
Por Jaime Nubiola
Hace muchos años aprendí del doctor Ramón Arcas, uno de los pioneros en España del trasplante de corazón, que la salud es el silencio fisiológico. Era yo joven entonces y me pareció una definición simple y atractiva. Con el paso de los años, conforme han ido haciéndome «ruido» los diversos órganos y articulaciones de mi cuerpo, me ha parecido cada vez más una mejor definición: la salud como silencio fisiológico.
Traigo este recuerdo a mi memoria porque los jóvenes de hoy parecen mucho más preocupados por su salud que los de generaciones precedentes. Ahora se interesan no solo por la dieta saludable y el gimnasio, sino también por las calorías de la ingesta o la fecha de caducidad del yogur. Al parecer, los jóvenes de hoy no son capaces de soportar un dolor de cabeza o tantas otras molestias «normales» a las que antes apenas prestábamos atención. Para todo tiene que haber un remedio inmediato y esto sin hablar de las llamadas «enfermedades mentales».
Suele echarse la culpa de esta «sanitarización» de la sociedad a la pandemia del COVID, que ha incrementado la conciencia de nuestra fragilidad. Sin embargo, me parece que la causa de esta actitud en los más jóvenes se encuentra en que no se les enseña a soportar pacientemente el dolor, no se les enseña a sobrellevar esas molestias casi siempre inevitables.
Me decía hace años un experto patólogo que el 30% de las enfermedades “remiten espontáneamente”, esto es, se curan solas. La «hiperfrecuentación de los médicos» —como se llama a este fenómeno— es quizás una dolencia nueva que afecta en particular a los jóvenes.
Notas
Fuente: Jaime Nubiola
6 de julio de 2025. ESPAÑA