El hombre y Dios en la analogía de Chesterton

G. K. Chesterton no está considerado propiamente como un filósofo. Pero su originalidad y su pedagogía ofrecen una sugerente analogía para entender el tema que estamos abordando. Este escritor inglés de intuiciones múltiples y de estilo poco sistemático entiende el mundo como una novela donde los personajes pueden encontrarse con su autor.
Dios es un ser personal. El mundo que ha creado es un mundo de personas. Una persona es un hombre, una biografía. Una biografía es el modo en que nosotros contamos la vida de alguien: alguien con un sentido, similar al personaje de una obra literaria.
Nosotros podemos crear mundos, como Tolkien, de modo literario. Dios lo ha hecho de verdad. El que el mundo tenga sentido supone que yo pueda comprenderlo. El que las vidas tengan historia y yo pueda contarlas es lo que remite a un autor general. Si no lo hubiera todo sería absurdo, incomprensible. En cuanto un escritor no cree en Dios comienza a escribir sobre el sinsentido del mundo; un ejemplo lo tenemos en el teatro del absurdo.
Todo este gran cosmos, que para Dios es pequeño, alberga personas libres y la libertad es la esencia de una novela. En la novela de la vida que ahora mismo se está escribiendo, cada uno es un personaje con un futuro libre y con la posibilidad de tener la ilusión de representar un original papel que puede concluir en la amable y personal victoria de Dios en nosotros y de nosotros en él.
La concepción del mundo humano como una novela puede parecer puramente literaria pero es mucho más. Nosotros no podemos hacer real todo lo que pensamos pero en Dios existe identidad entre su Ser y su Pensamiento; es decir: puede llevar al plano de la realidad lo que piensa. La creación no es el pensamiento de Dios, sin más, pero tampoco es independiente de él. El literato autor de un libro está en él en cierta manera, pero el libro, una vez escrito, tiene realidad independiente de su autor. Sin embargo entre Dios y su creación no ocurre así. Dios mantiene en el ser a la creación; la creación es dependiente de Dios pero no es consustancial a él. Como la luz da claridad a las aguas de un lago, y la claridad no se moja… Esto recuerda a Platón.

Dios, que es la plenitud del Ser, es capaz de sacar seres de la nada. Configura las leyes que están dentro de ellos desde fuera, desde la infinita trascendencia de Dios respecto al cosmos. Pero el marco de la realidad no es su Pensamiento sino algo creado por su Pensamiento. Realidad querida de un modo libre por la Voluntad divina.

Dios ha creado una «obra literaria» real; es decir, en verdad los personajes se mueven libremente. El gran milagro no es tanto que Dios haya creado las leyes de la física o de la biología, todos los seres no racionales; lo más asombroso es que ha creado seres libres: «personas». Esto es lo que mueve a pensar que Dios no es un intelecto frío, sino ante todo un Ser Personal

Artículo cortesía del portal www.arvo.net



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