Para qué leo poesía

El lenguaje es la casa del Ser, dijo Martin Heidegger. La cárcel, el límite, el lugar acogedor que nos retiene… Quiero entender al filósofo, hasta el detalle de lo indescifrable. Para ello, nada mejor que el libro que le dedicara Luis Fernando Moreno Claros, un volumen luminoso, titulado así: Martin Heidegger. El filósofo del ser, ahora reeditado en versión digital.
Si el lenguaje nos habla, nos limita (como advirtió por su parte Ludwig Wittgenstein), entonces qué hace un poeta, cuál es su tarea. El verso ha de ser leído, recitado, escuchado: es concebido para escuchar ese lenguaje creador, fundador de realidad. ¿El poeta debe comunicar? Hay poesía clara y hay poesía oscura… Más que transmitir inmediata y transitivamente, su fin básico, su primera acción, es el nombrar: ese nombrar las cosas que instaura el ser y la esencia de lo que le rodea, como sostuvo Martin Heidegger.

El suyo no es un decir arbitrario o puramente caprichoso. El decir del poeta está ceñido y es una acción fundadora, aquella que establece y fuerza los límites de la expresión, de lo enunciable. El poeta hace público todo cuanto después hablamos y tratamos en el lenguaje cotidiano, añadía Heidegger en Hölderlin y la esencia de la poesía (1936). Por tanto, ejecuta una acción constitutiva que facilita un uso colectivo, su perseverancia: la poesía no es mero ensimismamiento expresivo, sino arte precisamente creador. Es por eso por lo que el poeta no toma el lenguaje como algo ya dado y archisabido, como un material ya gastado del que servirse con automatismo o habilidad.

El poeta no manufactura; tampoco es un un artesano que repite rutinas: la poesía misma hace posible el lenguaje originario al designar y al forzar el significado último de las cosas nombradas. Hay, pues, algo de fundacional, de primitivo: al nombrar se produce la instauración del ser y de sus designaciones, de cada uno de los objetos en que se materializa. Por eso, por ser el diálogo el fundamento de la existencia humana, una instauración. Hay, por supuesto, un pasado y unas tradiciones con que el poeta carga; hay otros versificadores que lo anteceden. Pero al final es en cada momento de expresión , de epifanía, cuando el poeta se redime rehaciendo lo ya hecho.

Últimamente, leo cada mañana a Javier Jover. No son necesariamente poemas. Pueden ser aforismos, iluminaciones. Sé que pronto aparecerá en Calima su nuevo libro de poemas. Espero las obras de los otros poetas que me conmueven. No tarden, por favor, que el lenguaje se arruina y el ser, mi ser, muere.

En cambio, el otro, el Ser, sí, permanece.
Fuente: http://justoserna.com/tag/martin-heidegger/

18 de abril de 2013



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