Herbert Marcuse y el nazismo. Por Iñaki Urdanibia

Por Iñaki Urdanibia

Herbert Marcuse (1898 – 1979) saltó a la celebridad, al menos si nos referimos a ciertos sectores de la juventud rebelde, movilizados a finales de los sesenta, con dos obras, publicadas con anterioridad, mas traducidas, en Europa por aquellos años : Eros y civilización y El hombre unidimensional…sin obviar algunos otros textos que se publicarían algo después como El marxismo soviéticoLa tolerancia represiva, algunos textos sobre la utopía, la cultura, etc. Así pues, se ha solido presentar a este miembro del Instituto de Investigación Social, conocido como Escuela de Frankfort, como adalid de una revolución del deseo que tratase de romper el orden represivo puesto en pie por el capitalismo y por su fachada liberal, el resultado un marxismo heterodoxo en el que jugaba un papel de importancia el principio de placer, alzándose contra el Termidor psíquico que impone su principio de realidad, y reivindicando la vida frente a la muerte, Eros contra Thanatos.

Ahora se presenta por Editorial Trotta: «La teoría crítica en la era del nacionalsocialismo. Ensayos (1934-1941)», siendo José Manuel Romero Cuevas el editor, traductor y autor de una Introducción, Herbert Marcuse y la teoría crítica en el “momento de peligro”, que, sin usar botafumeiro alguno, resulta digna de ser enmarcada; treinta páginas en las que se presenta el giro dado por el pensador en aquellos años oscuros del nazismo y su conversión a la teoría crítica, acompañando a Max Horkheimer, además de otras cuestiones acerca de los artículos presentados y con una reivindicación de la relevancia de dichos artículos para estos tiempos que corren. Que nadie se agarre a aquello de agua pasada no mueve molino o similares, pues, en cierta, medida, más acertado resulta atenerse a aquella aseveración de Karl Marx en su El 18 brumario de Luis-Napoleón Bonaparte: «la historia ocurre primero como tragedia y después como farsa»; y es que ciertamente los aires que corren por el Viejo Continente, y otros lares, no son muy halagüeños que digamos. La derechización cabalga veloz, no solamente en sus expresiones de derecha extrema -que también- sino también en los gobiernos dichos liberales y su adopción de medidas contra la inmigración, y con serias limitaciones en lo que hace a la libertad de expresión, manifestación, etc.

Fue en 1933 cuando Marcuse, ante el ascenso del nazismo, se exilió a Estados Unidos. Aun simpatizando con posturas de izquierda, y defraudado por el aplastamiento de la revolución de 1918-19, en la que había participado formando parte del consejo de soldados, se trasladó a Friburgo a cursar sus estudios con Husserl y con Martin Heidegger, bajo la dirección de este último elaboró su tesis, mostrando cercanía con las ideas del maestro hasta la ruptura con él, inclinándose de manera decidida hacia una visión que, alejada del individualismo existencialista, pretendía la emancipación colectiva, se ha solido hablar de él como un marxista heideggeriano. En ese camino, ya exiliado en Nueva York, fue el colaborador más estrecho de Max Horkheimer hasta 1938; eso no quita para que a principios de los años cuarenta, Max Horkheimer en busca de un filósofo que le acompañase en su trabajo, sobre la Dialéctica de la razón, pensase en Marcuse, si bien al final recurrió a Theodor W. Adorno, con quien publicó el texto en 1944…sin jugar a adivino, el resultado de la obra habría tomado, con seguridad, otros derroteros, seguramente más combativos.

En la recopilación de textos que ahora se presentan, se ven sus análisis sobre el fascismo, que por cierto respondían en parte al trabajo realizado, durante la segunda guerra mundial, para la Office of Strategic Services con el fin de luchar contra el fascismo en general, y el alemán en concreto. Son seis los ensayos presentados y en ellos se conocen sus análisis en que se relaciona al liberalismo con el totalitarismo, ofreciéndose además un artículo sobre la esencia, y otros sobre el carácter afirmativo de la cultura, sobre la filosofía y la teoría crítica, una crítica sobre el hedonismo y sobre algunas implicaciones sociales de la tecnología moderna.

En lo que hace al primer tema nombrado, señala los lazos estrechos que se da entre el liberalismo y el totalitarismo incidiendo en que el segundo no ha surgido de la nada sino que tienen ambos el sustrato común: el capitalismo. Relacionado con lo anterior da un repaso en el que critica el universalismo, el naturalismo y el existencialismo como formas que no suponen más que un apoyo al status quo, alzando su voz contra las pretensiones salvadoras, presentadas como racionales, y obviando las diferentes clases, al proponer unificar todas en un todo nacional y representado de manera natural por el pueblo. El liberalismo considera naturaleslas relaciones capitalistas en lo económico, y de ello deduce otras esferas del funcionamiento social como la educación y otras formas de formateo de los ciudadanos, aspectos ideológicos en los que ambas formas organizativas coinciden , con la peculiaridad de la primacía de la sangre, la raza y la tierra en el caso del nacionalsocialismo; frente a estas bases el liberalismo, y el existencialismo como postura filosófica, se centra en lo privado de cada cual, pivotando sobre el individuo, no prestando la debida atención a las cuestiones tecnológicas que suponen la alienación de los ciudadanos del mismo modo que los aspectos derivados en el terreno cultural…pone el acento Marcuse en la historia concreta marcada por la dominación y la violencia de una explotación sistemática de la naturaleza y de los hombres; no dándose de todos modos, frente a lo que se suele sostener, una revolución con la ascensión del nacionalsocialismo sino que se da de manera descarada una forma de capitalismo, encarnada en «la dictadura abierta de los elementos más reaccionarias, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero», lo cual supone la constatación de que ambas formas políticas -liberalismo y totalitarismo- coinciden en lo que hace a la organización del capital, sin variaciones en el proceso productivo, siendo las grandes empresas favorecidas por los gobiernos anteriores las que funcionaban a toda marcha bajo el hitlerismo, eso sí dándose por parte de éste una identificación entre sociedad y Estado, mas siempre con el denominador común de defender la propiedad privada sobre los medios de producción. La tan cacareada libertad, convertida en plena abstracción, fue criticada por el nacionalsocialismo al proponer como libertad la unión de una comunidad nacional, basada en la sangre y la tierra. La mirada que dirige a la falta de valoración, o tergiversación, de la cultura y la filosofía se ve corregida por su acento en la necesidad de adecuación de una y otra al ser esferas en devenir que han de corresponderse con el paso del tiempo y las diferentes necesidades en lo referente a la búsqueda del camino hacia la plena libertad y felicidad de los individuos…así sus posiciones van marcadas por el interés general en pos de la emancipación.

A lo largo de los análisis presentados se dejan ver ciertos aspectos que cobrarían centralidad en los escritos, y en su pensamiento, posteriores… el acento en las falacias de la libertad propuesta por la sociedad liberal, y su tolerancia represiva presente en las ideologías extendidas en la educación y otros instrumentos de difusión ideológica; igualmente pueden verse otros factores de reificación provocados por la masificación, y el sometimiento de los trabajadores al ritmo de las máquinas, etc; dándose una simbiosis entre mitología y tecnología, presente con fuerza en la organización social del nazismo; sin obviar la desublimación represiva que castra las pasiones y la libido de los ciudadanos. Si estos aspectos ya funcionaban en los tiempos visitados, es obvio que todavía conservan su pertinencia, aumentada, en estos tiempos presentes, de la sociedad de la abundancia, de la información y el consumo.

Y el pensador desvelando las falacias, de manera permanente, del progreso, propuesto por la sociedad industrial, que no supone más que un refuerzo mayor de la dominación que se reflejan automáticamente en la imposición de formas de vida y de poder, lo que únicamente podría solucionarse, la salida de la unidimensionalidad de la eficacia y la productividad, con nuevas instituciones que supusiesen nuevas formas de los procesos productivos, nuevas formas de vida, en una propuesta de un gran rechazo al funcionamiento de las sociedades dichas democráticas.

Notas 

Fuente: https://kaosenlared.net/herbert-marcuse-y-el-nazismo/

25 de julio de 2025

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