El anillo de Giges… ¿seguiría funcionando en la Argentina? Por Graciela Pacheco de Balbastro

“Entonces Giges comprendió que el anillo tenía el poder de hacerlo invisible (…)”. Gentileza

Por Graciela Pacheco de Balbastro

Bertrand Russell (1872-1970), fue un filósofo, matemático, educador y escritor británico, ganador del Premio Nobel de Literatura. Junto a su esposa Dora fundó la escuela Beacon Hill, buscando educar para la libertad, despertando la curiosidad como base de la ciencia. Uno de los objetivos fue formar personas que confiaran en sus propias capacidades y que el esfuerzo propio es necesario para alcanzar las metas. Cuando le preguntaron si en una escuela debía enseñarse Literatura, opinó que aunque solo se enseñara esa materia, bastaba para formar individuos con valores, cultos y críticos. Entre nosotros, Carlos Skliar afirma que “podemos enseñar solo literatura, y eso será educar”. En una de sus visitas a Santa Fe, entrevistado por El Litoral, el investigador, docente y escritor argentino reflexionó sobre la escuela y la literatura, resulta muy interesante la lectura de ese artículo (1).

Literatura y Filosofía han marchado y marchan de la mano por la vida. Por eso no es de extrañar, que en los tiempos que corren y de los que queremos dejar atrás, surja la figura de Platón y su fundante “La República”, tal vez su obra más conocida. Está compuesta por diez libros y escrita en forma dialógica, y a pesar de haber visto la luz en la Grecia antigua, alrededor del año 730 a.C., resulta muy actual… ¡Dolorosamente actual en la Argentina siglo XXI! ¿Por qué? Porque la obra trata principalmente de impartir justicia en un Estado que es gobernado por quienes procuran alcanzar el bien común; dirigentes sin demagogia, que no persiguen la búsqueda constante de obtener beneficios individuales. Tal vez Platón haya pensado que “quien las hace las paga”, y a qué subterfugios recurren los que delinquen para no ser descubiertos, para desorientar a los que miran, observan, piensan y posteriormente serán los que castigan.

Pues, será gracias al anillo de Giges que logren no ser descubiertos. ¿Cómo es eso? El hermano de Platón y un supuesto Sócrates mantienen una controversia, difiriendo del concepto de la ética del ser humano. El mito narra lo que acontece con la honradez de una persona si se tuviese la posibilidad de actuar con impunidad. ¿Sabiendo que no habrá castigo, y que la impunidad es algo seguro, el hombre seguiría obrando bien? Veamos entonces la historia de Giges, un pastor que cuidaba rebaños del rey de Lidia, situada al oeste de la hoy Turquía, querido por los otros pastores, simpático y buen conversador (2).

Cierta vez Giges estaba apacentando las ovejas, cuando se desató un temporal tremendo pero además tembló la tierra en uno de esos graves terremotos que sacuden Turquía. Se abrieron los cielos por la inusitada tormenta de viento y agua, pero también se abrió la tierra. A duras penas el pastor logró evitar el desprendimiento de rocas y tierra… y de milagro pudo mantenerse con vida hasta que cesó de temblar. Cuando el ambiente se calmó, Giges vio que todo había cambiado. El paisaje no era el mismo. Pocos animales seguían ilesos y cuando comenzó a caminar buscando las otras ovejas, atisbó una inmensa grieta que antes no existía.

Se acercó y vio que de cerca era más grande aún. Se asomó y distinguió que a pesar de la oscuridad, algo brillaba en el fondo. La curiosidad venció al temor y atraído por ese brillo, comenzó a bajar ayudándose de las rocas que sobresalían, haciendo las veces de escalones. Cuando llegó al fondo, su sorpresa fue mayúscula. En medio de una especie de caverna, había un enorme caballo de bronce. Era una estatua inmensa, de una belleza indescriptible. A un costado parecía tener una especie de puerta cerrada. Giges amontonó rocas y subido a ellas logró abrir esa puerta.

Ingresó con cuidado, pero retrocedió espantado. Había un hombre muerto. Estaba vestido con ropas lujosas rara vez vistas. Su altura y corpulencia lo asemejaban a un gigante y en una de sus manos brillaba un anillo. Era el fuerte reflejo que lo había atraído. Tembloroso, pero muy decidido, fue tironeando del anillo hasta que logró sacarlo del dedo. Temiendo un nuevo remezón de la tierra, subió trabajosamente hasta llegar al exterior. Juntó los escasos animales y buscó un terreno más apto para quedarse hasta el atardecer. La casualidad hizo que en al mismo lugar llegasen los otros pastores y sentados comenzaron a contar cómo le había ido a cada uno en el incidente.

Era un aro grueso de oro, sin más adorno que una marca en medio del aro. Mientras conversaba y escuchaba, Giges se puso a jugar con la joya, haciéndola girar en uno de sus dedos. Pero cuando la marca quedó debajo de la mano, a la altura de su palma, escuchó que los compañeros hablaban como si él estuviese ausente. Sin proponérselo, giró el anillo y la marca quedó en la parte superior. Los otros pastores, asombrados, le preguntaron dónde se había ido. Entonces comprendió que el anillo tenía el poder de hacerlo invisible. Por las dudas hizo otra prueba y los compañeros siguieron hablando como si él no estuviera presente. Nuevamente se hizo visible, mientras pensaba en todos los beneficios que ese encantamiento podía depararle.

Cuando regresó a su choza se puso a pensar cómo hacer para salir rápidamente de la pobreza y vivir mejor que nadie. La respuesta se le hizo clara. ¡Ser gobernante! Así que al día siguiente puso manos a la obra. Sabía que para llegar bien arriba, tenía que mejorar su aspecto, parecerse a los que ya no andaban a pie, a los que marchaban rodeados de aduladores. Entonces se puso el anillo, lo mantuvo girado en la posición de “invisible” y llegó hasta uno de los lugares más costosos del reino, donde se encontraban vestimentas sumamente lujosas.

Eligió las mejores y robó también alhajas, y como ya había probado que abrazando los objetos estos también desaparecían, salió muy tranquilo, sabiendo que lo que hiciese no tendría castigo. Llegó invisible hasta su choza, se bañó en el río… y se vistió y engalanó con todo lo robado. Así, en su nuevo personaje, fue hasta las caballerizas y se hizo elegir el mejor caballo y lo pagó con el oro robado. Y robando y engañando se convirtió en un acaudalado personaje. El próximo paso era quedarse con el gobierno. Le fue fácil, sedujo a la reina y con su ayuda y apoyo, asesinó al rey.

La reina llamó a los servidores para que la auxiliaran porque su marido había sufrido un accidente y se había caído sobre su propio puñal. Esa fue la historia oficial. Pero en la corte se murmuraba en torno al recién llegado. Al poco tiempo desposó a la reina y haciéndose invisible recorría el reino y escuchaba a sus propios cortesanos. Se enteró que todos desconfiaban de él, que no le tenían simpatía, así que urdió el plan “regalos y sobornos”.

Organizó grandes fiestas en la corte, y era generoso con los obsequios que entregaba. Hizo concursos entre el pueblo, al que asistían los pobres y hambrientos súbditos, y los ganadores eran premiados, por ejemplo, con caballos que ni siquiera sabían montar. Y el plan empezó a funcionar. A propios y extraños ya no les importó quién era él, recibían cosas sin necesidad de trabajar. Como el reino había sido inmensamente rico, la cosa funcionó… ¿cómo terminó? Dejemos el final abierto.

Platón argumentó contra lo que afirmaba su hermano, diciendo que acaso “a los hombres injustos, ¿no les pasa como a los corredores que corren bien a la salida y mal al final? (…) aunque se encumbren/ son atrapados al final de su carrera, se hacen dignos de risa y (…), son despiadadamente vejados por forasteros y conciudadanos, reciben azotes y al final sufren”. Y no contento con esta afirmación agrega: “Es peor cometer una injusticia que padecerla, pues la injusticia destruye el alma”. En una palabra: el mal termina regresando contra quien lo produjo. Y como aparece en la pantalla o en los libros: “Cualquier parecido con la realidad presente o pasada es mera coincidencia”.

Notas

Graciela Pacheco de Balbastro es profesora en letras y escritora argentina. Especialista en literatura infantil-juvenil:

(1) Giges existió realmente. Fue rey. Según Heródoto fue quien creó la dinastía Mermnada. Reelaboración del mito. Platón: “La República” (II, 359a-360b).

Fuente: https://www.ellitoral.com/opinion/russell-filosofia-literatura-educacion-platon-argentina-giges_0_70etpaBDFv.html

6 de septiembre de 2025. ARGENTINA

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