Mente y materia. Una exposicion critica de la filosofia de Bertrand Russell

Intervención en la ceremonia de lectura y defensa de su tesis doctoral, celebrada en la Universidad de Sevilla el día 5 de Julio de 2012

[Intervención del autor en la ceremonia de lectura y defensa de su tesis doctoral titulada «Mente y materia. Una exposición crítica de la filosofía de Bertrand Russell», bajo la dirección de Francisco Rodríguez Valls, y ante el tribunal compuesto por los doctores Javier Hernández-Pacheco Sanz, Alfredo Marcos, Juan José Padial, Gemma Vicente Arregui y Gustavo Bueno Sánchez. El acto tuvo lugar en la Universidad de Sevilla el día 5 de Julio de 2012, recibiendo la tesis la calificación de sobresaliente Cum Laude por decisión unánime del tribunal.]
«’I’ve often seen a cat without a grin,’ thought Alice; ‘but a grin without a cat! It’s the most curious thing I ever saw in all my life!’» (Lewis Carroll, Alice’s Adventures in Wonderland, Chapter VI)

Estimados miembros del tribunal:

Ante todo, quisiera comenzar por agradecerles hoy su presencia aquí, así como el tiempo y trabajo empleados en la valoración de la presente investigación doctoral. Constituye para mí una gran satisfacción estar hoy aquí ante ustedes para que valoren mi trabajo, después de varios años de estudio y esfuerzo. Me encuentro ante el problema de tratar de resumir, o mejor dicho de sintetizar convenientemente, los objetivos, contenidos y metodología de un trabajo extenso y complejo que me ha llevado varios años en su realización. No me es fácil. Quizá haya de comenzar por hablar brevemente del enfoque general que ha motivado este trabajo desde sus inicios. Hoy más que nunca somos completamente conscientes de que es imposible ser experto en las principales materias; harían falta acaso mil vidas para dominar los rudimentos de todo lo acumulado en tan sólo una disciplina desde sus orígenes. Pero, frente a la «barbarie del especialismo» de la que amargamente se quejaba Ortega, el interés interdisciplinar en varias de las principales disciplinas, naturales y humanas, científicas, religiosas o filosóficas, &c., que muestran nexos sistemáticos entre sí, nos presenta un panorama mucho más rico, diverso y profundo de la realidad; acaso cada estudio nos ofrezca algunas teselas, pocas, incompletas, pero de un inestimable valor a la hora de tratar de vislumbrar, y aunque tan sólo sea en sus líneas maestras, el rico mosaico que compone la realidad.

Muy lejos quedan hoy ya los optimistas días de Wolff o Hegel en los que se pretendía ofrecer una visión total y cerrada de la realidad. Probablemente sean a día de hoy algunos cosmólogos los que, imbuidos por completo de metafísica, nos traten de ofrecer un mapa completo del Universo, desde sus inicios, pasando por su estructura más profunda, hasta su final. Pero el problema no es ya la finitud y limitación de nuestras cosmovisiones, sino también, y de modo fundamental, la incompatibilidad entre nuestras diversas visiones de la realidad. En este estudio doctoral he partido del principio de que ninguna ciencia positiva ofrece un mapamundi completo de la realidad, sino tan sólo un pequeño fragmento, cojo e incompleto, aunque no por ello menos importante. ¿Pero acaso toda verdadera cosmovisión filosófica no ha de sustentarse y contar con los continuos avances científicos de su tiempo si no quiere ofrecer una visión ingenua y acrítica de la realidad? Las llamadas TOES, o Theories of everything no son ciencias estrictas, sino acumulación de diversos conocimientos científicos entrecruzados con presupuestos de naturaleza inequívocamente metafísica o filosófica. Son, en cambio, muchas ideologías, filosofías y religiones las que sí tratan de ofrecer, con mayor o menor fortuna, una suerte de «mapa general» de la realidad; es decir, una concepción acerca de la naturaleza humana, la Historia, la cultura, la materia física, el origen y fin del Universo…

Desde estos presupuestos, ¿cómo insertar el estudio crítico de la obra de Russell? El hecho de que este filósofo tenga una cosmovisión amplia y fundamentada, o mejor dicho, un sistema filosófico –término este hoy tabú, en los tiempos marcados en buena medida por la ideología posmoderna– no significa que el pensador británico haya pretendido pintar un cuadro de la realidad «perfecto», como el que acaso trataron de dibujar en su día pensadores de la talla de Santo Tomás, Wolff o Hegel. Muy al contrario, para Russell su filosofía se encuentra a mil leguas de ser dogmática o cerrada; antes bien, el pensador británico trató siempre de acercarse al escepticismo y a la creencia racional, basada en inferencias probabilísticas, más que a la certeza absoluta y definitiva, que él consideraba patrimonio del monismo y de la metafísica acrítica. Pero tampoco nos llamemos al error: Russell trató desde muy temprano de cimentar los principios de una filosofía en la que la ontología encajase con la epistemología, la lógica y la gnoseología. Desde los presupuestos del pensamiento posmoderno o relativista que tan a menudo nos inunda actualmente, Russell no sería sino un metafísico de lospies a la cabeza.

Pero los presupuestos del pensamiento posmoderno me parecen, en gran parte, contradictorios, y no han sido sus principios metodológicos los que he empleado a la hora de abordar la filosofía de Russell. Permítanme, empero, que vuelva al enfoque global del pensador británico frente al ya denunciado especialismo. El estudio crítico de la figura y extensa obra de Russell me ha servido, entre otras cosas, para poner en el punto de mira filosófico a una de las grandes cosmovisiones del siglo XX, de enorme influencia y trascendencia. Con excepción de la estética, Bertrand Russell trata los principales problemas de la filosofía a lo largo de una longeva y prolija carrera intelectual. En su ciclópea obra pocas materias científico naturales, sociales y filosóficas han quedado pendientes por tratar. Esta vocación plural y sistemática en los diversos campos de la filosofía, junto con unos sólidos conocimientos científicos y de historia de la cultura humana, me ofrecieron a Russell como una figura de enorme interés para centrar en torno a ella mis estudios de doctorado. Pero ésta no era la única razón. La obra de Russell, como ya he dicho, se me presentaba como una de las más influyentes en el siglo XX. Básicamente, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que toda la filosofía analítica y anglosajona del siglo XX, con Wittgenstein y sus discípulos a la cabeza, no existiría tal como la conocemos sin la obra de Russell. Sin embargo, la filosofía analítica que parte de Russell irá penetrando cada vez más en el, por desgracia, difundido vicio epistemológico consistente en centrarse únicamente en un solo campo de conocimientos, en este caso los análisis lingüísticos.

Pero no sólo la enorme amplitud enciclopédica y la importancia de la filosofía de Russell me atrajeron; también percibía un paulatino olvido de su obra y su pensamiento, mientras otros “titanes” del pensamiento del siglo XX, como Wittgenstein o Heidegger, no dejaban –y no dejan– de protagonizar seminarios, doctorados y ensayos. El injusto olvido a que se ha visto relegada la filosofía de Russell en las últimas décadas se refleja en la escasa producción científica relevante sobre su figura y su obra en España, frente a otros autores mucho más mimados por la crítica especializada. Si este fenómeno se debe a un «crepúsculo» de Russell, o más bien a un «eclipse», por decirlo al modo de Buber, sólo el futuro podrá decirlo. Por eso, desde el punto de vista de una investigación doctoral con vistas a ser objetivada en seminarios, ponencias y publicaciones especializadas, parece enteramente pertinente rescatar su obra para el pensamiento crítico e «interdisciplinar» fundamentado en las ciencias del presente sin perder por ello, en ningún momento, un enfoque filosófico sustantivo.

En cuanto a su elaboración, esta investigación ha sido planteada, desde sus inicios al acabar la licenciatura, como un trabajo a desarrollar en la Universidad de Sevilla, en el departamento de Filosofía y Lógica y Filosofía de la Ciencia, bajo la dirección del profesor Francisco Rodríguez Valls, aquí presente. La elección del profesor Rodríguez Valls viene determinada fundamentalmente por sus múltiples y reconocidas investigaciones y estudios de la filosofía empirista anglosajona, la principal matriz conceptual de la que se nutre Bertrand Russell, como espero haber mostrado a lo largo de la tesis.

Cuando hace ya algunos años empecé a comentar al profesor Rodríguez Valls mi idea sobre elaborar la investigación doctoral en torno a la filosofía de Russell le pareció una buena idea, entre otras cosas porque él comparte en buena medida mi recelo hacia el especialismo que reniega de una visión de la filosofía amplia, plural y sistemática, que sin dejar de reconocer sus intrínsecas limitaciones, no quiera tampoco prescindir del estudio y análisis, por humilde que sea, de eso que Thomas Mann llamaba «las grandes cuestiones que atañen a la Humanidad», desde la ética, el conocimiento humano, la libertad o Dios. Desde entonces, el profesor Valls ha ejercido la función, tanto como director, como amigo, de una guía imprescindible sin la cual este trabajo no podría haber sido llevado a cabo.

No negaré que los objetivos de esta investigación puedan parecer ambiciosos, lo que no significa necesariamente que lo hayan de ser los resultados obtenidos. A lo largo de las páginas que componen el trabajo que hoy vengo a defender, he tratado de analizar de un modo crítico las piezas que componen el rompecabezas de la filosofía de Bertrand Russell. Cuando se trata de acometer una tarea así, lo primero en lo que se puede reparar es en la gran cantidad de estudios existentes sobre el pensamiento de Russell. Sin embargo, la mayoría de ellos son parciales, centrándose únicamente en un aspecto de su pensamiento; muchas veces incluso imponiendo límites cronológicos muy estrechos, del tipo «la teoría del lenguaje de Russell del año tal al año cual». Una gran cantidad de estos estudios, además, carecen de consideraciones críticas, limitándose a exponer, de un modo más filológico que verdaderamente filosofico, un resumen más o menos atinado de cierta bibliografía primaria y secundaria en torno a Russell. Naturalmente, este tipo de trabajos posee unas grandes ventajas; sin la rigurosidad y valor expositivo de mucho de ellos, el presente estudio sería muy diferente, y, casi con toda seguridad, notablemente peor. D. G. Brown, el autor de un interesante estudio doctoral titulado Bertrand Russell’s earlier views on the nature of mind and matter 1911-1919, exponía esto así:

«La elección de examinar un periodo restringido tiene tanto ventajas como desventajas. Mientras que por una parte disfrutaremos del beneficio de ser capaces de explorar con más profundidad un área limitada, por otra tendremos que incurrir en la pérdida de dejar incompleto el informe del desarrollo de sus ideas.» (Brown, D. G., Bertrand Russell’s earlier views on the nature of mind and matter 1911-1919, McMaster University, Canada, 1974, pág. v).

En la elaboración de este trabajo he optado por la opción contraria a la de Brown, esforzándome no sólo en tratar de exponer críticamente el armazón principal de la filosofía de Russell, sino además haciéndolo desde el comienzo de su carrera filosófica hasta el final. Quizá alguien podría pensar en la leyenda hindú del elefante y los ciegos (los autores que sólo han estudiado la filosofía del lenguaje o la ética de Russell actuarían, por ejemplo, como el ciego que se aferraba a la trompa del elefante, pensando, sin conocer las otras partes, que era una serpiente). Pero esta analogía sólo tendría sentido hasta cierto punto, porque el elefante de la filosofía de Russell, al contrario que el de la leyenda hindú, va mutando a lo largo del tiempo, aunque conservando ciertas morfologías reconocibles.

La elección del título principal de la tesis, «Mente y materia», viene determinada por varios factores. El principal motivo es que el núcleo de la filosofía de Russell, pese a sus transformaciones a lo largo del tiempo, ha tendido casi siempre a vertebrarse en torno a las ideas de mente y materia. No es que la omnitudo rerum se divida para Russell en lo mental (psicológico) y lo material (físico). Más bien se trata de que en las diversas etapas de la filosofía de Russell, aun las que aceptan realidades ni físicas ni psicológicas (como puedan ser las esencias y relaciones matemáticas antes de su conversión al formalismo tautologista de cuño wittgensteniano), las principales ideas directrices para «poner en orden» el espacio ontológico y epistemológico siguen siendo las ideas de mente y materia. Estas ideas son tan importantes en nuestra tradición cultural científica, filosófica y religiosa, significan tanto para interpretar y analizar la obra de Russell, y siguen teniendo en nuestro presente tal valor trascendental, que su empleo como título principal de este trabajo me parece que queda justificado tanto desde un punto de vista filosófico como pedagógico. En efecto, es en torno a las ideas de mente y materia donde se dibujan nada más y nada menos que los debates sobre el idealismo, el materialismo o el espiritualismo, a los que Russell dedicó buena parte de su carrera intelectual. Para adelantar ciertas tesis que manejaré, diré que el par de ideas mente-materia podría asimilarse, a ciertos efectos, con el par de ideas vida-cuerpo para esclarecer los debates en torno al espiritualismo y el materialismo (por supuesto contando con que hay seres vivientes sin actividad mental así como materia física no corpórea). Desde esta perspectiva, el espiritualismo podría redefinirse como el conjunto de doctrinas que admiten, dentro de sus coordenadas, la existencia de vivientes incorpóreos, mientras que el materialismo quedaría fijado como el conjunto de concepciones que defienden el carácter corpóreo de todo viviente, con independencia de si se piensa que la materia se agota ontológicamente en lo físico o no.

La tesis doctoral comienza con una cita de Lewis Carroll, y no en balde, ya que acaso lo que se cuestiona el materialismo, de modo análogo a como hacía Alicia ante la extrañeza de una sonrisa sin gato, es si es posible una vida sin cuerpo. Es decir, el materialista, parafraseando a Alicia, podría decir que ha visto a menudo cuerpos sin vida, pero nunca una vida sin cuerpo. Y no se trata de una cuestión meramente empírica, o de inducción, como pretenden muchos, porque hay cosas que existen, pero no las conocemos (como pudieran ser extraños vivientes corpóreos radicados en galaxias lejanas), cosas que no existen, pero son posibles (como pueda ser un unicornio o incluso una diosa óntica como Afrodita), y cosas que no existen ni pueden existir porque son imposibles (como un decaedro regular o un átomo con un millón de electrones). Russell afrontará en repetidas ocasiones este problema, pero optando por la vía del contingentismo ontológico y siempre teniendo como ideas directrices a las ideas de mente y materia.

El filósofo británico, en su autobiografía, nos cuenta que el inicio de su gran interés por estas ideas filosóficas vino determinado por la aversión irónica de su abuela hacia la metafísica. A lo largo de la tesis siempre he traducido al español, auténtica lengua de pensamiento filosófico (por contra de lo que pudieran pensar figuras de la talla de Heidegger), las citas en el cuerpo principal de la página, reservando los textos en su lengua original para las notas a pie de página. Pero en esta ocasión tendrán que perdonarme, ya que no es posible traducir el siguiente texto sin ocultar el juego de palabras que conlleva en inglés, el cual es, como se suele decir, el quid de la cuestión. Así pues, un Russell cercano a los 100 años recordaba la siguiente escena de su niñez con su abuela:

«When she discovered that I was interested in metaphysics, she told me that the whole subject could be summed up in the saying: ‘What is mind? no matter; what is matter? never mind.’ At the fifteenth or sixteenth repetition of this remark, it ceased to amuse me, but my grandmother’s animus against metaphysics continued to the end of her life.» (cfr. Russell, B., The Autobiography of Bertrand Russell, Vol. 1 “1872-1914”, Allen & Unwin, London, 1967, pág. 45)

¿Qué es la mente y la materia para Russell? ¿Cuáles son sus relaciones? ¿Qué papel juegan en su pensamiento? El presente trabajo trata de contestar a esas preguntas y muchas otras. Los análisis nos remiten no sólo a la filosofía de la mente y a la teoría del conocimiento; antes bien, he esperado mostrar cómo los análisis de las ideas de mente y materia nos conducen, como las piezas de un engranaje, a otras ideas y cuestiones filosóficas de importancia trascendental, como puedan ser las que giran en torno a la causalidad, el lenguaje, la lógica, los universales o Dios. Esto significa, entre otras cosas, que aunque los capítulos de este trabajo tienen una cierta autonomía, su ordenación no se debe en absoluto al azar o a motivos estéticos.Y acaso el mejor resumen de este estudio no sea sino la lectura de su índice. Por mi parte no puedo sino decir que los capítulos que lo componen, al igual que los huesos que forman un esqueleto, sólo pueden ser plenamente entendidos en todo su alcance e implicaciones cuando se ven ensamblados y en referencia unos con otros. Es por eso, por poner un ejemplo, que he expuesto los capítulos consagrados a estudiar la epistemología, la teoría de la causalidad o la ontología contingentista de Russell antes que los dedicados a analizar el agnosticismo del pensador británico.

La primera dificultad que se me presentó en la empresa de tratar de exponer de modo global la filosofía de Russell fue reparar en que no hay un solo Bertrand Russell, sino «diversos» Bertrand Russell, dependiendo de la etapa de su biografía filosófica en que nos encontremos. El filósofo británico, en su My Philosophical Development, lo mismo que en su autobiografía, señala esta problemática, tratando de indicar las principales tesis filosóficas que ha cambiado, o mantenido, a lo largo de su extensísima carrera filosófica, así como los motivos de estos cambios o permanencias. A lo largo de su carrera filosófica, hay cambios, por supuesto. Y algunos muy fuertes: Russell pasa de la objetividad de los valores de Moore a un utilitarismo ético, del monismo idealista de su juventud a un realismo sustentado en un pluralismo ontológico, de un fuerte platonismo a la creencia de que las ecuaciones matemáticas sólo son meras tautologías, &c.

Whitehead señababa irónicamente a este respecto que la obra de Russell era un diálogo platónico en sí mismo. En efecto, posiciones cristianas, deístas, agnósticas, monistas e idealistas, pluralistas y realistas fueron tomando, en un lugar u otro de su extensa carrera filosófica, la voz protagonista. No obstante, una de las tesis principales que he tratado de mostrar es que el pensamiento de Russell no es en absoluto caótico; por el contrario, aunque es cierto que la filosofía del pensador británico pasa por varias etapas, éstas se limitan, en el fondo, a un número muy reducido. Además, hay que contar con el hecho de que tanto la etapa deísta de adolescencia, como la etapa monista de juventud universitaria, cuentan con apenas escritos. La importancia de estas fases de su evolución filosófica es retrospectiva. Dicho de otro modo: si no fuese por el Russell pluralista y empirista que comienza a cristalizar después de su abandono del idealismo monista a partir de 1898, carecería de sentido ocuparse del «Russell cristiano», del «Russell deísta» o del «Russell monista», sencillamente porque Russell no se habría convertido nunca en uno de los principales filósofos del siglo XX. Si Russell hubiese fallecido, pongamos por caso, en 1900, serían pocos los que se encargasen de estudiar su pensamiento.

Las tesis filosóficas que se mantendrán más o menos «estables» a lo largo de su carrera giran en torno al empirismo, el escepticismo, el realismo, el pluralismo ontológico, la crítica a las religiones y las supersticiones, la creencia en que las ciencias físicas y psicológicas son el sustento de nuestro conocimiento racional del Universo, &c. La búsqueda del hilo que anuda (ya sea con menor o mejor fortuna) las distintas partes de la filosofía de Russell me ha conducido con frecuencia a sus predecesores, como puedan ser los empiristas británicos, pero también los escolásticos franciscanos de la baja Edad Media u otros clásicos de la Historia del Pensamiento. Sin la conexión con estos precedentes, la filosofía de Russell tiene el peligro o bien de no entenderse, o bien de parecer completamente inaudita y revolucionaria.

Pese a todas sus consabidas etapas, he creído detectar que la obra de Russell está vertebrada, desde muy temprano, por una arquitectónica conceptual capaz de enfrentarse al monismo, en el campo de la ontología, y al idealismo, en el campo de la epistemología. Esta arquitectónica conceptual, sustentada fundamentalmente en los saberes científicos astronómicos, físicos, biológicos y psicológicos de su tiempo, será la que reciba a partir de determinado momento el nombre de atomismo lógico por parte del propio Russell y que, pese a las objeciones que se le puedan realizar, constituye, a mi juicio, uno de los marcos filosóficos más potentes e influyentes del siglo XX.

Otro aspecto importante a resaltar en este trabajo doctoral es el carácter crítico que lo ha motivado desde sus inicios. Dicho claramente: he tratado de que no resulte ser un mero análisis filológico, es decir, un mero análisis neutral de la obra ontológica y epistemológica de Russell; antes bien, los análisis que componen las páginas de la tesis pretenden acogerse a la perspectiva crítica propia de una filosofía sustentada en las ciencias del presente. Como es natural, una lectura crítica de la obra de Russell presenta más dificultades que una mera lectura filológica y neutral. Sin embargo, y pese a las dificultades, el análisis crítico ofrece a mi juicio unas ventajas de las que carece, por supuesto, la mera lectura «neutral» de la obra de un filósofo. La filosofía, pese a su lento modo de progresar, sólo puede hacerlo mediante la racionalidad crítica, por «humilde» que ésta sea.

Es desde los conocimientos científicos del presente, como base de teorías filosóficas críticas, desde los que he tratado de abordar los capítulos que analizan las posiciones de Russell en torno a la psicología, a las relaciones mente-cerebro, o la física relativista y cuántica. Todos estos problemas, como sabemos, son de una rabiosa actualidad; la naturaleza ontológica de las partículas subatómicas, el Big Bang, la génesis neurológica de la vida psíquica, &c. Son, además, cuestiones científicas implicadas con problemáticas filosóficas de primer orden que exigen, si no queremos caer en la epojé propia del escepticismo radical, tomar partido por una perspectiva filosófica frente otras. Así, por ejemplo, en la cuestión de las relaciones mente y cerebro, he analizado críticamente las posiciones de Russell desde una plataforma interpretativa que se resiste a caer tanto en el espiritualismo como en el cerebrismo. En otras cuestiones he planteado enfoques similares.

En 1900 Russell publicó uno de sus libros más profundos: A Critical Exposition of the Philosophy of Leibniz . En honor a él y al filósofo britanico, puse como subtítulo a mi tesis doctoral: Una exposición crítica de la filosofía de Bertrand Russell. ¿Pues qué mejor tributo a Russell que emplear su propia mirada crítica para analizarlo a él mismo? En las páginas que componen esta tesis doctoral he vertido numerosas críticas al pensador británico, en ocasiones bastante duras, pero a parte de que he tratado que todas ellas estén convenientemente fundamentadas y sean de interés, con ello no he sino seguido el más puro espíritu russelliano, como pueda ser el de otra de sus obras más famosas: History of Western Philosophy And Its Connection with Political and Social Circumstances from the Earliest Times to the Present Day de 1945. ¿Y se me consentirá la osadia de que diga que algunas de mis críticas a Russell las encuentro más fundamentadas que muchas de las que el pensador inglés lanza contra clásicos de la filosofía como puedan ser Platón, Santo Tomás o Hegel? Desde luego, es un lugar común el conocimiento de que la visión de Russell de muchos clásicos de la filosofía es demasiado sesgada y parcial, y, en ocasiones, a todas luces injusta, como su valoración de pensadores como Fichte o Schelling. En todo caso, y para dar el siguiente paso esencial en la metacrítica, no puedo sino agradecer con toda sinceridad los comentarios críticos que el tribunal pueda aportar para mejorar la investigación con vistas a su posterior publicación. La actividad crítica y metacrítica forma parte de la esencia nuclear de la racionalidad filosófica.

Diré ahora, para finalizar, unas palabras sobre la metodología que he empleado en la bibliografía. He tratado de fundamentar convenientemente el soporte bibliográfico del presente trabajo, analizando y estudiando una amplia colección de trabajos nacionales e internacionales científicos o filosóficos relacionados con esta investigación. Acaso resulte interesante constatar que las estrategias metodológicas no han sido siempre las mismas en torno a la bibliografía científica o filosófica. Por ejemplo, siempre que he podido, he manejado estudios científicos no sólo convenientemente acreditados, sino también muy recientes, con la excepción de trabajos clásicos como los de Einstein, Brunswik o Bohr. En cambio, en la bibliografía filosófica he manejado indistintamente, según lo requiriese la situación, trabajos que van desde los clásicos a obras publicadas tan sólo hace unos meses. En los estudios sobre Russell, por ejemplo, he trabajado con ensayos y tesis doctorales que oscilan desde principios de los años 50 a la la actualidad.

Los autores cuyas obras más me han influenciado en la confección de este trabajo han variado, casi siempre, dependiendo del capítulo en que me encontrase. Esto se debe al ya mentado especialismo del que he hablado al comienzo de esta defensa; la mayoría de autores analizan partes tan concretas de la filosofía de Russell que muy pocos me han ayudado a una valoración global, con excepciones como puedan ser el libro de Ayer, A., J., Bertrand Russell (University Of Chicago Press, Chicago, 1998), los estudios de Clark, R. W., Bertrand Russell and His World (Thames and Hudson, London, 1981) y The life of Bertrand Russell, (Knopf, New York, 1976); el libro de Pears, D. F., Bertrand Russell and the British tradition in philosophy, (Fontana, Michigan, 1972), Denton, P. H., The “old savage” and the scientific outlook: religion, science and social ethics in the writings of Bertrand Russell, 1919-1938, McMaster University, Canada, 1996), los trabajos de Monk, R., Bertrand Russell : The Spirit of Solitude 1872-1921, (The free press, New York, 1996), Bertrand Russell: 1921-1970, The Ghost of Madness, (The free press, New York, 2001) o Russell: The Great Philosophers (Routledge, New York, 1999).

En asuntos especializados, como es natural, me han sido de una inestimable ayuda diversos trabajos. Así, por ejemplo, podría citar sobre las posiciones de Russell ante las relaciones entre la mente y la materia a estudios como los de Brown, D. G., Bertrand Russell’s earlier views on the nature of mind and matter 1911-1919 (McMaster University, Canada, 1974) o Feser, C. F., Russell, Hayek and the mind-body problem (University of California, Santa Barbara, EE.UU., 1999). Sobre la teoría del conocimiento russelliana podría mentar estudios que exploran distintos periodos del pensador británico, como los de Carey, R., Bertrand Russell on perception and belief: his development from 1913-1918, (Boston University, 2000), Ciguere, J. A., Bertrand Russell’s theory of empiricism: an analysis of his later works, (Marquette University, Wisconsin, EE.UU., 1970), Eames, E. R., Bertrand Russell’s Theory of Knowledge, (George Allen and Unwin, London, 1969), o Gruender, D., On a theory of knowledge of Bertrand Russell, (The University of Chicago, Illinois, EE.UU., 1953). De modo análogo, sobre la tradición analítica y el atomismo lógico russelliano me han sido de gran valor trabajos como los de Clack, R. J., Analysis and ontology: a study of reconstructionism in the early philosophy of Bertrand Russell, (The University of North Carolina at Chapel Hill, EE.UU., 1964), Hylton, P. W., Russell, Idealism, and the Emergence of Analytic Philosophy, (Clarendon, Oxford, 1990), Patterson, W., Bertrand Russell’s Philosophy of Logical Atomism, (Lang, New York, 1993). La enumeración de trabajos que me han sido de gran utilidad continúa según nos vamos especializando en un área concreta de la filosofía de Russell. Así, en la teoría de la causalidad del pensador inglés me han sido de gran utilidad trabajos como los de Darlington, E., Bertrand Russell’s causal theories, (University of McMaster, Canada, 1978); en filosofía de la lógica y las matemáticas estudios como los de Dantan, A. R. G., Bertrand Russell and the origin of the set-theoretic paradoxes, (University of Toronto, Canada, 1983); en filosofía del lenguaje obras como la de Elizabeth Cassin, C., The origin and developtment of Bertrand Russell’s theory of descriptions, (The Florida State University, EE.UU, 1968). Etcétera, etcétera.

Las características expositivas y pedagógicas a las que debe ajustarse una investigación como la presente han recomendado la traducción de los textos de Russell o de otros autores cuando éstos han sido citados en el cuerpo principal del ensayo; he dejado, no obstante, los fragmentos originales en notas a pie de página, para que los lectores interesados puedan acudir a los textos tal como fueron originalmente escritos, sin las inevitables distorsiones semánticas que desgraciadamente impone toda traducción. De forma similar, he citado textos de Russell o de otros autores cuya naturaleza secundaria recomendaba mejor situarlos en notas a pie de página que en el cuerpo central del ensayo. Estos textos o referencias son, sin embargo, importantes, y muchas veces esenciales; amplían o desarrollan mejor la información contenida en el cuerpo central del ensayo, aportando además referencias bibliográficas fundamentales para la investigación. El lector interesado, de este modo, no sólo podrá contrastar mis traducciones con los textos originales, sino mis propias interpretaciones de los asuntos analizados con lo que el propio Russell u otros autores están de hecho diciendo. A lo largo del desarrollo de este trabajo, he huido en todo momento del hermetismo o de la oscuridad.

En cuanto a la bibliografía secundaria, he tratado de hacerme con una colección de estudios doctorales, libros, artículos y ensayos cuyos autores me parece que tienen la suficiente probidad científica o filosófica reconocida como para que resulte lo suficientemente fructífero contrastar, ampliar o criticar las principales tesis de Russell a la luz de los textos de estos otros autores. Como en el caso de la bibliografía primaria, siempre que he podido he tratado de acercarme a la lengua materna en que fueron originalmente escritos los textos.

No parece necesaria ninguna aclaración más. Sólo me queda, pues, decir que si esta investigación doctoral ayuda, dentro de sus límites, a remover de nuevo problemas filosóficos fundamentales, contrastando las tesis de Russell con lo que podríamos decir desde nuestro presente científico y filosófico, ya habría entonces cumplido de sobra su objetivo.

Sin más, pues, paso la palabra al tribunal.

Índice de la tesis doctoral de Javier Pérez Jara, Mente y materia. Una exposición crítica de la filosofía de Bertrand Russell

Introducción

Capítulo I. Teoría del conocimiento y ontología

1.1. La teoría del conocimiento de Bertrand Russell es más amplia que su teoría de la ciencia

1.2. El puesto de la filosofía en el marco de las disciplinas racionales

1.3. La importancia de la física y la psicología en la «república de las ciencias»

1.4. El problema gnoseológico de la reducción de unas ciencias a otras

1.5. ¿Se divide la realidad para Bertrand Russell únicamente en lo mental y lo material?

Capítulo II. El dualismo mente-materia

2.1. El dualismo mente-materia en Bertrand Russell no es un dualismo sustancialista al modo del espiritualismo cartesiano

2.2. El problema de las diversas etapas de la filosofía de Russell en el estudio de la dualidad mente-materia

2.3. El problema del mundo externo extramental

2.4. Las críticas del empirismo clásico a la sustancia y su relación con la problemática del mundo externo

2.5. La «fe» en el mundo externo como creencia instintiva

2.6. La cuestión del realismo y las escalas organolépticas a las que se presenta el Universo empírico

Capítulo III. La estructura de la materia

3.1. Las analogías y diferencias de la materia física extramental con la «cosa en sí» kantiana

3.2. Los constitutivos últimos de la materia: el planteamiento inicial

3.3. De la física a la metafísica: sobre los elementos que componen la materia empírica

3.4. La psicología y la fisiología demuestran que la materia empírica depende causalmente de nosotros en cuanto a su modo de aparecer

3.5. El «círculo vicioso» concerniente al cerebro y los sentidos

3.6. ¿Qué hay de verdad en lo que el sentido común nos lleva a creer sobre la materia física?

3.7. El ejemplo del cinematógrafo de Bergson: sobre la tesis ontológica de la impermanencia de la materia

3.8. ¿Se encuentra la materia física constituida por unidades infinitesimales o discretas?

3.9. La doctrina de los particulares en el contexto de los constitutivos últimos de la materia

3.10. El criterio ontológico de «demarcación» entre los objetos físicos y los mentales

3.11. La confusión entre los sense-data y los actos de percepción como fuente de teorías idealistas sobre la materia

3.12. ¿Se encuentra la materia que percibimos «dentro» o «fuera» de la mente?

3.13. La crítica de Bertrand Russell a la teoría idealista de la materia de Berkeley

3.14. La ontología de la materia de Fichte como un delirio psiquiátrico sin importancia filosófica según Bertrand Russell

3.15. La filosofía de Fichte como la «consecuencia lógica» de negar a la cosa en sí y al Dios trascendente respecto del mundo una vez que se ha partido del sujeto trascendental kantiano

3.16. Sobre la verdad parcial tanto del realismo ingenuo como del idealismo

3.17. El problema ontológico del espacio físico situado entre nosotros y los objetos materiales que percibimos

3.18. Las cadenas causales que posibilitan nuestra percepción de objetos materiales han de «romperse»» en los particulares que las constituyen

3.19. La necesidad de contar con una nueva concepción del espacio para entender el problema de los particulares

3.20. Los particulares pueden agruparse en «perspectivas» o «biografías»

3.21. Las perspectivas formadas por los particulares se fundamentan sobre todo en el tiempo, más que en el espacio o en la causalidad

3.22. La doctrina de los particulares como una teoría general de la materia

3.23. Conclusiones críticas respecto de la teoría de los particulares

3.24. La filosofía de la materia de Bertrand Russell cae en el esencialismo o idealismo objetivo en ciertas etapas

Capítulo IV. La estructura de la mente

4.1. Planteamiento inicial: el empirismo como metodología

4.2. La crítica a la conciencia como una entidad o sustancia

4.3. Esbozo de clasificación sistemática sobre las figuras de la vida mental

4.4. La intencionalidad o el carácter sincategoremático de la conciencia impiden su hipostatización

4.5. La crítica a la sustantivación de la conciencia lleva a Bertrand Russell a lo que podríamos denominar un «tabú del Ego»

4.6. La importancia de la observación empírica de la conducta

4.7. La eliminación de la vida psíquica interior a manos del conductismo radical carece de fundamentos científicos y filosóficos

4.8. Los materialistas reduccionistas y los eliminativos aceptan, aun sin darse cuenta, las premisas fundamentales del espiritualismo

4.9. Multitud de figuras de la vida psíquica no están producidas por un único cerebro, sino por la interacción causal de varios

4.10. Los límites científicos y filosóficos del conductismo

4.11. Conocimientos y deseos como las figuras principales del psiquismo

4.12. La importancia del inconsciente y el psicoanálisis

4.13. Para Bertrand Russell el psicoanálisis se ha envuelto a sí mismo de un halo de misterio y mitología que lo aleja del conocimiento científico estricto

4.14. Sobre el «eclecticismo» de la filosofía de la mente del Bertrand Russell

4.15. El monismo neutro como alternativa al materialismo y el espiritualismo

4.16. Las críticas de Bertrand Russell al paralelismo psicofísico

4.17. El monismo neutro en los debates en torno a las relaciones mente-cerebro de nuestros días

4.18.Las correlaciones entre la mente y el cerebro y el problema de su causalidad recíproca

4.19. El funcionalismo en filosofía de la mente como teoría ad hoc para ensalzar la inteligencia artificial como vida psíquica real

4.20. ¿Qué podemos decir a la luz de nuestros conocimientos científicos actuales sobre las relaciones entre la vida psíquica y el cerebro?

4.21. Para entender la constitución de la vida psíquica de un viviente no sólo hace falta regresar a su sistema nervioso, sino al medio entorno físico en el que el sujeto viviente interactúa con otros sujetos y cosas impersonales

4.22. Dos ejemplos científicos actuales en torno las relaciones mente-cerebro: sobre la génesis de las sensaciones de miedo, agresividad, o del sentimiento de Ego

4.24. El origen reciente de las críticas al animismo tradicional

4.25. Propuesta de esquema sistemático sobre las posibles respuestas ante el problema de las relaciones mente-cerebro

4.26. ¿Cuales son los constituyentes fundamentales de la vida mental según Bertrand Russell? Acerca de las sensaciones y las imágenes

4.27. La creencia como el acto fundamental de la mente

Capítulo V. Bertrand Russell ante la nueva física: los problemas filosóficos suscitados por la Teoría de la Relatividad y la Mecánica Cuántica

5.1. Introducción: la Teoría de la Relatividad implica cuestiones esenciales filosóficas, metafísicas y teológicas

5.2. La importancia de la Teoría de la Relatividad en la filosofía de Bertrand Russell

5.3. El estudio científico de los cielos y la tierra: la visión y el tacto

5.4. Objeción antropológica a la conexión russelliana entre sensación del acto y sensación de realidad

5.5. Los esquemas ontológicos inferidos a través del sentido del tacto no pueden ser proyectados a la materia en general

5.6. La escala a la que se presenta la realidad que percibimos depende de condicionantes físicos

5.7. El problema ontológico de las acciones a distancia

5.8. ¿Son posibles las «acciones a distancia»? Sobre la necesidad de la «contigüidad espacial» en toda codeterminación física entre materialidades diversas

5.9. Uno de los grandes méritos de Einstein fue demostrar que las acciones gravitatorias no eran a distancia, sino mediadas por los campos gravitatorios

5.10. La percepción a distancia visual o auditiva está posibilitada por las ondas mecánicas y electromagnéticas

5.11. El problema de las acciones a distancia en la Mecánica Cuántica

5.12. La tesis de la existencia de «variables ocultas» para impedir las acciones a distancia a nivel subatómico

5.13. La «física fantasmal» defendida por la interpretación canónica de la Mecánica Cuántica

5.14. El teorema de Bell y la Paradoja EPR

5.15. ¿Confirma el experimento de Alain Aspect las acciones físicas a distancia?

5.16. Teorías de variables ocultas parcialmente locales y no locales

5.17. Breve crítica al concepto de variable oculta: sobre la conveniencia terminológica de hablar más bien de «magnitudes materiales desconocidas» interactuantes o envolventes (o de conceptos análogos)

5.18. La búsqueda de esquemas holísticos particulares o categoriales para explicar de modo racional los fenómenos estudiados por las ciencias

5.19. Conclusión de la filosofía de Bertrand Russell ante el problema de las acciones a distancia

5.20. La postura de Bertrand Russell ante el problema cosmológico del origen del Universo

5.21. De lo empírico y científico a lo especulativo y metafísico en la cosmología moderna

5.22. ¿Son el espacio y el tiempo sustancias o dimensiones ontológicas del universo físico? El espacio-tiempo de Minkowski como «artefacto matemático» para organizar fenómenos astronómicos

5.23. Espacio físico «curvo» y espacio euclidiano «recto». Sobre la confusión entre espacios matemáticos y espacios reales

5.24. Final. ¿Miseria o grandeza de nuestro conocimiento?

Capítulo VI. Las críticas al idealismo. El realismo empirista de Bertrand Russell

6.1. Las críticas de Bertrand Russell al idealismo se sustentan en su filosofía de la mente y la materia

6.2. Las diversas etapas de las posiciones de Bertrand Russell ante el idealismo

6.3. De la distinción entre los sense-data y las percepciones al monismo neutro

6.4. El monismo neutro implica un desdibujamiento en la distinción tradicional entre física y psicología

6.5. Los problemas suscitados por el monismo neutro

6.6. La distinción entre distintos tipos de idealismos filosóficos permite que podamos calificar al Bertrand Russell «pitagórico» como de idealista objetivo a la vez que crítico del idealismo subjetivo

Capítulo VII. La teoría de los universales

7.1. La doctrina de los universales ha tenido consecuencias epistemológicas, ontológicas y teológicas fundamentales a lo largo de la historia de la filosofía

7.2. Teorías teológicas y teorías antropogénicas sobre los universales

7.3. El análisis lógico del lenguaje como la clave fundamental que sustenta la teoría de los universales de Bertrand Russell

7.4. La omisión de verbos y preposiciones como universales como génesis de sistemas metafísicos contradictorios

7.5. ¿Son los universales mentales?

Capítulo VIII. Las críticas al monismo metafísico. El pluralismo ontológico de Bertrand Russell

8.1. El monismo idealista neohegeliano sostiene que el mundo empírico es una apariencia

8.2. La crítica al axioma de las relaciones internas como la clave fundamental para negar el monismo metafísico

8.3. La dicotomía russelliana de relaciones internas/relaciones externas está enteramente prefigurada por la dicotomía escolástica relaciones categoriales/relaciones trascendentales

8.4. ¿Son las relaciones internas realmente relaciones?

8.5. ¿Es la realidad una pluralidad discontinua o un Absoluto monista continuo?

Capítulo IX. La teoría de la Verdad

9.1. La verdad como relación y la verdad como sustancia

9.2. La teoría de la verdad de Hegel y los neohegelianos corresponde a la teoría de la verdad como sustancia

9.3. La teoría de la verdad como correspondencia en Bertrand Russell

9.4. Las críticas a la teoría monista de la verdad

9.5. Las críticas a la concepción de la verdad del pragmatismo

9.6. Conexiones y desconexiones de las ideas de utilidad, creencia y verdad

9.7. La teoría de la verdad del pragmatismo y la religión

9.8. El puesto de la teoría de la verdad en la filosofía de Bertrand Russell

Capítulo X. El atomismo lógico

10.1. El análisis lógico contra el monismo y el fisicalismo

10.2. La correspondencia isomórfica entre el lenguaje y la realidad empírica

10.3. La lógica como la esencia de la filosofía

10.4. Los términos gnoseológicos «simple» y «complejo» como relativos y no absolutos

10.5. ¿Es consecuente Bertrand Russell con el atomismo lógico hasta el final de sus días?

Capítulo XI. Lógica y mística

11.1. El enfoque científico y enfoque místico como incompatibles

11.2. Los interesantes casos de «matrimonio» entre lógica y mística

11.3. Las cuatro características fundamentales que separan el enfoque científico del místico

11.4. Las relaciones entre la razón y el instinto (o la intuición)

11.5. La crítica de Bertrand Russell a la teoría de la intuición de Bergson

11.6. La unidad y pluralidad desde los principios de la lógica

11.7. ¿Niega la lógica el tiempo?

11.8. La filosofía del tiempo de Bertrand Russell seguiría presa de lo que Heidegger denomina la «constitución ontoteológica» de la metafísica

11.9. La crítica de Bertrand Russell a la visión del Mal como ilusorio en el misticismo

11.10. El intento de Bertrand Russell de desconectar la filosofía de la ética

11.11. ¿Es unilateral o sesgada la visión que tiene Bertrand Russell del misticismo?

Capítulo XII. La teoría de la causalidad

12.1. Introducción. El puesto de la teoría de la causalidad en la filosofía de Bertrand Russell

12.2. Las doctrinas idealistas de la causalidad hacen depender la causalidad de un sujeto humano o divino

12.3. Las filosofías de la contingencia absoluta: Occam, Descartes y Hume

12.4. La inconsistencia de las filosofías de la contingencia absoluta

12.5. Fatalismo de la necesidad y ontología de la contingencia absoluta dentro del marco del estudio de la causalidad

12.6. La filosofía de la causalidad de Bertrand Russell como heredera del formalismo contingentista de Hume

12.7. La superficialidad ontológica de la causalidad en la filosofía de Bertrand Russell

12.8. La cuestión de la posibilidad ontológica de los milagros y la magia

12.9. La progresiva toma de conciencia de las dificultades del principio de inducción

Capítulo XIII. El puesto de las Matemáticas en la Ontología y la Teoría del Conocimiento de Bertrand Russell

13.1. El temprano interés de Bertrand Russell por la naturaleza ontológica y los fundamentos gnoseológicos de las matemáticas

13.2. La verdadera importancia de las matemáticas ha sido a menudo olvidada en nuestra tradición

13.3. La belleza trascendental de las matemáticas se fundamenta en la eternidad y necesidad de sus leyes y verdades

13.4. Las matemáticas como vía escapista de nuestra subjetividad y naturaleza humana

13.5. Las matemáticas no son un conjunto disperso y plural de conocimientos, sino un edificio monolítico de saber

13.6. Los principios lógicos en que se sustentan las matemáticas no son psicológicos ni subjetivos

13.7. La hipostatización de las matemáticas llevada a cabo en este periodo por Bertrand Russell

13.8. ¿Constituyen las verdades matemáticas un reino independiente respecto de nuestro Universo y cuyas leyes se reducen a estructuras lógicas puras?

13.9. Breves consideraciones sobre la la «Paradoja de Russell» y la Teoría de Tipos

13.10. Del pitagorismo metafísico al formalismo tautologista

13.11. Las matemáticas y la verdad

Capítulo XIV. La ontología modal de las ideas de existencia, necesidad y posibilidad

14.1. El tratamiento logicista de las ideas ontológico-modales

14.2. Consideraciones ontológicas sobre los desarrollos combinatorios de las ideas ontológico-modales

14.3. Bertrand Russell parte de la teoría logicista de que la necesidad es únicamente predicado de proposiciones tautológicas

14.4. La tesis de la contingencia absoluta de todo lo real forma parte esencial del corazón del sistema filosófico de Bertrand Russell

Capítulo XV. El argumento del Ser Necesario

15.1. Planteamiento inicial: las posiciones de Bertrand Russell ante la religión y la teología

15.2. La conexión entre el argumento ontológico y el argumento del ser necesario

15.3. Las implicaciones teológicas de la teoría logicista de la necesidad de Bertrand Russell

15.4. La concepción de Dios como el Ser Necesario que sustenta ontológicamente todo lo real

15.5. ¿Es idealista la teoría de la necesidad de Bertrand Russell?

15.6. ¿Se puede dar por evidente la identidad entre el Ser necesario de la tercera vía tomista y el Dios personal de la experiencia religiosa?

Capítulo XVI. El problema ontológico del agnosticismo

16.1. El agnosticismo tiene sentido aplicado a dioses ónticos finitos y contingentes, pero no a Dioses ontológicos infinitos y necesarios

16.2. El agnosticismo es contradictorio con el argumento ontológico

16.3. Breves consideraciones sobre las críticas al argumento ontológico. ¿Qué conexiones y desconexiones hay entre los planos de la esencia y de la existencia?

16.4. A vueltas de nuevo con la distinción entre el «Dios de los filósofos» y el «Dios de las religiones»

16.5. Sobre el tabú de la idea de Dios. ¿Cabe hablar de una iconoclastia aplicada a los conceptos?

16.6. La diferencia entre el agnosticismo esencial y el agnosticismo existencial. Sobre el Agnostos Theos

16.7. La influencia filosófica del agnosticismo de Bertrand Russell

Capítulo XVII. El futuro de la ciencia

17.1. La cuestión de la función práctica de la ciencia en la cosmovisiónde Bertrand Russell

17.2. El puesto de la ciencia en una educación liberal

17.3. El problema de las ciencias humanas que estudian únicamente el pasado

17.4. La cuestión del fin de la educación

17.5. El papel de los deseos y los instintos en la constitución de la naturaleza humana

17.6. Las virtudes de la educación científica

17.7. El escepticismo ante la visión optimista de que la ciencia sólo traerá virtudes y bondades al futuro humano

17.8. Las dos funciones fundamentales de la ciencia: la teórica y la práctica

17.9. La clasificación tripartita de la ciencia: ciencias físicas, biológicas y antropológicas

17.10. ¿Ha ido parejo el aumento de poder que las ciencias han otorgado al ser humano con el desarrollo de la felicidad y el bienestar?

17.11. El nuevo centralismo y control totalitario posibilitado por las ciencias físicas

17.12. ¿Es el liberalismo una filosofía siempre deseable?

17.13. La hipótesis del futuro gobierno global único

17.14. El poder de las ciencias antropológicas y biológicas para el control de los seres humanos

17.15. ¿Qué horizonte depara el progreso científico al futuro de la humanidad?

Conclusiones

Bibliografía

Fuente: http://www.nodulo.org/ec/2012/n128p01.htm

ESPAÑA. El Catoblepas número 128 octubre 2012 página 1

13 de noviembre de 2012



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