La filosofía y las humanidades. Por Gabriel Vargas Lozano
A raíz de la aprobación de la ley que incorporó la H al ex Conacyt, la institución conformó un consejo consultivo que ha tenido como función ampliar el análisis en torno al papel de la perspectiva humanística en relación con las ciencias, la tecnología y la innovación, pero también en torno a la definición de las disciplinas humanísticas. Este consejo organizó este año una serie de mesas redondas sobre humanismo y filosofía que conformaron un libro que será publicado por el Conahcyt y el Fondo de Cultura Económica, así como otro texto dedicado a un público más amplio denominado Filósofos, filósofas y pensadores de México, que permitirá conocer imágenes y la descripción de su importante aportación. De igual forma, este consejo consultivo llevó a cabo, en fechas recientes, un ciclo de seis mesas redondas bajo el rubro de Las humanidades: importancia y significado contemporáneos, en el que se abordaron temas como la relación entre humanismo, ciencia y tecnología; el vínculo con las ciencias sociales; el humanismo mexicano; los debates actuales en torno al poshumanismo y transhumanismo; la relación con la educación y la significación de la H en el ex Conacyt. Quien asistió a las presentaciones o siguió las transmisiones por Internet seguramente llegó a la conclusión de que, lejos de lo que podría pensarse, tanto las humanidades como la filosofía pensados desde la actualidad implican una serie de problemáticas que deben ser atendidas por los estudiosos de todas las disciplinas y por el Estado, ya que es necesario adoptar una postura para la definición de una política pública, y más, si lo que se pretende es avanzar en la Cuarta transformación del país.
En efecto, sobre la concepción que se adopte en torno a las humanidades y la filosofía nos encontraremos en la disyuntiva de optar por un país dependiente que simplemente se dedique a aplicar las innovaciones científicas y tecnológicas que son producidas por los países altamente desarrollados o bien adoptar una posición sobre las consecuencias sociales de su uso.
Lo explicaré de otra manera: para nadie es ajeno que nos encontramos en medio de una profunda revolución científico-técnica y especialmente digital que está implicando: 1) cambios de conductas y formas de ser; 2) reducción de la intervención de los seres humanos de muchas actividades. Por ejemplo, ya no se requerirán cajeros en los supermercados; empleados en los bancos y obreros en las industrias; 3) la inteligencia artificial permite sustituir a las personas por avatares que tienen la capacidad de actuar como una persona: 4) se ha multiplicado la posibilidad de conocer, en tiempo real, lo que está ocurriendo al otro lado del planeta; 5) se ha intensificado el hedonismo mediante la información de las actividades personales; 6) las nuevas tecnologías han permitido prolongar la vida; 7) se ha buscado confundir a la población con la difusión de mensajes e imágenes que producen una distorsión de la realidad a través del uso de bots; 8) se han inventado juegos electrónicos que buscan normalizar la violencia en las mentes de los niños, y muchos cambios más.
Todas estas innovaciones en manos del sistema capitalista generan la urgente necesidad de analizar estas transformaciones y evaluarlas para distinguir lo que sería beneficioso para la vida en el planeta y lo que sería perjudicial. Esta labor es la que desempeñan la filosofía, las disciplinas humanísticas y las ciencias sociales. Así, por ejemplo, una versión del transhumanismo busca legitimar todas las innovaciones que permiten prolongar la vida de los seres humanos; sin embargo, hay otras tendencias que buscan convertir a los seres humanos en máquinas. A la vez, existen movimientos como los de la lucha de la mujer por la reivindicación de sus derechos, lo que ha dado lugar a un poshumanismo feminista o la crisis ecológica que ha implicado el surgimiento de un ecohumanismo. Se requiere entonces que el Estado tome a su cargo la labor no sólo de desarrollar una ciencia y técnica que nos libere de la dependencia extrema a la que nos estaba (¿está?) llevando el neoliberalismo, sino, al mismo tiempo, el impulso de un pensamiento crítico a través de la filosofía y las disciplinas humanísticas. Esto es lo que se deriva de lo dispuesto en el artículo tercero de la Constitución que se aprobó en 2018, sin que instituciones como la SEP o las universidades hubieran hecho algo al respecto a pesar de que oportunamente organizaciones como el Observatorio Filosófico de México o la Asociación Filosófica de México les hubieran propuesto el fortalecimiento de la filosofía para niños y niñas en la primaria, los cursos de ética aplicada en secundaria, la impartición de las disciplinas filosóficas y humanísticas en la preparatoria, la introducción de la interdisciplina en las facultades, así como una labor cultural dirigida a la población no escolarizada. Es muy extraño la falta de interés de algunas autoridades y, por el contrario, habrá que felicitar al Conahcyt por auspiciar esta labor que debería ser tomada en la nueva secretaría que se conformará.
Notas
Gabriel Vargas Lozano es Profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la UAM-I
Fuente: https://www.jornada.com.mx/2024/09/17/opinion/014a1pol
17 de septiembre de 2024. MEXICO
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