La verdad de ‘Ágora’

Se habla estos días mucho de la película Ágora. Quisiera ocuparme de ella más adelante. De momento, quizá sea útil al lector conocer uno de los testimonios más seguros que tenemos sobre el caso: el del historiador cristiano Sócrates de Constantinopla, casi contemporáneo de los hechos.

“Por aquellos días hubo en Alejandría una mujer llamada Hipatia, hija del filósofo Teonio. Tan erudita que superó con mucho a todos los filósofos de su tiempo. Siguiendo a Plotino, entró en la Escuela de Platón y enseñó a sus oyentes todas las ramas de la filosofía, por lo que todos los amantes de la sabiduría acudían a ella. Por la autoridad y sencillez que respiraba se atrevió a acudir a veces a los jueces, sin sentir vergüenza por aparecer ante una multitud de hombres, pues todos la aceptaban por su eximia modestia. Y en ella se cebó el veneno de la envidia: pues, como hablaba con frecuencia con Orestes, se levantó contra ella una calumnia entre la plebe cristiana, como si fuese ella la culpable de que el Prefecto y Cirilo no se entendiesen. Y unos cuantos exaltados, al mando del lector Pedro, la siguieron cuando regresaba a su casa, no sé de dónde. La bajaron del carro y la llevaron a la iglesia de los Césares, le quitaron la ropa, la sometieron a tortura y la destrozaron, llevando luego sus miembros a un lugar llamado Cinaron, donde los quemaron. Todo ello supuso un gran oprobio tanto para Cirilo como para la Iglesia de Alejandría: pues las peleas y la violencia son lo más opuesto a la mentalidad cristiana. Ocurrió todo esto el año 4 del episcopado de Cirilo, en marzo, en época de ayuno…” (Historia eclesiástica,l. VII, cap. 15).

Este testimonio se ajusta bastante a la narración de Amenábar. Los puntos donde la película se aparta de los hechos reales me parece que son estos:

Hipatia murió a los 61 años, y no cuando era una guapa moza. El obispo Sinesio (que la llamaba madre, maestra y hermana) murió dos años antes que ella y, al revés que Cirilo, no pudo tener nada que ver con su muerte.
La Biblioteca de Alejandría fue destruida por el emperador Aureliano en el 273, no por los cristianos del siglo IV. Estos destrozaron el Serapeum, donde se conservaban algunos volúmenes salvados del destrozo: pero esta salvajada no se cometió por odio a la cultura, sino por odio a Diocleciano el gran perseguidor, que había puesto allí una columna en su honor.
Fuente: http://www.lavanguardia.es/lv24h/20091116/53825342103.html

SPAIN. 16 de noviembre de 2009



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