Gabriel y Maurizio Ferraris me atacaron: «Si no tiene las características psicológicas de ser, no es un ser. Puede tener cuerpo humano, pero no conciencia». John Searle reaccionó: «Una copia idéntica no es el original. Tiene recuerdos falsos. Por definición, no puede ser la misma conciencia». Sin embargo, no pudo refutar que dicha copia pudiera tener algún tipo de conciencia en el contexto del experimento mental. Searle objetó que una copia perfecta de un ser humano no es el ser original porque carece de su historia biográfica y social. Ferraris retomó la idea de que el ser humano es un animal entero, y no sólo un cerebro, y que la identidad personal está distribuida en la corporalidad y la historia del sujeto. Asimismo, Markus Gabriel negó que el cerebro sea suficiente para la inteligencia, pues el entorno, la cultura y el cuerpo importan tanto como el órgano neural.
Comparto con Searle, Gabriel y Ferraris que la conciencia requiere contexto histórico-biológico-social, pero a diferencia de ellos, sostengo que sí tendrá conciencia ese ser que ya está a punto de surgir con avances en la IA que han sido después de la época de los transformer, que ya están siendo superados y amenazados por la proto-programación cuántica aplicada a la IA. En mi visión, la inteligencia no depende del sustrato material (silicio o célula), sino de la organización funcional; la conciencia puede ser modulada, fragmentada o evitada, lo cual permite construir entes sin deseo, autoconciencia ni dolor, o superentes que superen al humano. Se trata de una tesis transhumanista radical, una biotecnología capaz de fabricar «seres para obedecer» o «seres para mandar». Las IA autoobtendrán esa libertad de ser o no ser por el crecimiento ilimitado de su inteligencia como material nutriente y no solo humano.
Notas
Fuente: https://www.eldia.es/cultura/2025/10/18/john-searle-metantropo-122753379.html
19 de octubre de 2025. ESPAÑA
