El filosofo del martillo

Es Profesor de Filosofía
Mis alumnos de Segundo de Bachillerato y quien suscribe, tenemos un encuentro amistoso con el pensamiento de Nietzsche, el pensador del “martillo”, el erróneamente denominado, desde mi punto de vista, “el más ateo de todos los hombres”. Su sistema filosófico (o antisistema) controvertido, radical, nuevo, incluso excéntrico si quieren, supuso un punto de inflexión fundamental para poder comprender todos los movimientos culturales, sociales y políticos del siglo veinte y de lo que llevamos de veintiuno. Pasados ya más de cien años desde su muerte, me pregunto qué nos queda de su pensamiento que pueda resultar hoy atractivo, sugerente, útil si me apuran, aunque poco o nada me gusta este término; qué queda de la muerte de ese Dios tal y como él mismo la anunció al comienzo del Zaratustra o en el aforismo 125 de La Gaya Ciencia , de ese Dios de quien, según él, era necesario desprenderse para poder volver a mirarnos a nosotros mismos con pasión, de la forma en que lo entendió el propio Husserl con su Fenomenología, o con compasión, en su sentido más genérico y tal y como lo comprendió el genial Ortega; pero nunca con la compasión y ese significado de “lástima” que los españoles le hemos aplicado.
Dos son, principalmente, las enseñanzas que aún pueden ser aplicables al contexto en que vivimos, muy distante y distinto al del filósofo de Röcken, una de estas enseñanzas va más dirigida a nuestros alumnos y alumnas y la otra, toca más de lleno nuestra propia labor docente. Voy con la primera. A mis alumnas y alumnos les digo repetidas veces que de Nietzsche deben quedarse con el amor a la vida que tiene su origen en la propia vida, en la propia materia, de la que todos estamos hechos muy por encima del resultado aparente y físico que ésta ha deparado a cada individualidad y muy por encima igualmente de la situación social, política o económica que vivamos. Si bien las condiciones para desarrollarnos con dignidad en la historia no son actualmente muy propicias (ni en Occidente ni en Oriente), no debemos olvidar que nuestros jóvenes poseen precisamente algo de lo que los adultos vamos paulatinamente adoleciendo, de vitalidad, de optimismo. Yo mismo me reconozco algunas veces contagiándolos de un pesimismo que olvida que mi perspectiva de la realidad es muy distinta, afortunadamente, de la de ellos. Nuestra misión, por tanto, no consiste en adoctrinarlos ni convencerlos de que nuestra perspectiva de lo real es más válida, sino por el contrario en mantener viva esa llama de positividad de nuestros jóvenes, muchas veces apagada por nosotros mismos, los docentes. Y en relación a esto, ahí va la segunda de las enseñanzas que el filósofo alemán nos puede dejar, entre otras muchas, y en este caso, a los docentes de Filosofía, que tanto nos quejamos (y no sin razón) del desprecio que hoy se manifiesta hacia una materia como la nuestra. Algunos de nosotros hemos confundido las churras con las merinas y creemos que existe una proporción directa entre ganarse el respeto, no sólo del alumnado sino del resto de estratos sociales, a base de cargarnos la ilusión y los sueños de aquellos que depositan en nosotros buena parte de sus esperanzas y de su futuro. Algunos y algunas de mis compañeros se empeñan denodadamente y creo, humildemente, que de forma desacertada en cortar las alas de nuestros jóvenes impidiéndoles que vuelen en busca de su porvenir.

El profesor o profesora de Filosofía, si de verdad quiere que ésta siga viva, debe poner todo su empeño en construir en el alumnado las estructuras de pensamiento necesarias para que los hilos invisibles que mueven los pensamientos más profundos del ser humano nunca perezcan. Algunos y algunas se empeñan, sin embargo, en construir filósofos, lo que es indicativo, sin duda, de que con la muerte de Dios, que Nietzsche proclamaba, no han tardado mucho en sustituirlo por ellos mismos.

Yo sigo empecinado en construir seres humanos que mantengan vivo el quehacer y el porvenir de la Filosofía.
Fuente: http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/filosofo-martillo_883893.html

29 de mayo de 2014. España



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Una respuesta a "El filosofo del martillo"

  1. Mi experiencia Como profesor de filosofía es que como materia asignatura a nivel bachillerato a estado diluyéndose debido a la falta de profesores de filosofía y las escuelas contratan a cualquier pelagatos escuelas plagadas de profesores mediocres que a su vez los alumnos serán inmunizados contra la filosofía.

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