Lo que propone MacIntyre es volver 2500 años atrás, a Aristóteles, e ir en busca de una vida virtuosa.

Por José Luis Ábalos
La muerte de Alasdair MacIntyre (1929-2025) el pasado 21 de mayo apenas fue recogida por los medios españoles. Una lástima, porque no sólo se perdió la oportunidad de homenajear a una generación de filósofos extraordinariamente longevos -tenía la misma edad que Habermas y Chomsky: 96 años- y relevantes, sino que también se desestimaron sus aportaciones, tan útiles para resolver los conflictos de nuestro tiempo.
Nacido en Escocia, educado en Inglaterra y nacionalizado estadounidense tras instalarse allí como profesor de varias universidades (Brandeis, Boston, Duke y, principalmente, Notre Dame), MacIntyre fue un pensador original e inspirador. Su principal obra, ‘Tras la virtud‘ (1981, publicada en España en 1987 por Crítica), supuso una revolución en la forma de entender la ética contemporánea. El punto de partida es una hipótesis distópica: el autor invita a pensar en un mundo en el que una catástrofe ha acabado con todas las manifestaciones de la ciencia. Los supervivientes se dedican a reconstruir los hallazgos científicos mediante sus restos, aunque sin saber muy bien el contexto ni las circunstancias que llevaron a la tabla periódica o a la mecánica de fluidos.
MacIntyre usa ese planteamiento para ilustrar la situación actual de déficit de moral en la que nos encontramos. Es decir, un panorama fragmentario donde el ethos moderno es compartido tanto por el marxismo como por el individualismo liberal. Esto ha terminado reduciendo la moral a una serie de opiniones personales cuya discusión termina indefectiblemente en callejones sin salida. Ahí están cuestiones como el aborto o la posibilidad de que una guerra sea «justa».
Lo que propone MacIntyre es volver 2.500 años atrás, a Aristóteles, e ir en busca de una vida virtuosa. Y es precisamente este concepto de virtud, y su persecución, lo que lo convierte en un filósofo tan fundamental. No sólo porque se atreve a proclamarlo cuando el vicio parece haber ganado la batalla, sino también por su sentido comunitario. Tras constatar el fracaso de la Ilustración y rechazar sus excrecencias, como el contrato social o el liberalismo, propone una colectividad en la que reine la comprensión. Y dice: «Quien no ha sido nunca educado en las virtudes no logra entender su propia vida».
Su palabra cobra mayor vigor cuando se comprueba el imperio del ‘virtue signalling’, esto es, del postureo ético, que lleva a empresas y políticos a alardear de aquello de lo que carecen. Baste recordar aquel vídeo que grabó José Luis Ábalos para el 8-M de 2020, que empezaba así: «Soy feminista porque soy socialista. Porque el compromiso con la igualdad entre hombres y mujeres forma parte del ADN de nuestro proyecto político».
Notas
Fuente: https://www.elmundo.es/opinion/2025/07/17/6877e780fc6c83b0058b45ae.html
18 de julio de 2025. ESPAÑA
