La mujer y el ser

Hace mucho que me hago estas preguntas:  ¿por qué no hay ni una sola mujer universal en la historia de la humanidad que haya construido un sistema filosófico asimismo universal, que explique la vida y el mundo? ¿por qué no hay tampoco ni una sola mujer fundadora de una religión monoteísta, politeísta o animista, de una doctrina o de una simple secta?

 

Hace mucho que me hago estas preguntas, para las que hasta ahora no había encontrado una respuesta satisfactoria… Pero ahora que en España un presidente del gobierno ha nombrado en una manifiesta desmesura ministras a once mujeres y ministros a cuatro hombres, vuelve a mi cabeza las preguntas: ¿por qué no hay ni una sola mujer universal en la historia de la humanidad que haya construido un sistema filosófico asimismo universal, que explique la vida y el mundo? ¿por qué no hay tampoco ni una sola mujer fundadora de una religión monoteísta, politeísta o animista, de una doctrina o de una simple secta?

Tengo una edad más cercana al fin de la vida que de la andropausia y no creo en absoluto que, aunque bien es verdad que esa marginación haya podido influir notablemente en sus inclinaciones mentales, la respuesta esté en la inveterada marginación de la mujer en asuntos de cultura y pensamiento.. Pero en el mundo occidental al menos, hace más de un siglo que la mujer se incorporó al mismo quehacer y las mismas ocupaciones del hombre, y en el sistema de la extinta Unión Soviética la mujer tenía la exacta consideración que el hombre y en él no existían las trabas profundas habidas en occidente, especialmente en España y en los países de habla hispana. Por lo que hay que colegir que si hubiese sido aquella la causa de su aparente renuencia o incapacidad, más bien a éstas debiéramos llamarlas sencillamente pereza…

Por consiguiente los factores cultura, pensamiento y cono¬cimiento vedados por la cultura a la mujer, no se me ocurre que sean la causa de no haber creado sistemas filosóficos ni haber fundado religiones, doctrinas o incluso sectas. Yo ya creo a mis años (y al decir “yo creo” he de aclarar que mis “creencias” siempre son provisionales dada la propensión de la personalidad reflexiva a peregrinar por las esferas del pensamiento), la razón verdadera de no haber fundado ni filosofías ni doctrinas ni religiones está en la naturaleza, en el alma y en el espíritu de la mujer: lo que el filósofo llamaría su “ontología”. La causa se aloja en su propia naturaleza, en su propio ser.

La mujer crea vida por la gestación y la maternidad. Y el hombre, ante la incapacidad de crearla, la “imita” a través de la creatividad, que no es más que un sucedáneo y un alivio para su tara de “crear” de vida. Y la creatividad, frustrada su capacidad de crear, va ligada a la imaginación, a la cábala, a la fabulación y a la ensoñación. Lo que no significa que estas aptitudes, habilidades o contingencias no estén en la psique de la mujer. Pero están mucho más atenuadas. Y en ello sí que ha de influir notablemente la ausencia más o menos obligada de los aspectos culturales y los roles de macho y hembra que encierra la aventura humana. Porque la mujer difícilmente fantasea después de la niñez, de la pubertad y de la adolescencia. Hasta ayer al menos, la mujer mantiene los pies firme¬mente en el suelo y solamente huye de la realidad por los vapores del amor o por la ausencia del amor buscando a Dios o similar…

En todo caso, y por las suspicacias que mis preguntas pudieran suscitar, me veo precisado a aclarar antes de terminar, que la profundidad de ambas preguntas nada tiene que ver con la insinuación de la supuesta incapacidad de la mujer para crear sistemas filosóficos o religiones que, si bien se examina no son más que embrollos y fuente éstas últimas de hitos sangrientos en la historia. Mis preguntas tienen que ver con la sospecha de que la mujer encierra una verdadera sabiduría de la que nunca se ha hablado. Lo que me lleva en cualquier caso a la dictaminar, aunque solo sea para mí mismo y tras sesudas reflexiones durante muchos años, que cuando a la mujer, como género, se le ha pasado por la cabeza crear un sis-tema filosófico o fun¬dar una religión, ha llegado ella su vez a la conclusión de que no valía la pena… De modo que mientras la mujer es la que verdaderamente vive el presente y crea vida, el hombre ordinariamente está instalado en el futuro, o está ausente.

Para concluir he de decir que si esta conclusión a modo de tesis provisional fuese equivocada, me sospecho que habrán de pasar todavía muchas décadas hasta descubrir que lo es. Y aun así las ideas o la ciencia que la refuten también estarán sujetas a otras razones científicas o no que a su vez la contradigan. Y así sucesivamente. Pues nada hay bajo el sol que, salvo el sol y su luz, merezcan rotundamente el nombre de “verdad” o de “certeza”.

Jaime Richart es Antropólogo y jurista.

 

Fuente: Jaime Richart

14 de junio de 2018.

 

 



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