Marina Garcés, una ontología del presente

Sabido es que lo bueno si breve…Un certero acercamiento a nuestra épova y unas propuestas de salida.

« Para muchas personas, la filosofía no es algo que “se hace”, sino que preexiste ya hecha en un cierto prefabricado. Sin embargo, la teoría filosófica es ella misma una práctica, no menos que su objeto. No es más absurda que su objeto. Se trata de una práctica de los conceptos, y se la juzga en función de otras prácticas con las que interfiere »

«Cuando las grandes palabras ya no nos dicen nada, ¿qué hacemos? Hemos de volver a tomar la palabra. Volver a hacerla viva. Hacer que sea un lugar desde el cual la vida sea posible [ …] intentar perder el miedo a las palabras, grandes y pequeñas, y crear contextos nuevos. Es éste el trabajo de la filosofía»

Me atrevo a afirmar sin ambages que la voz, y la correspondiente palabra, de Marina Garcés ( Barcelona, 1973) es una de las más certeras y afiladas del actual panorama filosófico peninsular ( retomando a escala catalana el impulso dinamizador y creativo de aquel ejemplar Collegi de filosofía de Barcelona, con sus Miguel Morey, Jordi Llovet, Josep Ramoneda, Xavier Rubert de Ventós o Eugenio Trías) y ; no es la primera vez que lo digo y es que la verdad, aun no teniendo santos de devoción, he de reconocer que sigo con interés su trayectoria resultándome ciertamente atractivos sus planteamientos y ello por varios motivos: por una parte, está su recurso a ciertos pensadores que juzgo que dan marcha al hecho de pensar ( singular), a lo que se ha de añadir, para evitar cualquier equívoco de orden angelical, que su dedicación no consiste en repetir el panteón de los clásicos sino que su empeño va unido a la unión que busca entre tales pensadores y la vida, y la imbricación de esta en lo colectivo. En este orden de cosas, sus entregas filosóficas se inscriben en el hoy y en una de las finalidades primigenias de esa cosa llamada filosofía: aprender a vivir, no como ejercicio espiritual solitario, sino como empeño en intervenir en la esfera pública, haciendo que de la pregunta ¿ qué es intervenir? se pase en una relación de continuidad a una nueva pregunta que sería ¿ qué es enseñar?

Su práctica pedagógica se desarrolla en la universidad de Zaragoza y en otros foros universitarios y dinamizadores de la crítica como Espai en Blanc , en los que deja ver algunos de los aspectos ya señalados unos claros resabios feministas e interculturales, siempre empujada por el afán de devolver la filosofía a la calle que es en donde se inició por medio de la mayeútica socrática, en un continuado intercambio de palabras que constituye el acto de enseñar en un dispositivo bi-direccional ( 1 ).

En la presente ocasión, lo bueno si breve, entrega un pequeño libro, obviamente me refiero al tamaño y paginación que no a su contenido, cuyo objetivo es emitir un diagnóstico con respecto a nuestro hoy, y apuntar algunas vías de salida del impasse presente: « Nueva ilustración radical » ( Anagrama, 2017). En medio de las etiquetas surgidas en relación a la tan manida, como frivolizada, crisis de la modernidad, con sus post, trans, ultra…final para unos , proyecto inacabado para el otro…la filósofa define su postura con respecto a esta sociedad liquida, que diría Zymunt Bauman.

El libro está perfectamente estructurado en tres partes que, obviamente, se complementan. La primera parte está dedicada a emitir un diagnóstico, la segunda es una propuesta de cómo salir del atolladero , y la tercera, es una reivindicación de las humanidades en los ámbitos formativos; y vamos por partes.

La travesía se inicia con una constatación de que vivimos una condición póstuma ; son tiempos pos del post Se acabaron los tiempos de esperanza en el desarrollo ilimitado ; el tema a debate se ha convertido de un tiempo a esta parte : pensar en el agotamiento, y cobran presencia los límites que impiden una vida vivible. Así, la caracterización postmoderna no parece pertinente, sino que la razón póstuma ha ocupado su lugar. .Ello va ligado con la insostenibilidad que hace que toque repensar nuestra relación con la naturaleza y con los instrumentos, en la vía que ya anunciase Günther Anders, ya que la humanidad se halla en un balanceo entre Prometeo y Frankenstein, ya que « somos pequeños y precarios , pero tenemos un poder desmesurado ». La celebración posmoderna, descrita por Jean-François Lyotard , y seguida con altanera frivolidad llevaba a considerar que acabadas las promesas de la modernidad se había entrado en una nueva época, que anunciaba un no-tiempo. No solo se cambiaba la visión de la temporalidad sino que ello tenía consecuencias en el terreno de la política, bajo la etiqueta de la biopolítica analizada por Michel Foucault continuada por Antonio Negri o Girogio Agamben…biopolítica que con el paso del tiempo se tradujo en necropolítica ( « terrorismo, poblaciones desplazadas, feminicidios, ejecuciones masivas, suicidios, hambrunas ambientales»). Tal oscuro panorama pude conducir al pesimismo más hondo, promovido por los poderes con el fin de conducir las cosas a un : a nosotros o el caos. Estamos en el tiempo en que la visión benjaminiana de la revolución se convierte en su contrario, y ello, reitero siguiendo a la pensadora, puede arrástranos a una callejón sin salida en este tiempo de simulacros y virtualidades

En tal tesitura es en donde cobra su pertinencia una postura de insumisión con los valores consagrados, retomando el gesto ilustrado de « un combate contra los saberes establecidos y sus autoridades»; cobra presencia potente el sapere aude! kantiano. Y de este modo tras haber transitado por la condición póstuma, la autora nos propone la adopción de un radicalismo ilustrado. Postura que habrá de empeñarse en evitar las derivas ilustradas que en nombre de la emancipación colaban de tapadillo las relaciones de dominio…« la confusión entre el impulso emancipador que guía el deseo d una vida feliz y digna en la tierra y el proyecto de dominio sobre todos los pueblos y los recursos naturales de la tierra es peligrosa porque ignora el combate interno de la propia modernidad y nos deja sin referentes y sin herramientas emancipadoras con las que combatir los dogmatismos de nuestra oscura condición póstuma, sus gurús y sus salvadores ». Y Marina Garcés entronca el antiguo materialismo de los Demócrito, Epicuro y Lucrecio con las propuestas liberadoras de Spinoza, Marx o Nietzsche en busca de «la mejora del género humano contra todo aquello que lo oprime y lo degrada »; y en esa onda reivindica la crítica, la auto-crítica, el espíritu combativo de los ilustrados y una conciencia de que «lo sabemos todo y o podemos nada » , en lucha contra la servidumbre voluntaria de la que hablase el paisano de Sarlat.

Por último, entrega unos sabrosos rastreos sobre las humanidades en transición; defendiendo la postura tan en boga en los últimos tiempos de defenderlas en vez de entrar en ellas e introducir el espíritu de la revuelta y la crítica, más allá del mero lamento para lo que propone cinco hipótesis que van desde la creciente desatención por parte del capitalismo de las llamadas humanidades , la centralidad de las relaciones del saber con el poder, obviando las relaciones que los saberes mantienen con la emancipación, frente al universalismo invasivo la reciprocidad ha de cobrar presencia destacada , poner el acento en las relaciones de continuidad entre naturaleza y cultura…y alzando la bandera del ecologismo, del feminismo y de un revisado humanismo( que no se quede en las lindas jaculatorias) , propone no perder el tiempo ante la pérdida del futuro ( con sus proyectos, programas cerrados de una vez por todas, y su ilusa inevitabilidad )

Si el otro decía que la función de la filosofía es la de hacer daño a la estupidez, este libro se mueve en dicha senda y supone un serio intento de es un cortocircuitar el karaoke dominante, al deslizarse por el camino del cuestionamiento crítico radical, mostrándose insumiso con respecto a los cánones consagrados por los poderes, combatiendo con firmeza a la credulidad ambientes siempre reivindicando la ilustración no como proyecto sino como actitud…una propuesta filosófica que entristece ( 2 ) al tiempo que señala a la esperanza.

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Notas

( 1 ) Con respecto al terreno de la enseñanza, no me resisto a transcribir unas reglas , provisionales ( ya que invitaba a los alumnos a crear las suyas propias si es caso modificando las propuestas por ellas) que dirigía a sus alumnos:« 1) Busca lo que te importa y trátalo como un fin en sí mismo. Todo lo que instrumentalices te acabará instrumentalizando. 2) No malgastes el tiempo ni se lo hagas perder a nadie. Tómalo en la máxima consideración, el tuyo y el de quienes lo comparten contigo. 3) No ahorres esfuerzos. Guíate por la máxima exigencia que puedas dar, no por las expectativas que puedas cumplir. 4) Evita distracciones inútiles. No te acomodes en la “pose” del estresado , “agobiado”, superado por las circunstancias. Es ridículo. 5) Cree en lo que te hace vivir y, si puedes , compártelo. 6) Si no tienes grandes propósitos, busca uno pequeño y llévalo hasta el final. Verás como te llevará muy lejos. 7) Olvida las palabras que se adecuan demasiado bien al ruido que nos ensordece y anestesia. Busca las que lo interrumpen, aunque para ello tengas que enmudecer . 8) Gana conocimiento sin perder las preguntas. 9) Piensa cómo te ganarás la vida . Es una pregunta importante. El dinero se cobra con vida. 10) Y como dice Corita [ se refiere a una monja y artista americana – Sister Corita- de los sesenta que le inspira el decálogo para los alumnos], alégrate siempre que puedas. Es más fácil de lo que parece ».

Carta a jóvenes filósofas y filósofos ( Continta Me Tienes, 2014; pp. 42-43)

( 2 ) Me permito transcribir una significativa cita-programa de Gilles Deleuze, en su Nietzsche y la filosofía ( Anagrama, )

que concuerda con la filosofía de la autora visitada, desde la óptica de que su filosofía es una filosofía que entristecea los defensores del statu quo, a los conformistas de distinto pelaje, y a algunos progres de pacotilla:

« Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve ni al Estado, ni a la Iglesia, que tiene otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraria a nadie no es filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene éste uso: denunciar la bajeza del pensamiento en todas sus formas.

¿Existe alguna disciplina fuera de la filosofía que se proponga la crítica de todas las mistificaciones, sea cual sea su origen o su fin? Denunciar todas las ficciones sin las que las fuerzas reactivas (del resentimiento y la mala conciencia) no podrían prevalecer. Denunciar en la mistificación esa mezcla de bajeza y de estupidez que forma también la asombrosa complicidad de las víctimas y sus autores. En fin, hacer del pensamiento algo agresivo, activo y afirmativo. Hacer hombres libres, es decir, hacer hombres que no confundan los fines de la cultura con el provecho del Estado, la Moral o la Religión. Combatir el resentimiento y la mala conciencia que ocupan el lugar del pensamiento. ¿Quién a excepción de la filosofía se interesa por ello? La filosofía como crítica nos dice lo más positivo de sí misma: empresa desmitificadora. Y, a éste respecto, que nadie se atreva a proclamar el fracaso de la filosofía. Por muy grandes que sean la estupidez y la bajeza serían mucho mayores si no subsistiera un poco de filosofía que, en cada época, les impidiera ir todo lo lejos que querrían. Le prohíbe respectivamente, aunque sólo sea por el qué dirán, ser todo lo estúpida y lo baja que cada una por su cuenta desearía. No les son permitidos ciertos excesos, pero ¿quién, excepto la filosofía, se los prohíbe?

¿Quién les obliga (a los filósofos) a enmascararse, a adoptar aires nobles e inteligentes, aires de pensador? Ciertamente existe una mistificación propia de la filosofía; la imagen dogmática del pensamiento y la caricatura de la crítica lo demuestran. Pero la mistificación de la filosofía empieza a partir del momento en que ésta renuncia a su papel… desmistificador, y tiene en cuenta los poderes establecidos: cuando renuncia a detestar la estupidez, a denunciar la bajeza. (…) desde Lucrecio hasta los filósofos del siglo XVIII supieron del arte del pensar, un arte crítico. Supieron decirles a los hombres lo que ocultaba su mala conciencia y su resentimiento. Supieron oponerse a los valores y los poderes establecidos aunque no fuera más que por la imagen del hombre libre. Después de Lucrecio ¿cómo es posible aún pensar para qué sirve la filosofía? »
Fuente: http://kaosenlared.net/marina-garces-una-ontologia-del-presente/

12 de febrero de 2018



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