Tirar la escalera

DOCTOR EN TEOLOGIA Y LICENCIADO EN FILOSOFÍA
Se trata de un artículo de filosofía, y la escalera en cuestión es la que nos manda tirar de una patada Wittgenstein después de leer su ‘Tractatus’, es decir, después de trepar por él. Las facultades filosóficas se vacían, se cierran, se les cambia el nombre. La filosofía no da dinero como no sea utilizando el título para enseñar gimnasia o conocimiento del medio. Sócrates reprendía a los sofistas por cobrar sus enseñanzas,
DOCENCIA Durante 40 años he tratado de enseñar filosofía y teología para subir a la experiencia religiosa. Era muy grato oír el ruido de la escalera al caer suelo cuando un discípulo la empujaba, y muy triste cuando había que dar matrícula de honor al que sólo presentaba la escalera bien aprendida.

Durante 2.400 años se ha desatendido la reconvención de Sócrates; ahora parece que ya sí, pero a costa de que la filosofía amenace con extinguirse. La filosofía no interesa; esto es ya más grave. Acepto el dato. Lo que no acepto es que eso que no interesa y a lo que llaman filosofía, lo sea. Antes de la escalera de Wittgenstein, trataré de un texto de Platón; dice que él no ha escrito nunca filosofía. Sorprende, pero el testimonio no deja duda. Escribe en su carta VII (341cd):

«Una obra mía referente a estas cuestiones (filosóficas) ni existe ni existirá jamás; no es posible reducirlas a expresión, como sucede con otras ramas del saber, sino como resultado de una larga intimidad con el problema mismo y de la convivencia con él; de repente, cual si brotara de una centella, se hace la luz en el alma y ya se alimenta por sí misma. (…) Si yo creyera que (estas materias) eran susceptibles de ser expresadas satisfactoriamente por el lenguaje escrito u oral (…), ¿a qué empresa más noble hubiera podido dedicar mi vida que a escribir algo que representaría un máximo beneficio para la humanidad y a sacar a luz para el conocimiento de todos la naturaleza de las cosas?».

Sería larga la explicación del concepto de «sacar a luz la naturaleza (physis) de las cosas», «desocultarlas», diría Heidegger o atender a su proceso y estado de des-ocultación. Baste notar esto:

¿se imaginan una facultad filosófica en la que se condicionara la colación del título a quien diera cuenta en un examen de que, brotándole como de una centella, se le había hecho la luz en el alma y que ésta ya se alimentaba por sí misma?

¿Cómo seríaun programa encaminado a garantizar una prolongada intimidad con el problema de la naturaleza de las cosas, de modo que ésta se mostrase de repente en un destello?

En términos platónicos esta naturaleza (physis) o realidad de las cosas es el Bien realizado en ellas según el modo de atraídas por él conforme a unas figuras de atracción llamadas ideas, esto es, inteligibilidades, que al mismo tiempo, por serlo del Bien, son estimas o tendencias. La filosofía no está, según Platón, en los textos que se aprenden, e incluso se entienden según su significado léxico, sino en aquella estima o tendencia hacia el Bien, que es a la vez intelección de las cosas en cuanto son o tienen naturaleza de atraídas, en cuanto son ‘atracturas’. Aquella luz que se hace en el alma es la estima del Bien, entender hacia el cual consisten las cosas, alumbra lo que Platón parece entender por filosofía. ¿Se enseña esto? No. Entonces es mejor que no interese, y, desde luego, no sería, según Platón, «la empresa más noble a la que dedicar una vida».

Pero vengamos a la escalera. Cito a Wittgenstein (‘Tractatus’ 6. 54):

«Mis proposiciones son explicaciones, pero de este modo: quien me entiende las reconoce al final como absurdas o carentes de sentido, cuando, subido a sus hombros, ha logrado auparse por encima de ellas, tiene, por así decirlo, que tirar la escalera una vez que se ha encaramado. Tiene que superar esas proposiciones; entonces verá el mundo correctamente».

Las proposiciones del ‘Tractatus’ «significan» propiamente su forma de funcionar (‘Insights into its workings’), que es lógica. En este sentido, no son absurdas porque hablan de sí mismas, se auto-expresan, no dicen nada del mundo. Usadas para expresar el mundo son absurdas, por eso el mundo no se puede decir por su medio; guardan silencio sobre él. No disponiendo de otras, «es necesario callar». (Cf. 7).

H.-J. Glock llama a las proposiciones del ‘Tractatus’ «absurdos iluminadores» (A Wittgenstein Diccionary, p. 259).

La cosa, con ser así, todavía puede prolongarse más en dirección a su propia hondura. El texto filosófico es indéxico, señalador, provocador, no fotográfico.

¿Qué dice un concepto, una definición, un grueso volumen de ética acerca del deber a quien carece de la experiencia de sentirse obligado o de la del derecho ajeno?

De lo real, se supone que todos tenemos experiencia, como todos los videntes la tienen de la luz, pero si imaginamos la falta de esta experiencia, toda la metafísica no sólo se volvería muda, sino un barullo de sinsentidos; absurda, como si los peldaños y banzos de la escalera de Wittgenstein quisieran significar el mundo, en vez de permitirnos subir al lugar desde el que se le ve.

D urante cuarenta años he tratado de enseñar filosofía y teología (la cual, en sus textos y dogmas, es también como una escalera) para subir a la experiencia religiosa (en mi caso, cristiana). Era muy grato oír el ruido de la escalera al caer al suelo cuando un discípulo la empujaba. Y muy triste cuando había que dar matrícula de honor al que sólo presentaba la escalera bien aprendida.

No me refiero sólo a la metafísica, sino a las demás disciplinas filosóficas en general, cuyo objeto es lo real según sus diversos modos: lo real según el modo de valor, persona, institución, Dios (si fuere el caso), etcétera. No ver estos objetos como diversificaciones de lo real, sería como saber aritmética sin tener la intuición de aquello que viene a expresión en los números y determina sus leyes: lo que los latinos llamaban ‘quántitas’, y los griegos ‘posón’. Algo sin interés a la hora de hacer las cuentas de la compra, aunque éstas son posibles y claras gracias a aquello. Pues, todavía, la ‘quántitas’, el ‘posón’, son modos de lo real, del objeto primario de la filosofía. Ésta no interesa si uno se refiere a la escalera, al texto a las cuentas, sin la centella que los incendia. ¿Pero es que se enseña otra cosa?
Fuente: http://www.elcomerciodigital.com/gijon/prensa/20090210/opinionarticulos/tirar-escalera-20090210.html

Asturias, Spain. Martes, 10 de febrero de 2009



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Una respuesta a "Tirar la escalera"

  1. He ledio varios de sus interesantes artículos periodísticos, desgraciadamente algo de calidad en medio de la vacuidad periodística actual que solo persigue entretener. Me gustaría, si es tan amable, mantener una conversación con usted, soy socíologo, ateo y amante de la filosofía, antropología y socilogía y en general todoas las ciencias humanas. Tengo muchas dudas racionales sobre el cristianismo y nada mejor que un teólogo para aclarármelas. Si es usted tan amable y tiene paciencia le invito a que me responda. Muchas gracias y un saludo

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