Presentación al libro: Deleuze y la sensación. Catástrofe y Germen

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Presentación al libro Deleuze y la sensación. Catástrofe y Germen de la Dra. Sonia Torres Ornelas. Publicado por la Universidad Autónoma de Tlaxcala y Editorial Torres Asociados. 2008.
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El 4 de noviembre de 1995 el filósofo Gilles Deleuze saltó por la ventana de su apartamento en la avenue Niel y acabó con su vida precipitándose a la tierra. El hecho que por sí mismo es escandaloso y transgresor nos lleva, sin embargo, a pensar más allá de la moralidad y de las buenas costumbres. Porque el suicidio en Deleuze parece responder a necesidades secretas y profundas que nacen en las entrañas de la vida. Aquella gran vida que no se permite decaer en una muerte vacía y asignificante, sino que, por el contrario, quiere convertir la misma muerte en el acto más vital que jamás se pueda ejercer.
“¿Qué pasa cuando morimos? ¿Qué pasa cuando un cuerpo lleno de vida se precipita aceleradamente hacia la tierra?” Podríamos preguntar como ya lo han hecho muchos de los comentadores de este acto decisivo. Pero la caída a tierra es sólo una apariencia, porque el cuerpo de Deleuze es una fuerza que recorre el cielo parisino y lo llena de puertas. El hecho, impregnado de significados sorprendentes, nos obliga a pensarlo sin final: Deleuze flotando a varios metros del piso en eterna línea de fuga, línea de vuelo que nos induce a creer que las fronteras entre la vida y la muerte pueden borrarse con un acto. Sólo entonces se podría ver con claridad que aquél cuerpo se ha entregado a un vuelo sin límites entre la realidad y los sueños, porque dicha división de la realidad es imposible de sostener desde la pasión de la carne. Sólo en aquél momento es indubitable que una fuerza poderosa sostiene el cuerpo en el vacío y se hunde en él.
Deleuze vive en el vuelo, en aquella línea de fuga que rompe los momentos comunes, las tardes aburridas, los instantes que pasan sin que cambien nuestra vida. Porque este suicidio no es un acto de muerte sino un acto de vida, es el final sorprendente al terminar el circo, es la carcajada más fuerte de quien sabe que aun la muerte es un campo fértil para la metamorfosis, una oportunidad para volar.
¿Cómo hablar de Deleuze y de su pensamiento? ¿Cómo capturar su nomadismo y su camino destinado a transgredir el cielo? Una década y algunos años después, la Dra. Sonia Torres Ornelas ha preparado una propuesta que ha llamado acertadamente: “Catástrofe y germen”. Catástrofe, porque todo acto que se impregna de fuerza no teme en transformar las cosas a su paso, germen, porque la misma fuerza que destruye es capaz de crear nuevos mundos y nuevas realidades. Como aquella fuerza que destruye los rostros en la pintura de Bacon pero que, a su vez, nos los muestra atravesados de vida, en fuga de las formas y de las lógicas que abusan de la razón moderna, aquella razón que actúa como no estuviera inserta en un cuerpo. Catástrofe que convierte una noche en líneas de colores y que a la vez captura la noche más luminosa de todas como sucede en “La noche estrellada” de Vincent Van Gogh.
Sonia Torres Ornelas en un estilo que María Rosa Palazón (en el prólogo del libro) llama “digno de encomio”, tiene la valentía de llevarnos a aquél pensamiento que impugna el fundamento de las cosas, y las `pone “entre paréntesis”, neutralizándolas para que se trascienda lo aparente y se llegué a un nuevo horizonte. “No se trata, de creer el mundo perfecto, sino más bien “de ponerse alas” y huir de este mundo en sueños”. Se trata de un ideal suspendido en el fantasma, en un fundamento ideal.
Aquel fundamento que como ella misma refiere en el epígrafe inicial del libro, convierte al ser amado en un mundo posible que es posible desplegar y lo aleja de ser piedras y trozos de carne. Que reconoce en el amor la posibilidad de ser posible para otro en un devenir que atraviesa los límites de la finitud humana.
Catástrofe y Germen es un libro que habla de Deleuze y el arte, pero no sólo de ello, porque ambos son pretexto para pensar la estructura del mundo, para adentrarse en aquél gran mar univoco del que cada expresión vital forma parte. La autora nos abre la puerta para pensar el mundo pictórico como sensual, para abordar las complejas relaciones entre la técnica y la estética, para pensar en términos de lógica en las sensaciones y afirmar la existencia de una unidad distinta que no se identifica más con la unidad de la razón, porque en esta nueva unidad es posible una boda entre reinos en los que no se pueden separar los objetos y los sujetos.
El libro es un viaje de múltiples recovecos que busca ser claro sin dejar de hacer justicia a la profundidad del pensamiento deleuziano. Todo viaje, en palabras de la autora, es un desafío, es una pregunta que no busca nada decisivo porque quiere permanecer suspendida. Tal como lo hace el cuerpo de Deleuze sobre las calles parisinas. Y pienso en el cuerpo porque la filosofía deleuziana sólo tiene sentido si se piensa desde el cuerpo, aquél lugar donde se efectúa la boda entre reinos, “en aquél dar y recibir en el que se compone una unidad viva” desde donde surge la sensación.
La gran aventura del libro es acercar al pensamiento a que rasgue los espacios de representación, “inventando ventanas por doquier, abriendo puertas y situándose en los umbrales”. Pensar el arte, pero no sólo al arte como línea de fuga, aquella fuerza expresiva que explota; y es retorno, caída y hundimiento que genera catástrofe y germen. “¿Qué catástrofes? Montañas y avalanchas, mares y tempestades descubiertas por la pintura: sacudidas, desequilibrios” “¿Qué gérmenes? Nacimientos, del color, luz y color”. Ambos momentos van juntos pues algo nace en el arte y en la vida cada vez que alguien se arriesga a sumergirse en el caos.
El sujeto pensado por Torres Ornelas desde Deleuze se vuelve una espiral, un proceso, un efecto, un movimiento que se desarrolla a sí mismo y que atraviesa lo vivido y lo vivible. Es, en otras palabras una nueva línea de fuga.
Muchas páginas más podríamos usar para describir “Deleuze y la sensación. Catástrofe y Germen” pero ninguna experiencia puede ser transmitida en palabras. Cada par de ojos tiene que hundirse en el texto donde con seguridad podrá encontrar nuevos mundos, nuevos fundamentos catastróficos y germinales.
Felicidades a Sonia Torres por presentarnos un libro que nos invita a la vida, por presentarnos un libro que nos haga arrojarnos por la ventana cuando estemos listos para volar eternamente sobre las calles parisinas.

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