Del Ser al Deber Ser


Dentro de la tergiversación moral en que se encuentra actualmente cada individuo ¿cabe objetivar el bien para el hombre, como bien de la especie? En un texto ambiguo, Hume afirmó que del ser no cabe deducir un deber ser. Este postulado no ha cesado de ser repetido por los positivistas como un axioma incuestionable; pero dista mucho de serlo.
En primer lugar, todas las leyes físicas se deducen de hechos. De la sola observación de la naturaleza proceden enunciados como la gravitación universal o el heliotropismo de los vegetales clorofílicos. No hay nada ilógico en el salto desde lo que sucede hasta lo que ocurrirá, entre lo acontecido y lo previsible.

Cuanto las ciencias físicas enseñan acerca del dinamismo universal se apoya en exámenes factuales. Las leyes que se refieren a eventos futuros, como un eclipse, se inducen de datos; el será se apoya en lo que es. No es cierta la tesis de que los hechos sólo ilustran acerca de su mera factualidad; también pueden anticipar el porvenir, y lo hacen tanto a escala microscópica como sideral.

En segundo lugar, la observación de los seres vivientes también permite pasar del ser al deber ser. El cordero que nace bicéfalo o el niño que nace mongólico no responden a las exigencias de su especie; no son como deberían ser. Una alteración genética, más o menos diagnosticable, ha dado lugar a una anomalía. No se trata aquí de comparar un imaginario ser ideal con uno real, sino un experimentable ser normal con otro quimérico.

Hay órganos, como el corazón, cuya estructura y función muestra inequívocamente su finalidad y, si no la cumplen es que no son como debieran. La pura empiria revela un deber ser en los desarrollos biológicos.

En tercer lugar, el trato suficiente con una persona evidencia algo más que sus actos como momentos de una trayectoria vital, revela también el concepto que ese conocido tiene del deber ser. Su palabra o sus escritos expresarán sus ideas éticas quizás sinceras; pero su conducta reflejará sus criterios respecto a la moral en ejercicio. También son significativos los testimonios fehacientes de terceros. Lo que se nos cuenta acerca de un personaje como, por ejemplo, la Madre Teresa de Calcuta ejemplifico un código de comportamiento. Esta es otra situación en que, sin violenciametodológica, el análisis de los hechos experimentables pone de manifiesto una concepción del deber ser.

Otra vez, de lo fáctico se desprende lo normativo. Estos tres tipos de fenómenos dejan en débil posición la supuesta “falacia naturalista”, inexactamente atribuida a Hume. Pero, por distintos motivos, tanto las leyes físicas como las biológicas y las deducciones biográficas, aunque presentan notables analogías, no son idénticas a las morales, y es dudoso que se pueda fundar la ética sobre tan significativas semejanzas.

Las leyes de la naturaleza revisten una cierta necesidad, mientras que las morales que prescriben comportamientos humanos son sólo orientativas. Incluso las leyes positivas, a pesar de su carácter coactivo, son susceptibles de violación. El tránsito del ser al deber ser, propio del hombre, es distinto del necesario tránsito del ser al será, característico de los entes meramente físicos.

Aplicado al comportamiento humano el método de la química, produciría no imperativos morales, sino las estadísticas circustanciales de la sociología empírica, por ejemplo, en un lugar y tiempo determinados, cierto porcentaje de los adultos es partidario de la eutanasia. Pero de tal información sobre el ser no se desprende un deber ser. Del mismo modo, el deber ser de la biología es relativo porque su validez se refiere sólo a las circunstancias normales.

Un trastorno cromosómico o una incidencia ambiental también hacen que lo teratológico se convierta en un deber ser, contradictorio con el dominante. No es una normatividad absoluta, sino condicionada. Además, supone la tácita exigencia de viabilidad. Y la moral que se deduce de una existencia concreta es la personal de ese individuo; pero no necesariamente un ideal para todo el género humano.

La ampliación de la base inductiva a grandes números arrojaría quizás una ética mayoritaria, no más… Imago animi vultus, iudice oculi . “El espejo del alma es la fisonomía, y los ojos, sus intérpretes”. Jóvenes Volver A Pensar.
Fuente: http://www.lalaguna.mx/category/columnas/jovenes-volver-a-pensar/

Correo electrónico:[email protected]

MEXICO. 12 de marzo de 2011



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