La apología de Sócrates: Un lugar cotidiano

Alumno de la Escuela Superior de Filosofía
“Repensar los lugares cotidianos es la
Única forma de quitar su maleficio”
Miguel de Unamuno

Es palpable desde el panorama de los tiempos, que la humanidad y sus civilizaciones han establecido culturas y sistemas de conocimientos, muchos de los cuales han nacido de principios o conocimientos axiomáticos falsos, ya sea por la forma en que fueron concebidos o por el manejo de intereses en definidas circunstancias, las cuales siempre han alojado sofistas de cualquier índole en todas las épocas.
Por desgracia Grecia, pilar principal de la cultura occidental, no ha sido la excepción. Hablar de la “Cuna de la filosofía” es remontarnos más de dos mil años con los primeros filósofos (600-450 a.c.) los cuales se preocupan principalmente por discernir acerca de la causa última del mundo, y no es hasta después (450-500 a.c.) que el motivo principal de la reflexión es el hombre mismo, siendo el Ateniense Sócrates el representante por excelencia.
Para Sócrates “el fin último de la filosofía es la educación moral del hombre; el recto conocimiento de las cosas lleva al hombre a vivir moralmente; quien sabe lo que es bueno también lo practica; ningún sabio yerra, la maldad sólo proviene de la ignorancia, y, puesto que la virtud sólo reposa en el saber, puede enseñarse (intelectualismos moral)”.
No sería posible conocer a Sócrates y su circunstancia (Ortega) sin los escritos de su gran alumno Platón en forma de diálogos, dentro de los cuales a veces es difícil distinguir dónde termina Sócrates y comienza el mismo Platón. Dentro de estos diálogos podemos observar de cruenta forma el argumento que he expuesto al inicio. Platón en su Apología de Sócrates, escrita en su juventud, nos ofrece un relato dramático y detallado del juicio que fue llevado a cabo en contra de Sócrates que, como ya se sabe, lo condenó a beber la cicuta, pero también liberó su pensamiento de los tiempos y lo fijó en la esencia misma del hombre.
Tal vez “defensa” no sea el nombre preciso de lo que el maestro Sócrates discurriera ese día al conocer ya con anticipación el inevitable desenlace, sino más bien un discurso de Amor al hombre, Atenas y sus leyes.
En dicho juicio los acusadores (Melito, Anito y Licon, principalmente) argumentan: “Sócrates corrompe a los jóvenes, por que no cree en los dioses del estado y porque en lugar de estos; pone divinidades bajo el nombre de demonios”. Tal vez actualmente podríamos obviar el resultado de un juicio bajo dicha acusación, pero en tiempos en que Delfos y su santuario eran el ombligo del mundo y donde mucho del conocimiento presente pasado y futuro dependía de la predicción de la pitonisa (y de la calidad de los vapores que salían de la grieta), era realmente de seriedad y más cuando enel menú de las sentencias están prescritos diversos tipos de ejecución.
Como hemos dicho (en caso o no de que los acusadores hayan realmente creído en la acusación) muchos de los principios de conocimientos o las premisas con las que formulamos juicios son falsas, ya sea por la forma en que fueron concebidos, o por el manejo de intereses en definidas circunstancias. Así se aprovecha (si se pudiera decir que es en beneficio) el hombre de las leyes, las cuales fueron concebidas con fines contrarios de los que esas personas sin razonamiento aluden. Es así como podríamos escribir páginas enteras que irían desde el Código de Hamurabi, pasando por los sistemas de república, la leyes de Moisés, el derecho romano, hasta los diversos sistemas legislativos contenidos alrededor del mundo, que actualmente brindan las pautas de comportamiento del ser humano.
Dentro de cada uno de ellos podríamos relatar testimonios de cómo dinastías, reyes, emperadores, senadores, legisladores y vulgo en general, aprovechan (como dije anteriormente si se pudiera decir que es en beneficio) estas leyes con fines arteros. Dicho comportamiento es entendido, principalmente como un fantasma que recorre todos los tiempos: el fantasma de la ignorancia en los individuos, ya que “el recto conocimiento de las cosas lleva al hombre a vivir moralmente, quien sabe lo que es bueno también lo practica”.
En la defensa se describe un Sócrates utilizando los métodos con que discurría por toda Atenas, la ironía o elentica que es el arte de rebatir, exhibir la ignorancia del aparente sabio y por supuesto la Mayéutica o Heurística que es el método como Sócrates daba luz al conocimiento y descubría la verdad. Con dichas herramientas Sócrates logra con relativa facilidad derrumbar la acusación (Platón no muestra una argumentación de parte de la defensa), demostrando cómo sus acusadores son los que ignoran más sobre la justicia, lo bello, lo bueno y lo que es verdadero. Pero aún así, Sócrates sabe que el camino de la verdad tiene un gran costo, el cual siempre será facturado por ese fantasma: el fantasma de la ignorancia, por el hombre que ignora lo bueno y lo justo, lo bello y lo verdadero.
Ahora solo queda una disyuntiva (para Sócrates no lo fue), seguir amando al Hombre que lo sentenció, a Atenas y sus Leyes a la cual se había consagrado y, por lo tanto, cumplir la sentencia o declinar a todo lo antes enseñado y huir aceptando las propuestas de exilio de sus discípulos o amigos (Critón o del Deber). Era, pues, claro que Sócrates conocía que el Hombre “ignoraba que ignoraba” y que Atenas y sus leyes estaban encaminadas hacia lo justo y lo bueno, y la ignominia era provocada por el Hombre. Qué contestaría Sócrates si la Ley le pregunta: “¿Qué Estado puede subsistir si los fallos dados no tienen ninguna fuerza y son eludidos por los particulares?, ¿Tendrás valor para aproximarte a los Atenienses y decirles, como haces aquí, que la virtud, la justicia, las leyes y las costumbres deben estar por encima de todo y ser objeto de culto y de veneración de los hombres?, ¿A dónde han ido a parar tus magníficos discursos sobre la justicia y la virtud?”; no, para Sócrates no existió disyuntiva, tampoco consideró una inmolación de su parte, ya que no era un sacrificio por el bien ajeno, sino el respeto al fin último de sí mismo, de sus hijos y de la humanidad.
El tiempo nos seguirá mostrando como actúa la ignorancia en el ser humano, sus manifestaciones siempre serán diferentes en aspecto (coyunturalmente, la clase política), aún así siempre habrá alguien que asimile en esencia y en práctica las palabras de Sócrates: “el recto conocimiento de las cosas lleva al hombre a vivir moralmente, quien sabe lo que es bueno también lo practica; ningún sabio yerra, la maldad sólo proviene de la ignorancia, y, puesto que la virtud sólo reposa en el saber, puede enseñarse”.

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6 respuestas a "La apología de Sócrates: Un lugar cotidiano"

  1. que mejoren la explicacion del tema que sean m,as presisos.
    que haya mas informacion
    que amplien mucho masla informacion
    pero tambien es miuy bien presentado el tema
    y es bueno para investigar solo le falta lo primero que coloque
    gracias
    ojala tomen estos comentarios para la mejoria de la pagina.

  2. dejense d etanto lenguaje tan complicado que de por si la folosofia lo es….sean mas precisos!!!!!!!!!es muy importante par nosotros los alumnos..que necesitamos saber de manera exacta y sin tanto bla bla blabla ….!!

  3. mientras mas complicada crean es la filosofia, en su escritura y compresion mas complicada sera su vida misma.
    porque no buscamos el significado de las cosas siempre queremos que nos den las cosas sin tener que extrenar nuestro cerebro…

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