Los primeros cien números de «El Catoblepas»

Catedrático de teoría de la información.
Revistas como «El Catoblepas» pueden animar a los jóvenes y no tan jóvenes a revitalizar las facultades de Filosofía.
El jueves pasado, día del Corpus y festivo en Madrid, asistí a la presentación del número 100 de «El Catoblepas. Revista crítica del presente», publicación mensual que edita la Fundación Gustavo Bueno.

Según iba desarrollándose el acto en el Centro Riojano de Madrid, viví qué era un personaje fragante. Hasta entonces lo había experimentando al leer «Los embajadores», del novelista Henry James, hermano del gran psicólogo William James.

Un personaje fragante es aquél que, sin aparecer físicamente en una novela, logra que las demás personas consigan su perfil respondiendo al personaje fragante. Por ejemplo, Mrs. Newsome no aparece en la novela de Henry James, pero los demás encuentran en ella el sentido de sus acciones.

En la presentación del día del Corpus apenas mencionaron el nombre de Gustavo Bueno. Y la gracia del acto residía en que estaba presente en la intervención de todos. Si los presentadores lo hubieran mencionado continuamente, el acto habría parecido un homenaje funerario o la apología del dirigente de una secta.

Quienes intervinieron en el acto iban de los primeros veinte años a los últimos setenta. Lo que los unía a todos era la vitalidad, la energía. Algunas veces me daban la impresión de que no se acababan de creer todo lo que habían logrado en sólo ocho años. Y es que el secreto de las grandes hazañas consiste en que personas normales consigan objetivos extraordinarios. Todos ellos creen a fondo en la filosofía. Están entusiasmados con ella. Un entusiasmo que les dura muchos años. Y sostienen esta vitalidad y entusiasmo en medio de unas facultades de Filosofía mortecinas. Hace falta tener más fe que la hemorroísa para seguir ejerciendo el pensamiento mes a mes. Se da el sorprendente caso de que hay quienes llevan escribiendo desde que apareció «El Catoblepas» y no se conocen personalmente. Es decir, lo más alejado que conozco de un pensamiento sectario.

Tengo que introducir aquí un elemento personal. Dirijo una revista que acaba de entrar, hace unos meses, en Sociological Abstracts y en Worldwide Political Science Abstracts. Cumplimos las normas que exigen en estos índices de prestigio: artículo recibido, aceptado, evaluado y aprobado para su publicación. Muchas personas nos envían sus artículos porque saben que publicando en una revista prestigiosa podrán impulsar decisivamente su carrera profesional. Pues bien, ¿quieren que les diga lo que pienso? Me parece que «El Catoblepas» está a mucha distancia de la revista que dirijo. Y que ahora mismo cambiaría la dirección de mi revista por la de «El Catoblepas». Esta revista sí representa la influencia real en el presente y en el futuro. Nada menos que 4.500 suscriptores y más de 10.000 lectores. Y sobre los asuntos más diversos. Ahora todo el mundo académico burocrático está hablando del «índice de impacto». ¿Índice? ¿Impacto? Sumérjanse en «El Catoblepas» y comprobarán qué es el impacto.

Recuerdo que, hace tiempo, le pregunté a un señor en qué consistía el secreto de su longevidad. «Muy sencillo: la mitad de la vida estriba en rodar; la otra mitad, en seguir rodando». Pues eso. Después de los cien primeros números, ¿en qué puede influir «El Catoblepas»? ¿Cómo puede cambiar el futuro? Mi opinión personal es que sólo revistas como ésta pueden animar a los jóvenes y no tan jóvenes a revitalizar las facultades de Filosofía. Me llamó la atención enterarme de que no eran los españoles los más seguidores de «El Catoblepas». Tenía más lectores en México y Colombia. Buena señal, porque no es en España donde más hispanohablantes hay. Y quizá en esos países que he nombrado y en otros haya más cultivadores de la filosofía que en la España actual.

Asturias puede convertirse en la gran animadora del panorama filosófico español. Contamos con la Fundación Gustavo Bueno y con la Sociedad Asturiana de Filosofía. No me importa cómo se encuentran actualmente sus relaciones, porque tengo amigos en ambas. Lo que sí me importa, y mucho, es que logren atraer cada vez a más estudiantes hacia la Filosofía. Me encantaría que estas dos organizaciones funcionasen en los próximos diez años como el Conservatorio de Oviedo mientras fue su director Leoncio Diéguez. Irradió entusiasmo por la música hacia toda España y ahora nos encontramos con profesores, salidos de Oviedo, en los lugares más diversos.

En la que definitivamente no confío es en la Fundación Príncipes de Asturias. Su omnipresente y superpoderoso gestor, durante años y años y años, Graciano, va a pasar a la historia como aquél que no facilitó que Gustavo Bueno recibiese el premio «Príncipe de Asturias». Y si no, al tiempo. Con lo que hubiera significado este premio para irradiar el prestigio de la filosofía desde Asturias hacia todos los lugares.

Como quiero terminar con optimismo, deseo recordar a dos personalidades que estaban a mucha más altura que Graciano y que sí creían a fondo en Gustavo Bueno y en la filosofía: Sabino Fernández Campo y José María Laso.
Fuente: http://www.lne.es/sociedad-cultura/2010/06/07/primeros-cien-numeros-catoblepas/925854.html

SPAIN. 7 de junio de2010



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