La inteligencia y la voluntad

Arthur Schopenhauer (1788-1860) fue el primer filósofo que organizó su pensamiento alrededor de la idea genealógica, tal como ésta luego habría de inspirar las filosofías nietzscheana, marxista, freudiana y, sucesivamente, en una amplia medida, a toda la filosofía moderna; aunque no se debe suponer que Schopenhauer sea la fuente en la que abrevaron Nietzsche, Marx y Freud para construir sus filosofías. Por genealogía hay que entender la perspectiva nietzscheana que aspira a establecer relaciones entre dos términos de un mismo fenómeno, sin ninguna preocupación histórica o dialéctica. Aquello de que la genealogía distingue no es una filiación cronológica sino un engendramiento más fundamental, que enlaza una manifestación cualquiera con una voluntad secreta que logra realizar sus designios a costa de una serie de transformaciones que el genealogista deberá descifrar. De tal modo, se instaura una crítica sistemática de la filosofía, pues todo pensamiento expresado se vuelve pasible de una interpretación genealógica decidida a no limitarse a la expresión en cuestión y dispuesta a buscar un origen más allá de la palabra.
Tal concepción de la genealogía le pertenece propiamente a Nietzsche, quien fue el primero en introducirla de manera explícita en la investigación filosófica. Significación tan fecunda que ha permitido preguntarse si otros pensadores, usando otros términos y dirigiendo su reflexión hacia cuestiones muy alejadas de las preocupaciones nietzscheanas, no dependen sin embargo de una misma intención genealógica. Así, tendría fundamento hablar de una “filosofía genealógica”, de la cual participarían filósofos tan distantes entre sí como Nietzsche, Marx y Freud: las tres trayectorias respectivas, para limitarse sólo a estos filósofos, tendrían en común un mismo valor crítico (ruptura con los análisis de tipo idealista) y un mismo valor metodológico (búsqueda de lo oculto debajo de lo manifiesto). Pareciera, en efecto, que dicha “filosofía genealógica”, surgida en la segunda mitad del siglo XIX, se habría impuesto progresivamente en la reflexión contemporánea, hasta el punto de casi confundirse actualmente con la filosofía tout court. Cuanto menos es seguro que la perspectiva genealógica se ha vuelto en cierto modo inevitable: ya no hay ninguna “búsqueda de la verdad” que pueda eximirse de ella sin volverse enseguida sospechosa de duplicidad.

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La tesis de Schopenhauer según la cual “la inteligencia obedece a la voluntad” representa pues el punto de partida de una filosofía genealógica (Marx y Nietzsche), así como de una psicología de lo inconsciente (Freud). Para sostener su tesis, Schopenhauer (El mundo como voluntad y representación) multiplica los análisis psicológicos, que agrupa en doce “clases de razones”. Entre dichos análisis, figura un estudio de la obstinación y de la astucia de los tontos que merece una mención especial: Schopenhauer parece haber sido el primero en plantear el problema filosófico de la tontería, investigando sus rasgos fundamentales, no como una debilidad de las funciones intelectuales, sino dentro de un determinado uso de las funciones afectivas; así, se explica la “ingeniosa” tontería de algunos testimonios de incomprensión. También de un gran alcance genealógico son el análisis del resentimiento, que anuncia la crítica nietzscheana de los sentimientos morales, y el análisis de la falsificación de las ideas y de los sentimientos por la voluntad, que parece haber influido a Sartre en El ser y la nada.

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Como la tontería, y como cualquier otro fenómeno intelectual, la locura no es estudiada sólo en el plano del intelecto, sino que es interpretada también a partir de la actividad inconsciente de la afectividad. Si el loco es incapaz de coherencia lógica, es porque no tiene el deseo ni sobre todo la fuerza para reintroducirse en la realidad cotidiana. La locura es una salida “económica” para la afectividad a la cual se le ahorra el espectáculo de la realidad. Tal como Freud, Schopenhauer fundamenta su análisis en una fuga de la afectividad fuera del principio de realidad: “La locura así surgida se vuelve el Leteo de sufrimientos insoportables; ha sido el último recurso de la naturaleza presa de angustia, es decir, de la voluntad”. Asimismo, si el loco olvida fácilmente y crea lagunas en lugar de determinados recuerdos importantes, es porque sus exigencias afectivas, que apuntaban a borrar el recuerdo, han prevalecido sobre las exigencias intelectuales: “El intelecto ha renunciado a su naturaleza, para la complacencia de la voluntad”. Como en Freud, el olvido es un fenómeno dinámico, motivado afectivamente, enteramente similar a la represión. Filtro de la memoria, censura, represión son consideradas pues por Schopenhauer ya como el origen principal de las neurosis. El hombre de mente sana es precisamente aquel que no necesita olvidar, y Schopenhauer arriba a esta fórmula rigurosamente freudiana: “la verdadera salud mental consiste en la perfección de la reminiscencia”.

* Fragmentos de Schopenhauer, filósofo del absurdo, que distribuye en estos días ed. El Cuenco de Plata.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-202722-2012-09-06.html

8 de septiembre de 2012



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