La muerte de Socrates

En la primavera del año 399 a. C, se condenaba a morir envenenado por cicuta a uno de los personajes más ilustres de la Grecia Clásica. Acusado de haber corrompido a la juventud y de impiedad a los dioses de Atenas, Sócrates acato el injusto veredicto con la misma dignidad y coherencia con la vivió.


Prisión de Sócrates en la colina de Filopapos en Atenas-
De Sócrates se ha decía que tenía la nariz chata, los labios gruesos y unos ojos prominentes. Así, si asumimos que la cara es el reflejo del alma, en Sócrates, sus grotescos rasgos no podrían aludir sino a la originalidad de su pensamiento

La profesión de sus padres influiría de manera sutil pero palpable en el modo de afrontar la filosofía, permitiéndole trasladar a un plano racional aquello que sus padres realizaban en el plano material o más palpable. Su padre, un escultor capaz de liberar de un bloque informe de piedra, formas y figuras que aparecen ocultas ante nosotros; se casó con Fenáreta, una comadrona, cuya misión era asistir durante el parto. Del mismo modo, Sócrates ayudaría a sus discípulos a alumbrar nuevas ideas. Este método conocido como mayéutica fue la aportación más novedosa de su pensamiento.

Se le recuerda paseando por el ágora y la Acrópolis, acompañado de un séquito de aprendices y curiosos, a quienes sometía a constantes preguntas en aras de desarmar cualquier argumentación. Precisamente en eso consistía la mayéutica; en acompañar a sus interlocutores hasta la toma de conciencia de la propia ignorancia y posicionarlos en el camino del conocimiento, la verdadera virtud o excelencia de los hombres.

Muchos de estos que entonces le acompañaban, años más tarde le señalarían por atentar contra la democracia, en un cobarde intento por salvaguardar su propia persona. Ellos mismos se habían unido a la resistencia de Sócrates frente a determinadas leyes, pero ahora que habían ascendido al poder sabían del peligro de que suponía una mente crítica como la del filósofo en una democracia inestable. La dificultad de realizar acusaciones políticas sobre él sin que los propios acusadores se vieran implicados, les hizo optar por la presentación de cargos de carácter religioso y moral.

De este modo, Sócrates sería condenado a muerte esperando hasta la ejecución de la condena en una celda del monte Philopappous cercano a la Acrópolis. Una vez más, fiel a su conciencia y respetando la injusta decisión auspiciada por la democracia, descartó cualquier reducción de la pena y bebió de su copa con cicuta. Allí le acompañaban sus fieles seguidores, atónitos e impotentes ante la aceptación de la condena por parte del maestro.

La muerte de Sócrates supondrá el pistoletazo de salida para la sistematización del pensamiento filosófico en la Antigua Grecia así como la creación de las grandes escuelas griegas que darían comienzo con la academia de Platón hasta las reuniones de estoicos bajo la famosa columnata del ágora.

La humildad de su carácter impidió que transmitiera por escrito sus pensamientos. Será su discípulo Platón, quién escribirá en forma de diálogos las reflexiones de su maestro tratando de plasmar la fluidez del lenguaje oral frente al hieratismo de la escritura. Platón intentará mantenerse al margen de interpretaciones aunque a medida que avanzan sus escritos comenzarán a entremezclase las enseñanzas socráticas con sus propias ideas, haciendo difícil discernir la autoría de las reflexiones.
Fuente: http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2012/01/16/20-anos-libro-fukuyama-200-constitucion-cadiz/378496.html

SPAIN. 16 de enero de 2012



::: 119 hits

9 respuestas a "La muerte de Socrates"

  1. Gracias por el aporte, es un pensador que merece ser rescatado constantemente. Me permito generar la duda en cuanto a la negación a la escritura por parte de Sócrates, siguiendo a Davidson entiendo que la argumentación socrática no venía por un tema de humildad sino por una supuesta estabilidad de la escritura, él diría algo así como: “Si uno le pregunta a un texto contesta siempre lo mismo”. Extremo que hoy gracias a la hermenéutica de Gadamer, Ricouer y a los aportes de Derrida se ha relativizado. Este artículo y otros de Davidson son aportes para la discusión: http://www.uruguayeduca.edu.uy/Userfiles/P0001/File/ElConceptoSocrticodeVerdad-1.pdf. Saludos!

  2. Atendiendo la aportacion de Diego, a continuación se expone el articlo citado, independientemente de publicarse tambien en la seccion COLUMNA LIBRE:

    El Concepto Socrático de Verdad DONALD DAVIDSON
    ¿Por qué Sócrates practicó el método refutatívo? Una respuesta es que pensó que su uso le conduciría a las verdades morales- Pero entonces se plantea una nueva pregunta, por qué debería pensarse que el método llevaría a tales verdades. Yo propondré una razón. Suponga que estoy en lo correcto, que hay una buena razón para suponer que la refutación podría conducir a verdades morales. Allí nos encontramos con el enigma de por qué Sócrates pensó que valía la pena dirigir preguntas persistentes a los demás. ¿Por qué recorría Atenas durante horas, día y noche, molestando al amigo y al enemigo, adolescentes y adultos, estadista y general, sofistas y esclavos, sabios y necios, con preguntas que ellos no podían contestar, y que él sabía que ellos no podrían contestar? Es más, estaba tan decidido a persistir en molestar a aquéllos que confiesa que sus compatriotas no sólo creen que él “se lanzaba hacia los demás sin que le pagaran nada, e incluso que sería capaz de pagar para que lo escucharan ” (Eutifron 3b). En la prisión él desconoce la advertencia de que si sigue hablando deberá beber dos veces o incluso tres la cicuta, y sigue hablando imperturbablemente (Fedón 63d-e). El les dice a los jurados en su juicio que su muerte valdrá la pena si puede examinar y cuestionar a los muertos en el Hades (Apología 40c-41 b). Hay, entonces, dos preguntas. La primera es por qué debe creerse que las refutaciones llevan a la verdad. La segunda es: ¿aún si fuera razonable esperar que la práctica del método pueda llevar a la verdad, qué motivo tenía Sócrates para imponerlo a los demás? Aunque las respuestas a estas preguntas no necesiten ser las mismas, pienso que de hecho están muy estrechamente relacionadas; y las respuestas tienen en ambos casos profundidad filosófica.
    Es sin duda gracias al trabajo de investigación de Gregory Vlastos que nosotros debemos el redescubrimiento de Sócrates como un fascinante y original filósofo, claramente distinto a Platón. Las dos preguntas que he hecho se desprenden naturalmente de “la discusión de Vlastos sobre la refutación socrática (1).
    Vlastos caracteriza la refutación como sigue; Sócrates sonsaca una respuesta A, a una pregunta que plantea al interlocutor; Sócrates entonces extrae otras consecuencias de tal modo que lleva a que se descubra la falsedad de la respuesta A. La consecuencia es aceptada por ambos, y (casi siempre) los dos coinciden en que esto muestra (o incluso demuestra) que A, como se ha mostrado, es falso. Vlastos entonces plantea la pregunta: ¿incluso concediendo que el interlocutor posea conceptos contradictorios, por qué cualquiera debe estar de acuerdo en que A es falso? Todo lo que la refutación muestra (asumiendo que la lógica es legítima) es que A no es consistente con las admisiones subsecuentes del interlocutor. Tal como Duhem nos enseñó, nosotros podemos escapar de una contradicción abandonando cada una de las premisas de las que nosotros partimos; no hay ningún principio de lógica que nos incite a abandonar nuestra asunción original. También sería posible abandonar una o más de las consecuencias admitidas subsiguientemente.
    Tal como Vlastos enfatiza, la lógica de la refutación no puede hacer otra cosa que revelar inconsistencias. No obstante, el reconocimiento de que las creencias de uno son inconsistentes constituye un progreso. Alguien con creencias inconsistentes
    seguramente tendrá creencias falsas; así reconociendo la inconsistencia la persona eliminará seguramente sus falsas creencias. Pero no hay nada en este proceso que asegure que cualquiera de las creencias restantes es verdadera.
    Hay evidencia textual clara de que Sócrates a menudo está seguro de que algunas de sus creencias morales son verdaderas, constituye un enigma por qué Sócrates podía pensar que la refutación por sí sola podía asegurar tales verdades (2). Vlastos tiene una respuesta sorprendente: Sócrates no está dependiendo exclusivamente de la lógica de la refutación. Más bien, él confía en una idea que no es parte de la refutación sino de una asunción sobre la naturaleza de pensamiento humano. Esta asunción es que si un interlocutor da una respuesta falsa, hay siempre otras creencias que él tiene y a la luz de las cuales su respuesta es falsa. Es posible que estas otras creencias no siempre sean claras o explícitas, pero pueden hacerse claras por medio del interrogatorio refütativo. Tal como Vlastos señala,”… nosotros podemos creer innumerables cosas que nunca han entrado en nuestras cabezas pero que carecen de vínculos con aquello quecreemos, en el sentido común de la palabra” (SE, pág. 51).La refutación elimina estas creencias, y demuestra que ellas chocan con el sentido original.
    Vlastos plantea del siguiente modo la “tremenda” suposición en la que Sócrates se apoya:
    A. Cualquiera que en la vida tiene una creencia moral falsa siempre tendrá al mismo tiempo creencias verdaderas que traen consigo la negación de esa creencia falsa (SE, p.52)’.
    Aún esta asunción no es suficiente para asegurar que las refutaciones llevarán a la verdad, sin embargo, por ninguna razón se podría suponer que las creencias que contradicen la propuesta original sean verdaderas. En lo que a la lógica concierne, uno puede estar consistentemente equivocado tan fácilmente como (exactamente con tanta facilidad como) consistentemente acertado. Lo que se requiere además es algo así: hay verdades básicas que nadie concederá que sean falsas. Por consiguiente cualquiera con una creencia moral falsa está condenado a permanecer en un estado contradictorio. Hay indicios de que Sócrates creyó esto (Gorgias 482a-c), y su práctica parece suponerlo ciertamente. Permítanos entonces hacer explícito que las suposiciones de Sócrates necesitan para justificar una demanda que las refutaciones obliguen a cualquiera que quiera evitar la contradicción, a desechar sus creencias falsas:
    B. Cualquiera que en la vida tiene una creencia moral falsa siempre tendrá al mismo tiempo creencias verdaderas que él no abandonará y qué se vinculan con la negación de esa creencia falsa.
    Pienso que Vlastos tiene en mente B en lugar de A (3). En todo caso, Vlastos señala que Sócrates nunca presenta argumentos en apoyo de su método: puede que se apoyara más bien en suposiciones de las que él no era consciente. Según Vlastos, Sócrates no se obsesionó con la metodología; él creyó en su método, no se refugió en él o lo defendió. Fue Platón que vino a cuestionar el método, y como consecuencia inventó varias alternativas, ninguna de las cuales probó finalmente ser superior (4).
    ¿Nosotros debemos aceptar B, o algo asi, por la fe? Pienso que no. Pienso que hay razones excelentes para aceptar B en una forma ligeramente modificada. No hay
    ninguna evidencia de que Sócrates tuviera estas razones, ni que él incluso pidiera razones para aceptar su “tremenda suposición”. Por eso, permítanme enfatizar que aquí me separe de la crítica, y plantee la pregunta antihistórica: ¿Sócrates estaba tan seguro de creer en su método, y si era así, porqué?
    Tal como argumenté, A no es suficiente para justificar el uso de la refutación; ahora quiero agregar que tampoco B es necesario. Las refutaciones pueden justificarse en base a lo siguiente, que suponemos un poco más débil:
    C. Hay una presunción de que las serias creencias morales (sostenidas firmemente) son verdaderas.
    Si esto es así, es muy improbable que una creencia moral falsa pueda convivir con el peso de las creencias morales serias.
    La reflexión refütativa que elimina las contradicciones, dará probablemente como resultado verdaderas creencias morales. Si aceptamos C, y nuestras creencias morales son de hecho verdaderas, puede decirse que nosotros tenemos el conocimiento moral, porque habríamos justificado las verdaderas creencias morales.
    ¿Pero es C correcto? Yo pienso que podemos ver eso preguntándonos cómo le asignamos contenidos a los pensamientos de otros. Empiezo por plantear una suposición, que en el personaje de Sócrates hay una estrecha conexión entre pensamiento y lenguaje, especialmente lenguaje hablado. Por lo menos con respecto a nuestros pensamientos más cuidadosos y transparentes – y aquí yo no distingo entre los juicios de valor y las creencias fácticas – lo que nosotros decimos cuando hablamos y realmente revelamos lo que pensamos. Nuestros pensamientos pueden estar confundidos, y podemos pensar que no podemos en el momento articularlos, pero lo que articulamos proporciona una ventana genuina en el alma. El lenguaje es necesariamente público; no puede haber nada en el significado literal de nuestras palabras que no pueda en el principio ser interpretado por un intérprete caritativo y persistente. Así lo que semejante intérprete determina acerca de lo que son nuestros pensamientos, disipa de este modo la confusión, de lo que son realmente.
    Los elementos de interpretación correcta son tales que aseguran un amplio grado de verdad. Nosotros debemos encontrar a los otros ampliamente consistentes y correctos en lo que creen como una condición para hacerlos inteligibles, esto es, de acceder a la totalidad de los pensamientos. Pero desde el momento en que lo que encontramos es lo que realmente hay, se sigue que las criaturas racionales, las criaturas con pensamientos, deben ser principalmente consistentes y deben corregir sus creencias.
    Éste es un asunto amplio y difícil sobre el que he escrito en otra parte más ampliamente (5). Aquí yo ofrezco un ejemplo para dar una perspectiva de la posición. Suponga que estoy intentando interpretar a un hablante al que no entiendo. Me doy cuenta de que algo le lleva a proferir las palabras” Sta korg” cuando y solamente cuando un objeto rojo aparece a la vista, bien iluminado, y ella se enfrenta a él. Si posteriores experimentos confirman esto, tentativamente traduzco su frase “Eso es rojo”. Es obvio que ésta es simplemente la clase de evidencia de la que nosotros dependemos para aprender una lengua; tampoco esta ausente en el tipo de conexiones entre el portavoz, intérprete, y mundo que de hecho determinan los significados desde las más simples y
    básicas oraciones, y por lo tanto también determinan los contenidos de los pensamientos expresados por esas frases. Pero esta observación simple tiene implicaciones importantes; si ésta es el modo en que los significados de frases y los contenidos de pensamientos son determinados, no hay ninguna forma de que podamos estar equivocados acerca de nuestras creencias sobre el mundo y nuestro lugar en él. La base de toda comprensión social es un trasfondo de pensamientos sobre los que estamos mayoritariamente de acuerdo.
    Algo similar, aunque más complejo, me parece que puede sostener para los juicios de valor. Así como la concordancia general hace posible la comunicación y el pensamiento con respecto a las cuestiones fácticas, para nuestra comprensión de los valores de otros dependemos bastante de lo que compartimos para permitirnos encontrar sentido a lo que no es compartido, y proveer elementos para la resolución de las diferencias morales. Esto es posible, claro, sólo si realmente entendemos los pensamientos y los valores del otro. Para plantearlo en términos mucho más simples, y evitar, en cierto modo, que requiera una gran cantidad de elaboración antes de que sea aceptado: no puede haber una discontinuidad completa en principio, entre cómo nosotros aprendemos el significado de la palabra “rojo”, y como la aplicamos correctamente la mayor parte del tiempo, y cómo nosotros aprendemos las palabras “bueno” y “correcto”. Hay diferencias importantes, pero ellas no son tan importantes como las similitudes.
    Estas reflexiones, adecuadamente desarrolladas, pueden justificar la dependencia de Sócrates de la refutación como un método para lograr la verdad moral, y para hacer de esa dependencia algo que no tiene porqué ser aceptado basándose en la intuición o la fe. Al mismo tiempo, está claro que las creencias que sobreviven a la investigación refutatoria no tienen la garantía de ser verdaderas. Cuando es correctamente practicada, está justificado que uno acepte los resultados, y ellos son probablemente verdaderos. Por consiguiente, si son verdaderos, ellos constituyen conocimiento en el sentido ordinario de creencia verdadera justificada, pero la refutación tal como señala Vlastos, no confiere certeza. Es cuando se piensa en el conocimiento como algo que requiere certeza, tal como sostiene Vlastos, que Sócrates dice que él no conoce las verdades morales.
    Paso ahora a mi segundo enigma: ¿qué motivo podría haber tenido Sócrates para emplear la refutación como lo hizo? (¿Qué motivo podría tener cualquiera?) Esta pregunta puede parecer que ya ha sido contestada, puesto que si estoy en lo correcto, se trata de un método que generalmente conduce a la verdad. ¿Pero para quién? ¿Si es Sócrates el que investiga la verdad, que le impide seguir su método en el aislamiento? El parece aceptar la profecía del oráculo de que nadie es más sabio que él, aunque la razón simplemente puede ser que él solo sabe que no tiene la sabiduría (en el sentido de certeza). Y su experiencia con el cuestionamiento a los demás no sugiere que Sócrates haya aprendido algo de ese intercambio (6). Lo que los diálogos nos muestran, una y otra vez, es que Sócrates puede demostrar que sus interlocutores están desconcertados, que sus respuestas sobre lo que es la piedad o el valor o la virtud están equivocadas a la luz de otras opiniones que ellos mismos sostienen. La sabiduría que se alcanza es negativa: se manifiestan una cantidad de conceptos falsos, pero la refutación nunca conduce a una verdad moral mayor. Sócrates exige saber ciertas verdades morales; pero éstas se presentan como las premisas, no las conclusiones, del argumento refütativo, y son premisas con las que sus interlocutores están de acuerdo. No hay ninguna razón
    para pensar, entonces, que Sócrates practica la refutación en otros con la esperanza que ellos conozcan algo que él no sabe.
    ¿Él lo hace entonces para el beneficio de otros? Hay dos razones para dudar esto. La primera simplemente es que los diálogos Socráticos testifican que eso no funciona. Las víctimas de Sócrates’ terminan desconcertadas, irritadas, incluso lo insultan, pero raramente parecen mejorar. Como Vlastos dice, “el Sócrates de Platón no es en absoluto persuasivo. Él gana cada argumento, pero nunca parece ganarle a un antagonista”. (PS, p.2) La vida sin examen puede no ser merecida de ser vivida, pero no hay ninguna señal de que las vidas de sus interlocutores mejoren después de los exámenes de Sócrates”.
    La segunda razón para dudar es que Sócrates examinó a los otros principalmente para poner a prueba sus almas. Dado que los otros eran molestados en lugar de ayudarlos por sus cuestionamientos agobiantes, es difícil creer que Sócrates no obstante persistiera en un esfuerzo por mejorarlos. Quizás Sócrates careció, como Vlastos sugiere, de la capacidad humana para apreciar que es posible ser virtuoso sin ser capaz de responder a la pregunta sobre “¿qué es la virtud?” sin embargo él no era ni estúpido ni cruel.
    Hay otra razón, o excusa, ofrecida por Sócrates mismo por su importunar persistente a sus conciudadanos (o a cualquiera, fuera cual fuera su rango). Esto es que prefería vivir más bien entre ciudadanos buenos que malos; por lo tanto debía estar convencido que correcta o erróneamente, su interrogatorio hacía algún bien a otros, así como a él (Apología 25c ff.). Esto tal vez conduce a alguna idea de que Sócrates creía que sus interrogatorios mejoraban a los demás a pesar de sus faltas aparentes; pero no nos aporta un motivo respetable a menos que uno suponga que era tan tonto como para pensar que podría de algún modo reformar a la sociedad completa que estaba contra él.
    Finalmente, está el daimon de Sócrates que, él nos dice, le ha dicho que pase su tiempo interrogando y examinando a todos los que encuentre, sobre todo aquéllos que se creen sabios. Podemos tomar esto seriamente como una razón adicional para aplicar la refutación sólo si suponemos que Sócrates pudiera aceptar los decretos de una voz autoritaria carente de argumentos. No puedo aceptar esta sugerencia. Aunque las exigencias y prohibiciones del daimon sin duda coincidieran con intuiciones Socráticas fuertes, intuiciones quizás en algún sentido religiosas, Sócrates sólo las habría tenido en cuenta si las consideraba racionales.
    Puede ser que yo desestime el poder y la evidencia textual de algunos argumentos para la práctica pública de la refutación que exhaustivamente he revisado. Pero me gustaría sugerir que hay un argumento mucho más persuasivo, y más interesante, que ninguno de los que haya hasta ahora mencionado. Es que Sócrates estaba convencido de que él mismo podría aumentar su sabiduría y claridad a partir del intercambio con los otros aún cuando estos no fueran tan inteligentes como él.
    Hay frecuentemente sin duda mucho de ironía en expresiones de Sócrates sobre su deseo de aprender de otros. Hay un punto serio, sin embargo, detrás de la respuesta de Sócrates a Eutifron cuando Eutifrón dice que Sócrates lo ha entendido perfectamente:
    “Sí, mi amigo (dice Sócrates), porque yo estoy ávido de su sabiduría, y me entrego totalmente a ella, por eso nada de lo que usted diga caerá al vacío” {EutifrónHd).
    Sócrates está bromeando cuando acredita a Eutiftón sabiduría; pero él no bromea sobre querer entenderlo. Sócrates frecuentemente comenta como está preparado para encontrar que él está tan equivocado como aquéllos que él cuestiona. Cuando Protágoras pregunta si debe responder por él o como “la multitud” lo haría, Sócrates contesta “me da lo mismo, con tal de que usted conteste. Por eso lo que principalmente examino es la proposición. Pero la consecuencia puede ser que yo el interrogador y usted el interrogado estemos siendo examinados ambos” (Protágoras 333b-c). A Menón le agrada el estilo de respuestas de Sócrates’, y contesta “Bien entonces, yo no ahorraré el esfuerzo, para su suerte y para la mía propia [mis cursivas], continuaré en ese estilo”(Menón77a). Un poco después en el mismo diálogo encontramos a Sócrates diciendo,
    No es porque tenga seguridad en mí mismo que provoco la duda en los otros; es porque tengo más dudas que ningún otro que yo provoco la duda en los demás. Así ahora, por mi parte, no tengo ninguna idea de qué es la virtud, mientras usted, aunque quizás puede haberlo sabido antes de que estuviera en contacto conmigo, es ahora tan ignorante como yo. Pero al menos yo deseo unirme a usted para examinarlo y para investigar su naturaleza. (Menón 80c-d).

    Cuando Critias acusa a Sócrates de intentar refutarlo en lugar de plantear un argumento, Sócrates contesta,

    ¿Y qué si soy yo? ¿Cómo puede usted pensar que yo tengo cualquier otro motivo para refutarlo sino que yo ya me haya examinado a mí mismo? Este motivo bastaría simplemente para temer mi inconsciencia de pretender conocer algo que ignoro. Y en este momento, yo le aseguro, continúo la discusión principalmente para mi bien, y quizás en alguna medida también por el bien de mis otros amigos (Cármides 166c-d).
    O, de nuevo, “Protágoras, no supone que yo tengo cualquier otro deseo para debatir con usted que el de examinar las dificultades que se me plantean en cada tema” (Protágoras 348c).
    Lo que estos pasajes sugieren, es tanto la práctica real de Sócrates, como la fuerza con que él creía firmemente, al punto de arriesgar su vida por ello, que ese intercambio verbal, en la forma de refutación, proveía el principal o único acceso a la sabiduría moral. Yo tomo a Sócrates seriamente cuando explica por qué el habla es superior a la escritura. Escribir, dice el, es como la pintura: las figuras están de pie allí como si estuvieran vivas, pero si usted les hace una pregunta ellas callan. Las palabras escritas son así: ellas parecen inteligentes, pero si usted las interroga dicen siempre lo mismo. (Fedro 275d).

    Por qué, sin embargo, Sócrates creía que la comunicación verbal, correctamente dirigida, podría llevarlo al reconocimiento de verdades, no lo dijo, y yo no puedo responder por él. Pero puedo dar una razón de por qué creyó eso. La respuesta descansa, tal como la respuesta a nuestro primer enigma, en la manera en que los contenidos del pensamiento de una persona y juicio dependen de sus relaciones con otras personas y con el mundo. Nosotros pensamos el diálogo como un proceso en el que pensamientos totalmente formados se intercambian, y pasamos por alto el hecho que el diálogo nos aporta nexos a partir de los cuales los pensamientos y conceptos se forman y adquieren significados. Pensamiento y racionalidad son, como dije antes, fenómenos sociales. Sin
    el lenguaje, los pensamientos no tienen ninguna forma clara; pero el lenguaje sólo permite que emerjan en el contexto de comunicación activa. Lo qué nosotros pensamos depende de lo qué otros pueden hacer de nosotros y de las relaciones con el mundo que nosotros compartimos con ellos. Se sigue que nosotros no tenemos ningún pensamiento claro excepto aquellos que surgen en el proceso de ser capturado por otros. Cuándo Sócrates insiste una y otra vez en el Menón que es inútil preguntar si puede enseñarse la virtud hasta que uno no sepa lo que es la virtud, él no está, como se supone a menudo, lamentando el fracaso para ascender con una respuesta prolija y final a la pregunta, “¿que es la virtud?” Está invitando a sus compañeros a continuar en la búsqueda para la claridad y entendimiento mutuo – que es el único método que conoce para lograr la verdad moral.
    Deberíamos distinguir entre la falta de consistencia y falta de claridad. En los diálogos socráticos los interrogados se encuentran diciendo cosas que son contradictorias. Pero lo que esto revela necesariamente no es que ellos tienen ideas claras que chocan; la apariencia de contradicción es lo que más comúnmente traiciona la confusión real. Hay un sentido genuino en que alguien que está desconcertado no puede estar sinceramente equivocado, porque simplemente no sabe lo que piensa. El diálogo, particularmente en la forma de refutación, proporciona el foro en que las solas palabras asumen significando y se clarifican lentamente los conceptos. Cuanto mejor podamos entender a los demás mejor sabremos lo que nosotros pensamos.
    Parece confuso que Sócrates siempre esté preguntando, “¿que es la virtud”?, “¿que es la piedad”?, “¿que es la justicia”?, y nunca encuentre una respuesta satisfactoria. Nunca. ¿Está intentando averiguar qué es la virtud o la piedad o la justicia, o más bien lo que él y los demás entienden por esas palabras? ¿Cómo podemos separar estos problemas? No podemos esperar aprender lo que estas virtudes son sin aprender lo que las palabras significan, o aprender lo que las palabras significan sin aprender lo que la gente, nosotros mismos y los demás, entendemos por ellas. Lo que la gente quiere decir es lo que los demás pueden entender; aprender lo que nosotros queremos decir es aprender lo qué queremos dar a entender a otros. Entendemos a los demás, cuando estamos de acuerdo con ellos en los conceptos básicos, la claridad sobre lo que nosotros queremos decir, viene de la mano con lo que ellos quieren decir. La refutación es un modelo de nuestro único método para promover estos fines.
    NOTAS
    (1). Los artículos de los que dependo particularmente son “The Socratic Elenchus” [SE], en Oxford Studies in Ancient Philosophy. Clarendon Press. Oxford, 1983, 27-58;
    “Afterthoughts on the Socratic Elenchus”, ibid. 71-4; “Socratic Irony”, Classical Quarterly 37 (1987), pp. 79-96; “The Paradox of Sócrates” [PS], en The Philosophy of Sócrates, ed. Gregory Vlastos. Douhieday & Co., New York, 1971.
    (2) Por ejemplo es mejor sufrir la injusticia que cometerla (Gorgias 482a-c).
    (3). La discusión de Vlastos que conduce al enunciado de que A es mucho más claro que lo que él tiene en mente.
    (4). Esta es mi conclusión no la de Vlastos. En “Plato’s Philosopher”, London Review of Books, 1 August, 1985, sugiero que hacia el fin de su carrera de escritor en el Filebo, Platón abandonó su mejor método para retomar a la refutación.
    (5). Ver los ensayos en Inquirios into Truth and Interpretation, Oxford University Press, 1984, y “Rational Animáis”, Dialectics 36 (1982), pp. 317-27. Parala aplicación de los juicios de valor, ver “Expressing Evaluations”, The Lindiey Lecture, University of Kansas Press, 1984.
    (6). El Filebo, demasiado tardío en la carrera de Platón como para dar cuenta de Sócrates como para la mayor parte de los especialistas puede contener una excepción:
    Sócrates comienza plantando que una vida de pensamientos puros es mejor, pero la refutación (utilizada por el mismo Sócrates) muestra que una vida mezclada de razón y placer es lo mejor.

    Fuente:

    Versión española Prof Marta Bayarres Delio
    Revista de Filosofía Contemporánea de la FHCE – UdelaR
    http://www.fhuce.edu.uy/public/filcontemp
    La dirección del artículo es: http://www.fhuce.edu.uy/public/filcontemp/modules.php?name=Sections&op=viewartic le&artid=3

  3. hola que tal gracias por la infó estoy muy agradecida pero sigó teniendo dúdas sobre como murio socratéz por que no relatan bien porfavor nesecito para mí tarea y eso nada mas muchas grácias encerió por que cási me aplazó de no ser por está infó saludos desde mexico pais de los qué escribimos bien viva la buena ortografia besos

Responder a Diego Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *