¿Podemos ser auténticos ante la muerte? por Nicolás Martínez

Por Nicolás Martínez

En 1957, el director sueco Ingmar Bergman estrenó “El séptimo sello”, una de las obras más emblemáticas del cine existencial. Ambientada en una Europa medieval devastada por la peste, la película narra el retorno del caballero Antonius Block de las Cruzadas y su encuentro con la Muerte, con quien entabla una partida de ajedrez para retrasar su final. La cinta es una meditación sobre el sentido, el silencio de Dios y la finitud humana. Estas cuestiones podemos pensarlas desde la filosofía de Martin Heidegger, quien en “Ser y tiempo” (1927) reflexiona sobre la muerte como la posibilidad más propia, insoslayable e intransferible del ser humano. Esta columna propone un diálogo entre el cine de Bergman y el pensamiento de Heidegger, preguntándose si es posible que el ser humano viva de forma auténtica ante —y no a pesar de— la muerte.

Para Heidegger, la muerte no debe entenderse simplemente como el fin de la vida, sino como una presencia constante, es decir, algo que somos y no simplemente algo que nos ocurre. En palabras suyas, el ser humano es aquel ser para quien su ser está en juego en cada instante, precisamente porque está arrojado a un mundo que no controla y camina inevitablemente hacia su término. Esta idea cobra forma desde el primer encuentro entre Antonius Block y la Muerte:

—¿Quién eres tú?

—La Muerte.

—¿Vienes por mí?

—Hace tiempo que camino a tu lado.

—Ya lo sé.

—¿Estás preparado?

—El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.

Este diálogo revela una verdad desde la tesis heideggeriana, que la muerte no irrumpe, acompaña. La Muerte no aparece como una figura externa, sino como algo que ha caminado junto al caballero todo el tiempo. Él lo sabe, pero no lo asume plenamente. Su respuesta final —“el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”— muestra una lucha interna: por un lado, siente un impulso profundo hacia algo más grande, pero su cuerpo no lo acompaña. Todavía no está preparado para morir, porque aún no ha vivido de verdad aceptando que la vida tiene un final.

El personaje Antonius Block no solo teme morir, teme morir sin sentido. Busca respuestas en la fe, quiere creer en un Dios que dé coherencia a la vida y a la muerte. Pero ese Dios no responde. En medio de la peste, la superstición y la desesperación colectiva, la divinidad se ha vuelto silencio. Para Heidegger, esta angustia no es simplemente negativa. Al contrario, es una vía hacia la autenticidad, es decir, cuando el ser humano se ve despojado de sus seguridades —ya sean religiosas, científicas o cotidianas— se enfrenta a lo que verdaderamente es, un ser finito, sin garantías, expuesto al abismo del ser. Pero Block no logra dar ese paso. Su angustia lo paraliza y lo lleva a postergar, a dialogar con la Muerte como quien negocia con un destino, en lugar de aceptarla como su posibilidad más propia. No ha hecho de la muerte suya, la sigue viendo como algo que le va a ocurrir, no como algo que es.

La famosa partida de ajedrez que da forma al relato, además de ser un recurso narrativo, es una metáfora de cómo intentamos racionalizar lo inevitable. Block no juega para ganar, sino para postergar. Quiere más tiempo. Pero en el juego con la Muerte, el resultado está decidido desde el primer movimiento. Desde la perspectiva heideggeriana, este juego simboliza nuestra forma habitual de habitar el mundo, tratando de controlar, de planificar, de huir de lo esencial. El ser inauténtico vive como si fuera eterno, entregado a las ocupaciones, como si fuéramos parte de una rutina sin rostro. El caballero todavía no ha salido de esa forma de vivir. Quiere señales claras, quiere respuestas. Su búsqueda de Dios no es una apertura al misterio, sino un intento de encontrar sentido donde tal vez no lo hay. No quiere aceptar su muerte, quiere que tenga una justificación, una redención.

En una escena, Block se sienta con una familia de juglares que viaja por los caminos, a comer fresas y leche, bajo un cielo apacible. Luego dice que ese momento quedará grabado en su memoria como lo más valioso de su vida. Allí se insinúa una forma de autenticidad. No es grandiosa, no es teológica, ni heroica. Es simple. Vivir plenamente un instante, sabiendo que es finito, es quizás una forma de habitar el ser desde la muerte, y no contra ella. Heidegger sostiene que la autenticidad no consiste en no temer la muerte, sino en hacer de ella un horizonte que nos libere del anonimato y nos vuelva responsables de nuestro ser. En ese gesto de contemplación, de compartir sin estrategia, los juglares viven más auténticamente que el caballero, porque no están huyendo, simplemente están siendo.

“El séptimo sello” no ofrece respuestas, pero plantea una pregunta: ¿cómo vivir sabiendo que vamos a morir? En palabras de Heidegger, no se trata de resignarse, ni de vencer a la muerte, sino de integrarla como una posibilidad que nos llama a ser plenamente. La película sugiere que tal vez esa autenticidad no está en los discursos ni en los dogmas, sino en un instante compartido, una caricia, una decisión silenciosa que pone al otro antes que a uno mismo. No es una victoria sobre la muerte, pero sí una forma de habitarla con dignidad. Y si, como dice la Muerte, hace tiempo camina a nuestro lado, tal vez lo verdaderamente humano sea mirarla de frente, no para desafiarla, sino para empezar, por fin, a vivir.

Notas

Por Semanario Voces

Fuente:  https://semanariovoces.com/podemos-ser-autenticos-ante-la-muerte-por-nicolas-martinez/

15 de junio de 2025

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