Los últimos centauros de la música

Magda Polo publica Filosofía de la música del Futuro en la Universidad de Zaragoza.

Hubo un tiempo en que la música y, más en concreto, el drama musical, parecía rozar la perfección como arte, hasta el punto de que se llegó a postular como el “arte total”. Nietzsche escribía entonces: “Ciencia, Arte y Filosofía crecen tan juntos dentro de mí que, en todo caso, pariré centauros”.


Nietzsche, Wagner y Hanslick

En aquellos redobles finales del XIX, en aquel irrepetible cruce de caminos en el que se halló de súbito el Romanticismo, dejaron su impronta tres figuras que delimitan con precisión el campo dejuego estético de la época. Son los protagonistas de Filosofía de la música del futuro. Encuentros y desencuentros entre Nietzsche, Wagner y Hanslick (Prensas Universitarias de Zaragoza, 2012), el último ensayo de Magda Polo, profesora e investigadora de la Universidad de Barcelona, Esmuc y Ramon Lull. Un filósofo, un músico y un crítico en los días de los últimos centauros.

Pregunta.- Su libro traza la genealogía de un triunfo estético, el del drama musical, como una suma de desencuentros…
Respuesta.- El drama musical es realmente un triunfo, es la redención del hombre a través de lo estético. El proyecto que inspiró a Wagner se basó en la recuperación de la tragedia griega, mejor dicho, del espíritu de la tragedia. Dionisio, el dios del contenido y de los instintos más profundos, había perdido, en la música de un determinado tipo de romanticismo, su capacidad como discurso de la “verdad” en pro de un Apolo que primaba la forma artística bella como el único contenido que se podía dar en el escenario. Wagner, con la estrecha colaboración de Nietzsche y de su libro El nacimiento de la tragedia, se dio cuenta de que era necesario restablecer el contenido para que la forma cumpliera con su cometido de estructurarlo y, gracias a su genio, incorporó en la ópera unas reformas que potenciaron la capacidad expresiva de todas las artes, la poesía, la música, la danza, etc., hasta originar el drama musical.

P.- ¡Filosofía del futuro! se titulaba aquel famoso texto tan crítico con el primer Nietzsche. ¿Cuál será el papel del filósofo en esta aventura?
R.- Habrá dos situaciones que marcarán la actitud de Nietzsche. En primer lugar, su estrecha amistad con Wagner, que les llevó a compartir su proyecto para restablecer el sentido de la música decimonónica. La música del futuro sería una música que debería ser consciente de que el lenguaje musical había caído en la vacuidad y que no permitía que tuviera una función socializadora. Era necesario, dentro de esta perspectiva, resignificar a la música a partir de lo gestual, por ejemplo, para llegar a un público más amplio. Pero después la enemistad que fue creciendo entre los dos, y Nietzsche repudió la música wagneriana porque había situado en el escenario al histrión, al falso actor, al artista, en lugar de situar al drama. Había otorgado un protagonismo exagerado al edulcorador de melodías. En este momento es cuando Nietzsche reclama que la música del futuro pasa por Rossini y Bizet. La música del futuro es la música que se da por ella misma y en sí misma, en la que forma y contenido son una fusión heterogénea de lo mismo.

P.- ¿Y el del crítico musical Eduard Hanslick?
R.- Hanslick se enfrenta a la tradición de la música romántica entendida como la expresión y representación de sentimientos y nos propone, por primera vez de manera rotunda en la reflexión estética, que la música no contiene sentimientos sino que la música se limita a ser “formas sonoras en movimiento” y es en el público, en quien escucha, donde estos se configuran, no en la obra. De este modo, le devuelve a la forma una pureza que se había perdido en la época en que la música programática se dejaba influenciar por elementos extramusicales como la literatura. La batalla que libra este crítico musical vienés, que toma como aliado el pensamiento positivista y analítico de la época, es contra la música como lenguaje de los sentimientos. Según él, existe una estética específica para cada manifestación artística y gracias a la fantasía cada arte se nutre de sus propios recursos para constituirla. El arabesco, la libertad temporal y acotada de la creatividad musical, simboliza, en este sentido, lo más puro de la música.

P.– Hoy es habitual escuchar a Wagner en extractos. ¿Dónde queda la idea del arte total?
R.- Celebro que me haga esta pregunta. Actualmente, se sigue hablando de la obra de arte total, principalmente, como la obra que germinó a finales del romanticismo y que ejemplificaba, de manera magistral, la posibilidad de crear una obra completamente cerrada a partir de diferentes manifestaciones artísticas. La melodía infinita, sin ir más lejos, es un concepto wagneriano que rompe con el esquema de discontinuidad operística, con los números de arias y recitativos, para fertilizar la continuidad del discurso artístico. En este sentido, Wagner se sentiría traicionado por las nuevas tecnologías que permiten que uno pueda seleccionar una parte de la obra y escucharla independientemente. Sin embargo, la obra de arte total hoy se sigue buscando en el mundo del espectáculo. Es más, el desplome de las óperas de Wagner, de una duración superior a las seis horas, ha comportado una condensación en lo que yo llamo “microespectáculos”. Estos microespectáculos, a los que me dedico desde hace un tiempo como creadora y directora, respiran el intento de concentrar en lo breve la síntesis de la máxima expresividad.

P.- ¿No habría que recuperar hoy ese espíritu popular y hedonista del que Nietzsche renegó, ahora que la gente joven está tan alejada de la música clásica?
R.- Una parte importante de la gente joven está alejada de la música llamada “clásica” porque en ella no reconocen signos y símbolos que los definan, es una música que no se identificada con su vida. Si la música pop-rock, con todas sus derivaciones, que son muchas, está siendo la más popular es porque en ella se establece un claro puente entre los grupos de música o cantantes con su público, una conexión extremadamente íntima.

En este sentido, el filósofo de la escuela de Frankfurt, T. W. Adorno, aborrecería este tipo de música más que nada porque, a pesar de nacer en el sí de la sociedad, no mantiene la actitud crítica necesaria para poderla reconstruir desde ella misma. La música como denuncia, como ocurrió en España con la Movida Madrileña y la Nova Cançó, por citar dos ejemplos, podría tener actualmente un renacimiento importante. Y este renacimiento o reencarnación del arte crítico con la sociedad corrompida también podría encontrarse en parte de una música “clásica” que nos ha legado la historia y en la que todavía está por componer.
Fuente: http://www.elcultural.es/noticias/LETRAS/3004/Los_ultimos_centauros_de_la_musica

ESPAÑA. 2 de abril de 2012



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Una respuesta a "Los últimos centauros de la música"

  1. Este artículo en general se me hizo muy interesante, ya que además de conocer un poco sobre lo que escribió la autora del texto “Filosofía de la música del Futuro”, pude conocer más de lo que en realidad en otro tiempo era considerado música, o más bien la perfección en el arte, que era el drama musical.
    La autora dice que la música clásica tiene la capacidad de poder, por así decirlo manipularse por nosotros mismos y así tener la libertad de ser interpretada de diferentes maneras, cosa que con la música actual difícilmente se logra. En este aspecto estoy muy de acuerdo, porque por experiencias propias puedo decir que dependiendo el estado de ánimo en el que estemos le damos un significado diferente a la música clásica, y generalmente, con la música actual solamente podemos encontrar el sentido que se nos quiere transmitir. Además es muy interesante conocer sobre el drama musical y algunas de sus transformaciones.

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