La maldición de los clásicos


David Ortega Gutiérrez es Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Rey Juan Carlos.
Los clásicos del pensamiento lo son porque el paso del tiempo confirma lo verdadero y acertado de sus reflexiones. Este tiempo de soberbia del menos formado hombre postmoderno, lógicamente tiene que tener sus resultados negativos. No somos ahora más sabios en nuestro actuar que Russell, Ortega, Stuart Mill, Kant, Rousseau o Platón. En esta crisis que vivimos, hemos vulnerado algunas reglas básicas del actuar humano, es bueno saberlo, para tratar de poner al buen diagnostico el tratamiento adecuado. Veamos algunas reflexiones de interés aplicables a la crisis que vivimos el denominado primer mundo.

Platón nos enseño que es necesario conjugar el saber con el poder, que las personas que se dedican a la vida pública, de la polis, estén preparadas y no sólo a nivel intelectual y de conocimiento, sino también a nivel ético y moral. Este es un principio esencial en política, que el discípulo de Sócrates personifico en la figura filosofo-rey de su obra maestra: la República. Libro que sin duda todo universitario debiera de leer. Platón también nos enseño que en toda persona coexiste un ser infantil, un ser adulto y lo que el denomino la bestia. Lógicamente en su extensa obra buscó potenciar a través de la formación al segundo para paliar y amortiguar la existencia y el desarrollo del último. No olvidemos que el hombre es libre en su actuar y en su desarrollo, y puede fomentar más al hombre adulto, maduro y responsable, o a la bestia, ausente de moral y de principios, en el que la existencia del otro le es indiferente. ¿Algo de esto vivimos en el sustrato o fondo de nuestra presente crisis?

Kant también trabajo este aspecto del actuar humano, guiado por el imperativo categórico. Principios fundamentales que guían nuestras acciones en base a una sólida conciencia individual y autónoma, tal y como explicó en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres. La democracia en Rousseau tiene por indudable objetivo el bien común o interés general, en eso se basa el contrato social fruto de la voluntad general. Todo esto se ha obviado en estos años que han creado la actual situación de crisis que vivimos. La crisis de raíz no es económica, ni tan siquiera política o institucional, es incluso más profunda, es una clara crisis social y cultural en la que se han vulnerado los principios sociales que configuran una sociedad madura y democrática.

Ortega lo explicó con claridad en su Rebelión de las masas. El niño mimado es el resultado de una sociedad inmadura, irresponsable e inmoral, que sólo quiere disfrutar de los beneficios de la democracia, pero que no quiere asumir sus esfuerzos, deberes y sacrificios. También nos decía Ortega en ese mismo libro, una de las obras maestras del siglo XX, que hay que “estar a la altura de las circunstancias”. Vivimos un tiempo difícil, de profunda desorientación, a mí entender lo más sensato es volver a los clásicos. No debemos ser bárbaros, ignorantes y soberbios. Ya lo hemos sido bastante y nos está yendo bastante mal. Esta casi todo inventado, lo que hay que hacer es conocerlo y aplicarlo. El hombre en su actuar precisa limites y barreras. Esta función de límites en el actuar antaño la hacia la religión y la ética. El hombre soberbio y sin límites se guiará por sus deseos y ambición egoísta. Ortega lo expuso magistralmente con tres palabras, el “egoísmo es laberíntico”. Y en esas estamos. Este círculo vicioso o laberíntico únicamente se rompe desde la claridad, firmeza y generosidad. Siempre ha sido igual en todas las crisis de la historia. Es clave para ello evitar la mediocridad y la vulgaridad. En esto coinciden todos los pensadores citados. Por eso todos destacan la formación, como formación integral, para el mantenimiento de la democracia y de una sociedad buena.

Daniel Bell en su libro Las contradicciones culturales del capitalismo planteó una interesante cuestión de fondo: ¿pueden convivir los valores sociales que el capitalismo genera con los que la democracia precisa? La economía no puede ser el ultimo valor de referencia, si así fuera el máximo beneficio todo lo justificaría, algo de eso hemos sufrido en esta crisis, en principio, económico-financiera. Los ciudadanos no podemos volver a ser súbditos, como en la Edad Media. Debemos implicarnos en “nuestra” vida pública para salvar “nuestro” Estado democrático y del bienestar. Como ya nos decía Stuart Mill, hay que actuar desde la íntima responsabilidad individual, enfrentándose con decisión a la injusticia y hacerlo con inteligencia y perseverancia. No debemos olvidarnos de los clásicos, sería tirar por la borda siglos de historia de la humanidad, un estúpido lujo de más soberbia que es evidente que no nos podemos permitir.
Fuente: http://www.elimparcial.es/cultura/la-maldicion-de-los-clasicos-107831.html

ESPAÑA. 18 de julio de 2012



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Una respuesta a "La maldición de los clásicos"

  1. es el comentario mas apropiado que sintetiza la actual era postmodernista que con su fundamento de fraccionar la realidad sin vasos comunicantes , nos llevo a la destruccion del pensamiento filosofico, el humanismo y la integralidad del conocimiento

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