El Mazo Y La Navaja [de Occam].

Un fraile fransciscano en el siglo 14 tuvo una idea que aún ahora es fascinante —Guillermo de Occam, un inglés, creó la idea que ahora se conoce por su nombre: la navaja de Occam.

No es que se tratara de un cuchillo mejorado y más afilado, sino de una manera de rasurar a lo innecesario y complicado cuando se buscan explicaciones. No es un principio absoluto, pero sí uno razonable: cuando un suceso tiene varias explicaciones, la mejor de ellas es la más simple, sencilla y con menos supuestos.
Otra manera de decir lo mismo es el de la ley de la parsimonia —las explicaciones mejores son las que contienen los menores supuestos o hipótesis. Es como una economía y ahorro de las explicaciones que persigue evitar lo innecesariamente complicado, y que también suele ser llamado “elegancia” de la explicación.

En la vida diaria existe otro principio que es muy similar, eso de KISS —las siglas de keep it simple, stupid (hazlo simple, estúpido).

No es un principio absoluto y total, sino una extraordinaria sugerencia que llama al sentido común de la sencillez aconsejando que mientras no se tenga más información, lo mejor que puede hacerse es aceptar las explicaciones con menor complicación.

Un libro (Dupre, Ben (2007). 50 PHILOSOPHY IDEAS YOU REALLY NEED TO KNOW. London. Quercus Publishing. 9781847241498) da un gran ejemplo de la aplicación de la navaja de Occam.

Durante algún tiempo, en campos de trigo, maíz y otros cultivos, aparecieron áreas aplanadas que tenían formas intencionales y complejas, que no podían ser explicadas sino por la intervención de alguien con inteligencia. Esas formas en los campos, podían ser apreciadas mucho mejor desde el aire, revelando diseños y dibujos que podían ser interpretados de varias maneras.

Una de las explicaciones era la de la intervención de seres extra terrestres que así dejaban huellas del aterrizaje de sus naves e incluso mensajes en clave. La otra explicación decía que esas formas habían sido hechas por humanos en actos traviesos y de diversión que querían llamar la atención de la gente.

De esas dos explicaciones, siguiendo la idea de Occam, es preferible la de las travesuras porque es la que menos supuestos contiene —se conoce la existencia de actos traviesos en todas partes, pero la presencia de seres de otros planetas está sujeta a mucha discusión. Consecuentemente, un ser racional acepta la explicación de las travesuras y no la de los OVNIS, al menos hasta que su existencia sea demostrada con certeza.
Otro uso del principio es el de los diagnósticos médicos —las enfermedades más comunes son las más probables frente a síntomas que también tienen enfermedades que lo son mucho menos.

También, puede ser usada en el caso de las teorías de conspiraciones, a las que tantos están inclinados. Supóngase que un candidato pierde las elecciones en un país y que él busca una explicación —frente a sí tiene dos posibles al menos: una dice que efectivamente perdió porque menos personas votaron por él y la otra dice que el menor número de votos se debió a una gran conspiración de sus enemigos.

Ese candidato tenderá a creer más en la conspiración que en la pérdida legítima de la elección —no aceptará tan fácil que efectivamente votó por él una cantidad menor de personas de las que esperaba y verá más adecuada la explicación de esa oscura conspiración en su contra. Hablará de esa explicación a los ciudadanos tratando de convencerlos.

Por su parte, los ciudadanos tendrán frente a sí mismos esas mismas explicaciones y deberán escoger una —siguiendo la sugerencia de Occam, deberá ser la más sencilla y con menos supuestos, que es precisamente la de que no recibió tantos votos como el otro candidato. Probar la explicación de la conspiración y hacerlo muy bien será lo único que puede convencer a una persona razonable.

No hay duda sobre la tendencia, muy humana, de buscar explicaciones a las realidades que nos rodean. La idea de Occam, que es un consejo de mero sentido común, cuando se usa razonablemente generalmente da resultados. Del lado opuesto a la sencillez de la navaja de Occam se encuentran las explicaciones como las de las conspiraciones, que son mucho más complejas y contienen más supuestos —por lo que ellas deben ser probadas exhaustivamente antes de ser aceptadas.

La realidad que conozco muestra, en estos temas, una situación que debo mencionar explícitamente: existe una buena proporción de personas que prefieren las explicaciones llenas de supuestos sin comprobar a las explicaciones más simples. Están ellas mucho más dispuestas a aceptar cuanta teoría de conspiraciones se les presenta que las explicaciones más razonables.

Sucede eso en mi opinión por una cualidad de las teorías de la conspiración: los complots son también sencillos de comprender si se hace caso omiso de los supuestos que contienen. Un complot es, al final de cuentas, la existencia de un grupo todopoderoso que se oculta de todos para lograr sus objetivos. Libros, películas y programas han usado esta explicación un sinnúmero de veces.

La sencillez percibida de una explicación basada en una conspiración es lo que la hace atractiva y funciona muy bien entre quienes no piensan en las consecuencias y supuestos que ella acarrea —todo lo que sucede, dicen, es obra de uno o más grupos que dominan al mundo. Es maravillosamente simple también y sirve como explicación universal aplicable a cualquier caso y sin que requiera obtener información adicional, ni haber abierto un libro.

Si Occam creó la imagen de una navaja para rasurar a las explicaciones que son demasiado complicadas, la teoría de la conspiración ha fabricado un mazo con el que golpea y destruye al resto de las explicaciones por razonables que ellas sean.
Fuente: http://www.uruguayinforme.com/news/04072008/04072008_leonardo_girondella_mora.php

Gentileza de: Contrapeso.Info



::: 32 hits

Una respuesta a "El Mazo Y La Navaja [de Occam]."

  1. Enhorabuena, llevo leídos unos cuantos artículos sobre “La navaja de Occam”, sabiendo ya de antemano lo que argumenta, buscando simplemente el porqué se llama “navaja” y solamente en este sitio me han dado una explicación. Aún me queda por saber quién le puso el nombre, pues no me parece la palabra más apropiada para resumir este postulado. Yo antes le llamaría algo tan genérico como “La lógica de Occam”.

Responder a Lucía Higueras Mena Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *