
Por Jaime Nubiola
El pasado sábado tuve ocasión de escuchar una interesante charla de José María Barrio, profesor de la Universidad Complutense, a propósito de lo que llamaba la «crisis del conocimiento en la enseñanza escolar», inspirado en parte en la pedagoga sueca Inger Enkvist. Me llamó la atención en particular su afirmación de que hoy en día se evita en la enseñanza el esfuerzo por aprender. La idea que venía a decir Barrio era que los gobernantes piensan que, en el fondo, cuantas menos cosas sepan los ciudadanos, mejor, porque así serán más dóciles y supuestamente más felices, tal como aparecía en el mundo de Orwell.
Me sorprendió esta idea de que la educación aspirara básicamente a que los niños y los jóvenes estuviesen entretenidos sin realmente pedirles mucho esfuerzo, porque así son más manipulables. Probablemente los gobernantes no se lo plantean con estas palabras, pero la paulatina democratización de la enseñanza ha traído consigo el sistemático descenso del nivel de los contenidos exigidos a los estudiantes en España y en muchos otros países. Hace dos semanas tuve ocasión de hablar con el máximo responsable del sistema educativo argentino quien me contaba con preocupación que la prohibición de repetir curso había traído consigo que un número no pequeño de los alumnos que terminaban la enseñanza obligatoria en su país no sabían leer ni escribir y para compensar esa carencia estaban preparando un plan de alfabetización.
Entre los remedios contra la crisis del conocimiento en nuestra sociedad, el profesor Barrio nos alentaba a los profesores a empeñarnos en vivir inteligentemente, persuadidos de que cuanto más aprendamos mejores seremos, y así podremos enseñar a nuestros alumnos a vivir también inteligentemente, a cultivar su vida intelectual, a ser capaces de pensar por su cuenta y riesgo y dar a los demás razón de su vida.
Notas
Miraflores de la Sierra, 5 de octubre 2025
Fuente: Jaime Nubiola
9 de octubre de 2025. ESPAÑA
