Las razones del corazón: Antología de María Zambrano

“Hay cosas que no pueden decirse, y es cierto. Pero esto que no puede decirse es lo que se tiene que escribir”, afirma María Zambrano, de quien se publica una antología seleccionada por José-Miguel Ullán, que descubre la “razón poética” de la filósofa..
Pocas veces la filosofía pensada, sentida y escrita en castellano dará tamaña satisfacción estética al lector como la nacida del corazón y la cabeza de la pensadora María Zambrano (Vélez-Málaga, 1904-Madrid, 1991). Sus textos son diáfanos, aun cuando no están exentos de paradojas, pues fue mujer que vivió con hondura las contradicciones del pensamiento y que, en su pugna por expresar lo que acaso sólo puede decirse mediante la poesía, ensayaba caminos con veredas entrecruzadas. Para ella fue la filosofía una tarea vital, “éxtasis fracasado por un desgarramiento”, y desde niña le urgió la absorbente necesidad de explicarlo; “quiero pensar”, sentenció con aplomo.

Barruntaba las cuestiones esenciales: la vida, el amor, el sueño, el morir y el pervivir; el ser de las cosas y el principio anudado con el final en la completud del todo; es decir, lo que nos importa o debería importarnos a los seres humanos. Zambrano fue filósofa y metafísica; pero no en la estela de Heidegger, aunque también le preocupó el ocultamiento del ser; y a pesar de que fue alumna del “ontólogo” Zubiri -de quien estuvo enamoriscada en sus años mozos de la Universidad Central-, la especulativa muchacha, más lírica, se arrimó a la noche y a la luz del humilde san Juan de la Cruz, que tanto sabía del arrobo místico de la eternidad y del amor perdurable. Siendo muy español su pensamiento, en muy poco se parece al de Ortega, su elegante maestro; y poco también al del vehemente Unamuno, a quien ella admiró por su amor a la belicosa verdad y por su rechazo del mohíno apoltronamiento.

María Zambrano es un caso aparte en el panorama del pensamiento hispano; de escritos profundos en su sencillo decir, de estilo magnético, será difícil dejar de leerla; su prosa atrapa y, aunque exija concentración, a menudo podemos perder el hilo de su pensar y dejarnos mecer por la belleza musical de su palabra, y la envolvente cadencia de sus frases luminosas, a veces secas y escuetas, y otras, tan coloristas y adjetivadas. Esencia y hermosura, tales son las dos verdades netas de su saber. Un saber que no es de razón pura, ni vital, ni práctica, sino de “razón poética” y que se entiende aunque uno no sepa por qué.

Quien apenas conozca a María Zambrano bien puede empezar por esta magnífica antología. El poeta salmantino José-Miguel Ullán (1944-2009) eligió con cariño los textos que componen este libro pleno y magnífico. Ullán, quien trató mucho a la pensadora en la última época de su largo exilio -que se prolongó durante 45 años- y, después, en Madrid, tras su regreso a España en 1984, nos dejó un entretenido preámbulo en el que describe el estimulante mundo intelectual que rodeaba a la filósofa.

Pero lo que convierte esta antología en un libro fundamental es la magia de sus textos; breves en su mayoría y muy atinados para leer y releer. Aparte de unas cartas inéditas de Zambrano al pintor mexicano Juan Soriano -ambos estaban “enamorados de la luz”-, encontramos joyas como los ensayos sobre el mencionado autor del Cántico espiritual, o sobre Séneca y san Agustín; las reflexiones impagables que le sugirió la pintura de Luis Fernández, el hermoso texto dedicado al cubano Martí, y ese otro titulado Por qué se escribe, con hallazgos como éste: “Hay cosas que no pueden decirse, y es cierto. Pero esto que no puede decirse es lo que se tiene que escribir”. Una solvente aproximación a El castillo de Kafka, que Zambrano desentraña cual símbolo de un “sueño trágico”. Y más selecciones de magníficos fragmentos de libros cruciales: España, sueño y verdad, El hombre y lo divino, De la Aurora, o el singular Claros del bosque. En suma, aquí está entera María Zambrano, con sus metáforas y las razones de su sabio corazón, ese órgano que siempre está a punto de “romper a hablar”, como ella decía. Afirmaba también que la filosofía es una “tarea amorosa”, lo mismo que deben serlo la escritura y el arte, y esa lucidez y esa bondad a las que debería aspirar toda alma. –

Esencia y hermosura.
Antología
María Zambrano
Selección y relato prologal
de José-Miguel Ullán
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
Barcelona, 2010.
612 páginas.
35 euros
Fuente: http://www.elpais.com/articulo/portada/razones/corazon/elpepuculbab/20100306elpbabpor_15/Tes

SPAIN. 6 de marzo de 2010



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