ateísmo católico de Gustavo Bueno. Por José Luis Pozo Fajarnés

Razones por las que Bueno se consideraba «ateo católico»

Por José Luis Pozo Fajarnés

En este texto vamos a expresar algunos argumentos relevantes para saber las razones que llevaban a Gustavo Bueno a considerarse como «ateo católico». Nuestro recorrido transcurre prestando atención a una serie de asuntos tratados por él mismo en algunas de sus obras y conferencias. Asuntos que pasamos a enumerar: 1) Aclaración de lo que supone ser agnóstico respecto de lo que es ser ateo. 2) La negación de la idea de Dios por ser contradictoria. 3) La respuesta a qué es la religión. 4) Un ateo esencial puede tener una doctrina elaborada de la religión. 5) Aristóteles es el padre de la teología, por haber expresado de modo más elaborado la Idea de Dios, que solo estaba en ciernes en autores anteriores. 6) Los falsos presupuestos de la teología fundamental. 7) La confusión entre religiones derivada de la obra de Lessing. 8) Solo es posible desarrollar una filosofía de la religión si se tiene una teoría de la ciencia. 9) Toma de distancia con el radicalismo ateo de los racionalistas. 10) Por último, recabaremos en la relevancia que el cristianismo en general –y el cristianismo católico en particular– ha tenido en la historia, pues ahí encontramos los argumentos más elaborados de Bueno para declararse como «ateo católico».

En esta secuencia también distinguiremos dos modos en la consideración del ateísmo de Gustavo Bueno. Los distinguimos pese a que uno y otro no sean compartimentos estancos, pues son inseparables pese a que podamos disociarlos.

– El primero es el que tiene que ver con la ontología, y por ende, con la gnoseología. Solo así podrá entenderse su «ateísmo esencial». Ateísmo que expresa el momento crítico de su sistema respecto de lo que se entiende por «Idea de Dios».

– El segundo modo de ateísmo en Bueno lo consideramos desde dos perspectivas diferentes:

• Por una parte, al atender a argumentos relacionados con la teología dogmática. En esta primera consideración observaremos que no es posible que pueda desconectarse totalmente de la ontología y la gnoseología, pues la teología dogmática expresa también unas «materialidades» que precisan ser «conocidas». La teología dogmática presenta una serie de afirmaciones que se adecuan a posiciones materialistas, como son la pluralidad implicada en la Trinidad, la corporeidad de Cristo, y otras.

• Y, por otra parte, lo entendemos al situarnos en una perspectiva moral y política. Una perspectiva que atiende a los argumentos que enfocan cuestiones relacionadas con la historia universal, y con el papel que jugó España en ella. Pero también con lo que ha supuesto y supone el catolicismo, tan relacionado con el Imperio español. No solo en él sino también en un mundo impregnado de tradición católica en muchas de sus partes y enfrentada a ella en otras.

El ateísmo esencial, pero católico, de Gustavo Bueno quedará argumentado al atender a lo que acabamos de referir. La secuencia argumentativa en la que tendremos en consideración estos momentos que son, tal y como hemos dicho, inseparables, es la plasmada previamente en los diez puntos señalados. Comenzaremos nuestro recorrido incidiendo en el término «ateo», al que debemos unir la esencialidad. Según vayamos desarrollando los puntos de nuestra argumentación, iremos atendiendo a la conexión con la religión a la que se enfoca tal ateísmo. Esto último, como comprobaremos, no anula la confrontación con los credos monoteístas del judaísmo y el Islam, pues según desarrollemos nuestros argumentos podremos comprobar cómo queda destruida una creencia metafísica, la del Dios expresado en ellas. No solo en su existencia sino también en su esencia, destruyéndose de este modo además su propia Idea.

1. Gustavo Bueno rechaza que pueda afirmarse la negación de Dios desde lo que hoy se expresa como agnosticismo. El agnóstico en su origen era el que negaba la sapiencia particular de grupos gnósticos. Pero el agnosticismo en sentido actual no se introdujo para negar a esos gnósticos originarios, a los de los primeros siglos de nuestra era. Se introdujo para señalar y negar a los gnósticos de la Inglaterra de Darwin. Que eran gnósticos según el criterio de quién acuñó el término, Thomas Huxley: las diferentes sectas protestantes, aunque también las iglesias anglicana y católica{1}.

El término derivó en diferentes significados que oscurecían lo que previamente era el ateísmo. Se usa para negar a Dios, para decir que no se le puede conocer, etc. De ahí que Friedrich Engels señalara que los agnósticos eran creyentes que se avergonzaban de serlo. El motivo era que consideraba la duda inaceptable. Y lo mismo podemos decir de lo que ha expresado Gustavo Bueno, aunque de un modo mucho más estricto y desarrollado que el expresado por Engels. La Idea de Dios para este último podía considerarse como un producto superestructural, sin diferenciarla en los diferentes modos de producción. Pero esta Idea es muy distinta si hablamos de religiones prehistóricas o de religiones desarrolladas en el marco propiamente histórico. En El animal divino, Bueno fasifica las religiones, de tal manera que señala que en la primera de las fases, la que surge en el periodo paleolítico, los dioses son verdaderos: son los animales, los mismos que están representados persistentemente en las cuevas que se han ido descubriendo, las cuales son hoy día consideradas por los especialistas en la materia más como templos que como pinacotecas. La influencia de la doctrina materialista de Bueno en el cambio de perspectiva no puede obviarse.

2. Además de esto, en este texto y en otros, como por ejemplo en La fe del ateo, Bueno niega que la Idea de Dios, propia de las religiones de la tercera fase, sea una Idea posible. Las religiones de esta fase denominadas como «terciarias», son las religiones monoteístas. Kant había expresado la contradictoriedad en la Idea de Mundo, en su Dialéctica trascendental, pero no había expresado contradicción alguna para el Ideal de la razónIdeal que, según su criterio, expresaba en su término la «necesaria» existencia de un Dios cuya esencia no ponía en duda, al no considerar en ella contradicción. La excusa para expulsarlo de la posibilidad de conocerlo era que no podemos tener experiencia de él. La razón en su labor de síntesis llegaba a su expresión mediante la tarea de hacer juicios disyuntivos uno tras otro. Bueno negó esta posibilidad:

El materialismo filosófico no puede aceptar la idea de una dialéctica trascendental, derivada del «uso formal» de la razón, porque no puede aceptar que las Ideas de Alma, Mundo y Dios sean «secreciones» formales de los silogismos categóricos, hipotéticos o disyuntivos, respectivamente.{2}

Además de ello, la contradicción también está presente en esta Idea. Las contradicciones que considera Bueno demuestran la imposibilidad tanto de su esencia como de sus atributos, lo que es prueba suficiente de su no existencia. Respecto de la esencia podemos señalar, en primer lugar, que si la Idea de Dios implica la de un ser creador y causa primera, también tendría que haberse causado a sí mimo (causa sui). Pero es absurdo que alguien –ni el mismo Dios– pueda ser anterior a sí mismo. En segundo lugar, si atendemos ahora al argumento ontológico de San Anselmo, este pide una serie de absolutos: la necesidad, la existencia y la posibilidad. Estas tres ideas precisan, para tener sentido, de contexto, porque tomadas como absolutos son meras ideas metafísicas. Por otro lado, un Dios absoluto anegaría al mundo, lo haría desaparecer en su seno, y eso es lo que entendemos por panteísmo. Panteísmo que no puede aceptarse, ni siquiera por la teología cristiana.

Con relación a los atributos lo contradictorio de la idea de Dios es más aparente: Dios no puede ser infinitamente bueno y justo a la vez, porque lo que esto implica es absurdo. La bondad infinita haría –en muchos casos– imposible la justicia. Lo mismo sucede en el choque que esa infinita bondad tiene con la existencia del mal: ¿cómo sería posible el mal ante la bondad infinita de Dios? Tampoco sería viable la libertad del hombre si Dios es omnisciente. La libertad sería una simple «apariencia de libertad». Y la omnipotencia deriva en absurdos como el de que Dios no podría crear un motor imparable, ya que su omnipotencia permitiría que lo pudiera parar, y por lo mismo no sería imparable.

Nuestra conclusión es la de Gustavo Bueno: la Idea de Dios es imposible por ser contradictoria en sí misma. Si no hay esencia que soporte accidente alguno, es absurdo pensar en que esta pueda ser demostrada. La demostración de la existencia de Dios no tiene cabida alguna.

3. Dicho todo esto, podemos añadir un nuevo argumento, el que incide en que no estamos hablando de lo mismo al señalar a Dios y su Idea, que al preguntarnos: ¿qué es la religión? Para clarificar esta cuestión más en detalle, comenzaremos señalando que no todas las religiones tienen un Dios, o diferentes dioses. Y añadiremos que, una vez que hemos negado la esencia del Dios terciogenérico, y por lo mismo su Idea, sin embargo tenemos que admitir la veracidad de algunas divinidades: las divinidades que Bueno ha expresado como «númenes». Estos númenes son los dioses verdaderos a los que nos hemos referido antes: los animales con los que el hombre paleolítico se relacionaba y que pintaba abundantemente en las cuevas. Hoy siguen estando presentes en sus hábitats naturales, o incluso en los hogares como animales domésticos: puede reconocerse ese carácter numinoso de los animales salvajes si pensamos en la posibilidad de enfrentarnos a un tigre en la selva; y respecto de los animales domésticos también podemos reconocer este carácter si atendemos a como les tratan en muchos casos sus dueños. Los ejemplos que podríamos señalar de unos casos u otros serían incontables.

Con esos dioses del paleolítico, el hombre se ha relacionado tratándolos como seres inteligentes y poderosos. Más inteligentes y poderosos que ellos mismos, tal y como entendemos al ver sus referencias en las paredes de las cuevas. Pero estos animales no son los únicos númenes, pues debemos añadir otros que están más alejados de nosotros. Estos son unos seres que están investidos de existencia, pese a que esta no está demostrada. Unos seres que pudieran incluso tener –así se ha expresado en muchas ocasiones– una muy mayor capacidad intelectual y mucho más poder que los humanos. Estos seres son los extraterrestres. Unas veces tenidos por buenos otras por malvados, según el ánimo de los que los mientan.

Por otra parte, atendiendo ahora a las religiones terciarias, que son las del periodo en que se han desarrollado los monoteísmos, debemos señalar que la pregunta relativa a lo que pueda ser la religión se suele contestar como sigue: las relaciones del hombre con Dios. Lo que hemos ido señalando hasta ahora nos permiten decir que tal respuesta no es adecuada. Es una respuesta que, desde nuestros parámetros, tildamos de nematológica, pues presupone la creencia en un Dios único, creador de todo lo que existe y con un largo etcétera de caracteres{3}. Un Dios que además hemos desechado como existente por ser absurdo incluso pensarlo. Este modo de entender la religión  que implica una relación de cada creyente con su Dios, sufrió un gran impulso con la Reforma protestante, con el cambio de perspectiva que supuso el «giro antropológico», y con la filosofía racionalista que se desarrolló en su marco. Esta nueva situación propició un nuevo modo de entender el hombre, su Idea. Un modo individualista que contrarrestaría el modo de entender lo que es el hombre en la tradición –católica– a la que se oponía.

La religión como la Institución que es tiene  los dos momentos presentes en toda Institución: el tecnológico y el nematológico. El momento tecnológico es la que le da sentido y hace de la religión que sea, «verdadera religión». De ese modo encontraremos en ella algunos de estos caracteres: ritos, sacerdotes, sacramentos, fiestas de guardar, momentos claves en el tiempo que ordenan la sociedad, etc. El nematológico es el momento en el que surge la metafísica entre los que profesan la religión. Es cuando trata de definirse mediante expresiones inadecuadas, por imposibles, como la señalada más arriba: la religión es la relación del hombre con dios. Un Dios, el terciogenérico, que no es nada, pues como se ha demostrado, no solo no existe sino que su propia esencia es imposible.

4. Haciendo un inciso en el desarrollo argumentativo, es momento ya de dar las razones del ateísmo esencial de Gustavo Bueno. A Dios no puede señalársele como objeto de la filosofía de la religión. La filosofía de la religión, cualesquiera que sean estas, parten de una serie de ideas trabadas que conforman previamente el modo de entender el mundo, y cada una de ellas lo entiende de modo diferente, pese a que pueda haber similitudes entre unas y otras. El punto de vista de Bueno es el ateísmo esencial. Su punto de partida es radicalmente ateo.

¿Un ateo puede tener una doctrina elaborada de la religión? Por supuesto que sí. Como ejemplo incidiremos en que no es preciso comulgar todos los domingos para saber y criticar el dogma de la Eucaristía. Robert K. Merton afirmaba que no es preciso estar dentro de algo para conocerlo{4}. Bueno se hace eco de ello para justificar que desde su ateísmo, y precisamente por hacerlo desde esa plataforma, es posible llevar a cabo la tarea de desarrollar una filosofía completa de la religión. La condición necesaria para ello, que no suficiente, es precisamente no tener ninguna religión. Pues si no se da este caso lo que tendremos ante nosotros será una teología fundamental, la dependiente de las creencias previas. El ateo es el que más interesado debe estar por la filosofía de la religión, para contrarrestar los discursos encubiertos que puedan proponerse.

5. En este contexto retomamos la definición nematológica de religión, como la relación del hombre con Dios, que ya hemos negado previamente. Y tenemos también en cuenta otra afirmación tenida previamente en consideración: que la religión, tal y como la expresamos desde nuestros parámetros, solo tiene que ver con las religiones positivas. Debemos incidir además en que la Idea de Dios que manejan los creyentes en las religiones monoteístas es muy tardía: la que expresó Aristóteles por primera vez.

Esta es una Idea de Dios que, por ser «idea», es producto de la filosofía. La filosofía de Aristóteles define la Idea de dios como el Acto Puro, y también como el Primer Motor Inmóvil. De todas estas maneras lo denominó. Pero las afirmaciones de este filósofo han llevado a Gustavo Bueno a defender la tesis de que tanto en su Física como en su Metafísica, al expresar los caracteres de este Ser eterno –tan eterno como lo que movía como primer motor– quedó paralelamente marcada otra senda, la del ateísmo terciogenérico. Alfonso Rodríguez Tresguerres nos dice, siguiendo a Bueno:

Es el caso del Dios de Aristóteles, con el que no cabe mantener relación de ningún tipo, y, desde luego, tampoco ese peculiar tipo de relación a la que cabría calificar de «religiosa», porque el Dios aristotélico (motor inmóvil, pensamiento que se piensa a sí mismo) ni conoce el mundo ni la existencia del género humano. Otro tanto sucede con los dioses epicúreos, y lo mismo podría decirse del Dios de los deístas, al menos de aquéllos que se encuadran en las posiciones más radicales, como es el caso de Voltaire.{5}

La vía hebrea de confluencia en el monoteísmo tiene diversas explicaciones, entre las que podemos incluir la del muy conocido médico/filósofo Sigmund Freud. Este señaló que el descubrimiento del monoteísmo por parte de los hebreos se debe a que Moisés pudo ser un sacerdote del Dios/faraón Akenatón. Pero no se queda en esa mera especulación histórica, pues también nos da una de carácter psicologista, cuando en su obra Moisés y la religión monoteísta, tiene en cuenta la posibilidad de que el protagonista de su opúsculo pudo ser asesinado por los hebreos, para expresar una divinidad en relación con él pasado el tiempo, siguiendo así los argumentos expresados en su obra Tótem y Tabú.

La idea del Dios de los hebreos, filosóficamente argumentada, solo se expresará tras que Filón de Alejandría (20 a. C. – 45 d. C) hiciera suyos algunos planteamientos de Aristóteles, adecuándolos a su religión. Y es que, como hemos señalado, fue esta último el que expuso por primera vez una Idea filosófica de Dios. Siglos después, se expresaría en términos muy similares el Dios de la religión musulmana, pues Mahoma, lejos de ser un indocto, tal y como señala la tradición, se formó en una escuela aristotélica. La cuestión digna de mención que ha señalado Gustavo Bueno, respecto de esta cuestión teológica, es que este Dios y su Idea, no pueden de ningún modo adecuarse a credo alguno. Tal y como hemos afirmado antes, el primero es una divinidad no religiosa y la segunda imposible.

Esta tesis de Bueno se confirma atendiendo a lo que Aristóteles ha afirmado. En su Ética a Nicómaco asegura, que entre los hombres no cabe amistad y amor cuando se da un distanciamiento social. Si esto se toma en consideración en su teología, se concluirá que la religión es inviable por la distancia inabarcable que hay entre Dios y lo que causa, sea de modo directo o subordinado (lo que luego la teología expresara como causas primera y segundas). Dios es causa del movimiento de la esfera de las estrellas fijas, por contacto constante y directo, como del movimiento del resto del mundo supralunar y del sublunar, aquí por derivación. La imposibilidad de que se dé una conexión amistosa o amorosa, como asegura la religión cristiana, es patente por tanto.  Es imposible porque la distancia es entre el Motor Inmóvil y los hombres es inabarcable. Buena asegura que no es que solamente Dios no ame a los hombres, sino que –por la misma definición dada por Aristóteles del Primer Motor– ni siquiera piensa en ellos, pues solo piensa en él mismo. Es noesis noeseos (pensamiento de su propio pensamiento).

6. La teología dogmática cristiana marca diferencias esenciales con las teologías de las otras religiones monoteístas. Los dogmas son los que expresan las diferencias: que Dios es trino, que Cristo está encarnado, etc. Además de la teología dogmática está la teología fundamental o natural. Aunque la teología natural tiene su expresión original en Aristóteles fue Santo Tomás el artífice de que esa teología se desarrollara como teología fundamental. Así denominada por pretender recabar los fundamentos filosóficos de la Idea de Dios y de Dios mismo, de su esencia y de su existencia. Algo a lo que el materialismo filosófico no atiende, pues como hemos podido comprobar previamente, los ha desechado por sus falsos presupuestos. Lo que no deriva en que se pierda el interés en sus conclusiones. Sobre todo si confrontamos estas con las de las ideas ilustradas.

Un ejemplo clarificador es lo que nos dice Santo Tomás respecto de lo que acompaña a lo que desde sus parámetros es el núcleo de la religión (expresado en la teología natural). Los ritos y sus oficiantes, por ejemplo, son para este teólogo algo que denomina como sobrenatural (y que es lo que, desde nuestros parámetros, hemos reconocido como verdadera religión, por ser lo que le da positividad). El ilustrado Voltaire, sin embargo, expresará estos ritos como todo lo contrario, como infranaturales, de manera que encumbra la falsa religión natural de Rousseau. Las ideas de Kant, a este respecto, son las mismas. No en vano su modo de entender la religión es el del protestantismo más acérrimo: el pietismo.

7. Respecto de esta falsa religión natural, comenzaremos por señalar lo que nos dice uno de sus partidarios: el crítico de arte Gotthold Ephraim Lessing, que es el autor de Nathan el sabio. En esta obra defendió la tesis de que las tres religiones monoteístas eran una sola. Bueno sacó a la luz el tremendo error que supone tal consideración. Lessing incidía, para su argumentación, solo en algo accidental común a las tres: el monoteísmo. Y las ecualiza además incidiendo en que son «religiones del libro», y por ser el Dios de «ese libro» –la Biblia– un mismo Dios. Pero al dejar de lado lo accidental e ir a lo esencial, a lo positivo que diferencia a cada una de ellas, reconocemos a las tres religiones como diferentes. El punto de partida de Lessing es el de su adhesión a la «religión natural», que es la profesión de fe ejercida por el «vicario saboyano» del Emilio de Jean–Jacques Rousseau:

El concepto de religión natural es una construcción filosófica, que no denota ninguna religión positiva e incluso se postula al margen, y aún en contra, de toda religión positiva. (…) Es un concepto que ha sido ya aplicado a los hombres en cuanto son pensados fuera del curso de la civilización histórica («buen salvaje»). Pero el «buen salvaje», en perspectiva evolucionista, está más cerca del Pitecántropo y aun del Australopiteco, que del vicario saboyano. (…) La religión natural es el concepto filosófico que la filosofía clásica de la religión desarrolló precisamente para ofrecer un fundamento de verdad a la vida religiosa de la humanidad. Este es justamente el servicio que nosotros creemos puede rendir la nueva versión de este concepto, la religión natural del Paleolítico superior, la religión (que no es religión positiva) de un hombre (el «buen salvaje») que no es hombre todavía. (…) El concepto filosófico de religión natural desempeña el papel de un horizonte necesario para que pueda aparecer como problema el concepto de la religión positiva, que es la religión simpliciter.{6}

Pero la religión natural no puede ser considerada ni siquiera religión, pues se estructura al modo de los códigos morales, además de que niega lo que de positivo tienen las religiones. Lo positivo que tienen es lo que hace que, las tres religiones representadas en la metáfora de los tres anillos de Nathan no sean iguales sino diferentes. La filosofía materialista de Gustavo Bueno afirma que una religión solo es tal por su positividad. La religión natural ilustrada va en contra de la religión positiva del catolicismo: contra sus cultos, sus sacramentos, sus festividades, sus dogmas, etc. Esto es lo que diferencia esencialmente al catolicismo del judaísmo o del Islam. Lessing, al no atender a la positividad que diferencia a una de otra y quedarse en la superficie, en lo accidental, las confunde entre sí.

Frente a este modo de ver, Bueno ha señalado en ¡Dios salve la razón! que hay «diferencias esenciales entre las tres religiones monoteístas, diferencias que quedan oscurecidas por su ecualización en un componente oblicuo, al menos para el cristianismo católico, a mil leguas de distancia de ese “fetichismo del Libro”».{7} Lo más paradójico es que, a día de hoy, la Iglesia ha asumido este discurso. Debido a ello ha dejado la responsabilidad de la confrontación solo en los Estados (sobre todo en el que ahora ostenta todavía el poder imperial, pero que está investido de protestantismo: Estados Unidos), de manera que podemos observar un deterioro de la Iglesia romana que mina constantemente su expresión como «esencia procesual» que es, como Institución.

8. El supuesto que Bueno expresa para la posibilidad de desarrollar una filosofía de la religión es un supuesto dependiente de la gnoseología del materialismo filosófico, un supuesto deudor del cierre categorial. Cuando hablamos de religiones positivas, de lo que se considera como verdadera religión, en lo que nos fijamos es en el material religioso. Pero este material no tiene unos límites claros, por lo que su definición es harto difícil. Como no puede ser de otra manera, estamos situados en el ámbito antropológico. La teoría del cierre categorial nos dice que en el contexto de una categoría, unos conceptos y unas leyes se forman a partir de conceptos y leyes expresados en su seno. Este será el hilo conductor en religión, teniendo en cuenta que la religión no es una categoría susceptible de ser cerrada. Bueno expresa este mecanismo apoyándose en la metáfora de una cadena{8}. Los conceptos religiosos (sacerdote, altar, templo, santo…) serían eslabones de esa cadena. Una cadena que solo podrá ser expresada a partir de unos eslabones bien definidos.

Otros conceptos no tan claros no serían los que habría que tener en cuenta, pues emborronarían lo que es la religión. Por ejemplo, los conceptos como «muerto», «enterramiento», «cementerio» u otros. Estos conceptos se definen de modo diferente dependiendo de una idea previa de lo que quiere ser expresado. Según lo que se entienda previamente por religión estos conceptos significaran una cosa u otra diferente. Y así, los primeros enterramientos fueron no religiosos: para esconder la comida, pues enterrada no llegaba su olor a los depredadores; pero también por el mal olor tras su putrefacción. Por otra parte, los primeros enterramientos ceremoniosos conocidos no son de hombres sino de animales, de osos concretamente. Estos enterramientos se circunscriben –atendiendo a la filosofía de la religión del materialismo filosófico– a la primera fase de la religión, mientras que los actuales enterramientos lo serían de la tercera. Además, debemos señalar que los cementerios no existían en tiempos pasados. El concepto cementerio es un concepto muy novedoso por tanto, y mucho más alejado de conceptos como el de sacerdote o templo que el de enterramiento en sentido religioso.

Como hilo conductor, metódico, tendríamos un eslabón primero de entre todo el conjunto plural y de gran complejidad que conforman todos estos conceptos/eslabones. Este eslabón tendría que estar de un modo u otro presente en ellos y tendría que ser, como no puede serlo de otra manera, material. Tiene que ser corpóreo, físico, y no espiritual. Este eslabón necesariamente implica la idea de «bultos» (que etimológicamente significa «rostros»), no cabe otra característica si de religión se trata. Estos bultos son o se comportan como sujetos operatorios, como son los hombres, pero no son hombres. Unos bultos que pueden realizar actos diversos (huir, matar, robar, engañar, etc.). Ocuparan un lugar, que puede ir desde una guarida (donde podían recogerse animales u hombres) hasta un templo (las cuevas con pinturas parietales se consideran como tales ya por muchos paleontólogos). Pero debemos tener en consideración que para comprender el fenómeno, podemos pasar desde la guarida hasta el templo, pero no del templo a la guarida.

Unos bultos, en este caso los hombres, trataron y tratan, incluso hoy día, con otros bultos que no son como ellos, que no son hombres, pero que como ellos tienen faz. Este primer eslabón, el de los seres con faz no humanos, son los númenes animales. Les ruegan, en muchos casos huyen al verlos. También pueden insultarles. Estos númenes tienen un carácter trascendental por tanto. Decimos «trascendental» no en sentido kantiano sino en un sentido materialista, el derivado de su ámbito jurídico: «bien entendido que este término lo tomamos en el sentido positivo, y no en el sentido metafísico del idealismo kantiano»{9}. Los númenes animales son el eslabón primero señalado por Bueno. Son los dioses de la primera fase de la religión y son el núcleo de la religión:

La intención de la filosofía zoomórfica de la religión originaria es muy distinta a la intención descriptiva, «empírica», émica, de las ciencias positivas. Es una intención ontológica. No sostiene que los hombres primitivos han comenzado divinizando a los animales (o los han deificado en una fase de su desarrollo).{10} Sostiene que son los animales los núcleos numinosos de la propia idea ulterior de divinidad. Y que, por consiguiente, tendrá sentido afirmar que la religión es verdadera porque los númenes de la clase N existen –son los animales (ciertas especies, géneros u órdenes de animales) y no son fenómenos ilusorios propios de la mentalidad prelógica, de la percepción salvaje.{11}

Algunos hombres se especializan en la relación con esos bultos no humanos. Son los sacerdotes. En esta relación, sucede lo mismo que antes, se puede pasar del bulto al sacerdote, pero no viceversa. Con lo que podemos señalar también que esta filosofía materialista de la religión se opone a la idea defendida por el sofista Crítias, de que los sacerdotes fueron quienes inventaron la religión.

Este es el desarrollo de lo que es la religión. Solo en un momento muy tardío de este recorrido surgió la idea de Dios que, aunque falsa, por su contradictoriedad, fue fundamental en las religiones monoteístas. Y pese a que con ella, paralelamente, iban a poder desarrollarse los argumentos del ateísmo.

9. Gustavo Bueno ha confrontado las opiniones referidas a que el papel de la Iglesia haya sido nefasto en la historia. El cristianismo no ha sido antítesis de los desarrollos progresivos en todos los ámbitos: político, social, moral, científico, etc. Bueno en La fe del ateo nos dice que este modo negativo de señalar a la Iglesia es el defendido por el «radicalismo racionalista» ateo. La teología cristiana desarrolló…

…una teología dogmática que puede considerarse como una de las muestras más refinadas, en desarrollos culturales, de la ciencia en su acepción (aristotélica) de ciencia proposicional. (…) No queda otra alternativo sino la de mirar con desprecio a quienes hablan, en general, de la rudeza del pensamiento teológico y de su acción retardataria, y creen, con ingenuidad de adolescente idealista, que removida la religión e instaurado el ateísmo, el progreso, el bienestar, la paz y la felicidad vendrán por sí mismos.{12}

10. Estos no son los únicos argumentos de Bueno respecto de señalar el papel del cristianismo en nuestro acervo. Muchas veces ha señalado los logos científicos de figuras cristianas, sobre todo católicas: Mendel, Sacheri, ​Lemaître, etc., Pero comenzando por Copérnico, en el Renacimiento:

El Renacimiento no puede entenderse al margen, precisamente, del aliento de la Iglesia romana (que a nuestro juicio no tendría por qué «pedir perdón» retrospectivamente por el caso Galileo u otros similares). Y porque ninguna otra religión del libro, y particularmente el Islam, puede ofrecer una relación de figuras de primera línea que fueron decisivas en las revoluciones de la ciencia moderna y actual, sin dejar de ser cristianas, más aún, siendo cristianas, y por serlo (después de la muerte de Averroes ningún científico o filósofo de primera línea puede citarse en el Islam).{13}

Los protagonistas del mal llamado «Renacimiento» dependían totalmente de los logros del periodo en el que el cristianismo fue protagonista. La continuidad en el desarrollo es innegable, pese a que con tal denominación, que solo se fija en la Edad Antigua, lo que se pretende es catalogar como oscurantista el periodo intermedio medieval. Tampoco se incide en que el cambio más acusado fue el de la revolución de los ingenieros que derivó en que de modo paulatino en unos sectores del saber (los de segundo grado, que siempre van a remolque de los primeros), y de modo más marcados en otros (los del desarrollo tecnológico). El modo en que se fue dando esta transformación fue el del paso de un modo de entender qué es y qué desempeña la ciencia a otro diferente: de una acepción que nosotros –desde los parámetros del materialismo filosófico– denominamos como segunda acepción a la tercera. Teniendo en cuenta que la primera de todas era la «ciencia como conocimiento técnico», realizado mediante operaciones quirúrgicas. Atendamos a las dos acepciones protagonistas del periodo al que estamos  atendiendo a partir de ahora:

La acepción que comienza a dejarse atrás es la de ciencia como «sistema de proposiciones derivables de principios». Este es el modo geométrico de desarrollar la ciencia, el modo en que, según Aristóteles, se expresa la verdad. Los neoescolásticos y muchos filósofos modernos, entre los que podemos señalar a autores como Renato Descartes o Benito Espinosa, entre otros, defendían ese modo de expresar la verdad. Ejemplo de ello lo tenemos en una de las obras más conocidas del segundo de los mencionados, pues publicó su Ethica subtitulándola de este modo: more geometrico demonstrata).

La nueva forma de expresar verdades en la época Moderna, tras el periodo renacentista iba a ser sobre todo la tercera, que es la de la «ciencia categorial estricta», la ciencia que también denominamos positiva o moderna. Este método, que clasificamos mediante esta tercera acepción de ciencia, irá paulatinamente consolidándose hasta que en el siglo XIX consiguió su desarrollo más vertiginoso. La física que, se había cerrado de la mano de Newton, a finales del siglo XVII, tendría nuevos cierres categoriales en las décadas posteriores, ampliando su campo: termodinámica, electromagnetismo, etc. Paralela y posteriormente se dio el cierre de otras ciencias, como la química o la biología.

Si somos justo con la historia de estos cambios tenemos que seguir incidiendo en el papel de España en ellos, pues uno de los cambios más drásticos, y que derivaron en que las transformaciones en el saber se dieran tan rápidamente, fue el descubrimiento de América. También la demostración del teorema de la esfericidad de la Tierra, con la circunvalación conseguida por Juan Sebastián Elcano. La artes de navegación, el conocimiento de las corrientes marinas, la cartografía, el nuevo modelo de calendario (denominado «gregoriano» y que sustituía al «juliano», vigente desde hacía más de 1.600 años), las leyes de caída de los graves, y un largo etcétera. Aunque ahora solo queremos considerar el carácter que el catolicismo dio a la construcción del Imperio español y el papel de la tradición cristiana en la ordenación social impulsada por España.

El cristianismo, desde su origen, había tenido una característica perfectamente definida, la de su oposición a la superstición, tan común entre los mortales. Una superstición arraigada en las religiones secundarias politeístas. Esta característica es la que ahora queremos destacar, ya que de las tres religiones monoteístas presentes en nuestra era, fue la única que no dejó esta beligerancia. Incluso podemos destacar que, al relajarse tal confrontación, tras que en la Época Moderna se diera el giro antropológico, y su exaltación de la razón (philosophia novi) frente a la philosophia perennis, además de la beligerancia que los reformados desarrollaron frente a la teología dogmática, ocurrió que la superstición se volvió a hacer protagonista en mucha mayor medida entre el vulgo: espiritismo, quiromancia, fantasmas, posesiones diabólicas, etc. La superstición siempre ha estado en el vulgo, nunca en la Iglesia:

El cristianismo, al oponerse a las supersticiones, estableció un canon de racionalidad que salvó en los siglos sucesivos, y en numerosas ocasiones, a la razón de la «hemorragia supersticiosa». La misma conducta de los inquisidores (sobre todo en la Inquisición española) representó en muchas ocasiones un principio de racionalidad ante la pululación de fenómenos patológicos –aquelarres, posesiones y obsesiones diabólicas, brujerías…– que habitualmente se atribuían a Satán, o ni siquiera. Frente a los ardides perversos de los Genios malignos capaces de aterrorizar a los hombres, el Dios cristiano ofrecía una garantía de economía, de sobriedad y de seguridad entonces inexpugnable. No nos parece, en resolución, que esto justifique atribuir a Dios, a cualquier Dios en general, la función salvífica de la Razón, porque ello equivaldría a justificar la «nostalgia», por ejemplo, de la racionalidad de Traloc o de otros dioses aztecas o mayas, que inspiraban desde sus pirámides los horribles sacrificios humanos (y de cuya racionalidad o funcionalismo relativo, sin embargo, no cabe dudar, desde el punto de vista estrictamente antropológico). El Dios que sucedió victoriosamente, y arrasándola, a la «razón azteca» o a la «razón maya» fue el Dios que los cristianos españoles llevaron a América; y decimos esto a sabiendas de que podrá irritar a tantos indigenistas y algunos «teólogos de la Liberación», ocupados en husmear en las religiones precolombinas las «semillas del Verbo».{14}

El papel de España a lo largo de siglos, pero sobre todo en su periodo imperial, fue la de garantizar que esa racionalidad se afianzara en el mundo, en el contexto de la primera globalización que se expresó tras el descubrimiento. La dialéctica de Imperios desbancó ese papel español desde hace ya demasiado tiempo, pero no por eso debemos renunciar a la impronta dejada por España, enfrentando de ese modo a los que tergiversaron tal papel y siguen haciéndolo en la actualidad, dentro y fuera de nuestras fronteras y dentro y fuera de lo que denominamos como la «Hispanidad», conformada por tantas naciones que hablan nuestro mismo idioma.

En ¡Dios salve la razón! Bueno se muestra de acuerdo con el papa Benedicto XVI, cuando afirmó en su famosa conferencia en la Universidad de Ratisbona, que el cristianismo tiene como carácter destacado la racionalidad. Esta defensa de las palabras del papa, expresada por Bueno, fue una constante hasta su fallecimiento. Destacamos aquí unas declaraciones para Popular TV, que retoma Fermín Huerta en un artículo en el que critica la postura de Bueno. A Huerta no le parecen adecuadas algunas afirmaciones de Bueno como esta que cita en su artículo: «como ateo me parece absurdo que se retiren los crucifijos»{15}. En este artículo, publicado en El Catoblepas, también cita a otro materialista ateo, a Javier Pérez Jara, pues en conexión con la postura de Bueno respecto del laicismo anticatólico que ostentaba el gobierno socialista de España (el mismo que sigue expresando a día de hoy, pese a que muchos de sus correligionarios admitan ser católicos):

Un Estado (laico, neutro o aconfesional) que consiguiera reducir al ámbito de lo privado el hecho religioso, ni seria neutro ni se mantendría al margen de las religiones, porque eliminar los crucifijos de los sitios públicos estatales, regular las procesiones, impedir que suenen las campanas de los templos para llamar a los fieles a la misa, no sería neutralidad, seria seguir quitando poder a la Iglesia católica, o ajustando ese poder hacia los que voluntariamente quieren aceptarlo, o sea sus fieles, no a toda la población.

Lo que la Iglesia católica defiende no es aborrecible por el hecho de ser su doctrina. Muchos aspectos se pueden asumir desde parámetros externos a tal doctrina. Aquí solo vamos a atender a uno de ellos, de modo que de ese modo daremos por finalizado nuestro argumentario referido a que Gustavo Bueno se haya calificado a sí mismo como «ateo católico».

Si pensamos en la situación española referida al índice de natalidad actual la conclusión a la que podemos llegar –si este índice se mantiene– es que estamos abocados a una suerte de «suicidio estatal». Será un suicidio porque derivará en que el mantenimiento de la eutaxia sea inviable. La eutaxia no podrá mantenerse con una población sumamente envejecida y un núcleo trabajador reducido, ya que no se podrán elevar los índices económicos. Esto choca con el programa de los que fomentan la Agenda 2030, que, entre otras propuestas, ponen el acento en medidas que derivan en esa disminución del índice de natalidad y en el envejecimiento poblacional. Pudiera ser que tal argumento pudiera estar falto de algún «as» que pudieran guardarse en la manga, y que les permitiera un mejoramiento, a futuro, del estatus de sus promotores. Lo que no tenemos claro es si esos intereses serán los mismos que el de algunos Estados que están poniendo en funcionamiento el aparataje ideológico de tal agenda, con su puesta en práctica en cada una de sus políticas nacionales. España es uno de esos Estados. Lo es de los más aventajados.

 Respecto del problema que supone la disminución del índice de natalidad, Bueno se ha expresado contundentemente, al señalar el papel del «individuo» respecto del «grupo», en una sociedad política. En una entrevista que pasamos a citar a continuación, preguntaron a Bueno sobre esta cuestión:

El individuo no significa nada, yo creo que esa es la expresión del materialismo en política: considerar al individuo incluido siempre en un grupo; lo contrario es idealismo espiritualista, que significa la libertad individual, la libre decisión y todas esas cosas… Esta mañana estaba oyendo las proclamas de las abortistas: «la mujer debe tener libre decisión», bueno, ¿eso qué es? «Yo soy propietaria de mi cuerpo y por lo tanto soy propietaria de todo lo que está en él, por ejemplo una verruga que me ha salido ahí.{16}

Bueno también ha señalado que los matrimonios homosexuales minan la Institución que podría cambiar el sentido actual del índice de natalidad: la de la familia (como hemos señalado, la coincidencia con la propuesta católica, pese a la diferencias doctrinales, pues la una es espiritualista y la otra materialista, es clara). Bueno se expresa así, en uno de sus últimos libros, al tratar esta cuestión tan actual hoy y en el momento que lo escribió:

Lo que nos interesa subrayar aquí es la incoherencia y sinsentido de un «orgullo democrático» ante situaciones en las que un Pueblo que mayoritariamente asume las normas del matrimonio romano (y luego cristiano) deja pasar, sin embargo, una ley que mina la estructura misma de nuestra sociedad de familias.{17}

Y terminamos citando el último párrafo de Bueno en ¡Dios salve la razón!:

No es difícil comprender, por tanto, que es precisamente el Dios de los cristianos quien ha salvado a la Razón humana a lo largo de la historia de Occidente, y hasta qué punto tiene sentido afirmar que podrá seguir salvándola en los momentos impredecibles, pero inexcusables, en los cuales los contactos de las «sociedades occidentales» con las «sociedades orientales», o de cualquier otra estirpe, ponga a la racionalidad históricamente conquistada ante el peligro de sus mayores extravíos.{18}

No es difícil entender, al atender a todo esto, por qué Bueno se consideraba católico, pese a su ateísmo.

Bibliografía

BUENO, Gustavo. El animal divino, Pentalfa, Oviedo 1996.

– «Confrontación de doce tesis características del sistema del Idealismo trascendental con las correspondientes tesis del Materialismo filosófico», El Basilisco 35, Oviedo 2004, pp. 3–40.

– «Proyecto para una trituración de la Idea general de Solidaridad», El Catoblepas 26,  abril 2004, p. 2.

– La fe del ateo, Temas de hoy, Madrid 2007

– «¡Dios salve la razón!», El Catoblepas 84, febrero 2009, p. 2.

FERNÁNDEZ TRESGUERRES, Alfonso. «Dios en la filosofía de Gustavo Bueno», El Catoblepas 20, octubre 2003, p. 1

GARCÍA SIERRA, Pelayo. Diccionario filosófico, Pentalfa, Oviedo 2000.

LAMO DE ESPINOSA, Emilio. «El estatuto teórico de la sociología del conocimiento», Revista Española de Investigaciones Sociológicas 40, octubre – diciembre 1987, pp. 7–44.

POZO FAJARNÉS, José Luis Contra el «Manifiesto de presentación de la Plataforma por el Derecho de la Mujer a Decidir», El Catoblepas 148, junio 2014, p. 1.

Notas

Por José Luis Pozo Fajarnés

{1} Gustavo Bueno, La fe del ateo, Temas de hoy, Madrid 2007, pp. 231–232; y en Diccionario filosófico de Pelayo G. Sierra, Pentalfa, Oviedo 2000, pp. 395–397.

{2} Gustavo Bueno, «Confrontación de doce tesis características del sistema del Idealismo trascendental con las correspondientes tesis del Materialismo filosófico», El Basilisco 35, Oviedo 2004, p. 26.

{3} Diccionario filosófico de Pelayo G. Sierra, Pentalfa, Oviedo 2000, pp. 81–82.

{4} Leemos en un texto de Emilio Lamo de Espinosa titulado El estatuto teórico de la sociología del conocimiento, lo siguiente: Merton decía que el adentrismo deriva en «un solipsismo sociológico» (Revista Española de Investigaciones Sociológicas, núm. 40, pp. 7–44). Esto es adecuado a los ámbitos sociológicos analizados por Merton, pero también para el desarrollo de filosofías adjetivas como la que ahora estamos tratando: de la religión, de la psicología, de la sociología, o del arte. No hace falta ser un gran pianista para hacer una filosofía de la música, ni ser director de orquesta, tampoco un director de cine o un gran actor, para expresar qué pueda ser la esencia del cine, o del teatro. El mismo Bueno ha desarrollado una filosofía de la música sin serlo, o ha dicho con rotundidad cuál es la esencia del teatro, sin ser actor.

{5} Alfonso Fdez. Tresguerres, «Dios en la filosofía de Gustavo Bueno», El Catoblepas 20, p. 1

{6} Diccionario filosófico de Pelayo G. Sierra, p. 364.

{7} Gustavo Bueno, «¡Dios salve la razón!», El Catoblepas 84, p. 2.

{8} Esta explicación la lleva a cabo en discusión con Manuel Fraijó, en el contexto de unas jornadas de convocadas por la Universidad Complutense en torno a la filosofía materialista de Gustavo Bueno: «Gustavo Bueno y Manuel Fraijó: Filosofía de la Religión y Teología 2». https://www.youtube.com/watch?v=nDUGDc1fNmk (la explicación comienza en 01:15:50).

{9} Gustavo Bueno, «Proyecto para una trituración de la Idea general de Solidaridad», El Catoblepas 26, p. 2.

{10} A partir de aquí, la cita está en cursiva en el original.

{11} Gustavo Bueno,  El animal divino, Pentalfa, Oviedo 1996, p. 184.

{12} Gustavo Bueno, La fe del ateo, p. 263.

{13} Gustavo Bueno, «¡Dios salve la razón!», El Catoblepas 84, p. 2.

{14} Gustavo Bueno, Ibídem.

{15} F. Huerta Martín : «Gustavo Bueno y los crucifijos», El Catoblepas 84, p. 17.

{16} La entrevista puede consultarse en esta dirección: filosofia.net/materiales/num/numero7.htm#entrevista

{17} Gustavo Bueno, Zapatero y el pensamiento Alicia, Temas de hoy, Madrid 2006, p. 305

{18} Gustavo Bueno, «¡Dios salve la razón!», El Catoblepas 84, p. 2.

Fuente: https://nodulo.org/ec/2024/n208p02.htm

27 de octubre de 2025.  ESPAA

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