Cavernas y palacios

“El cerebro fue un órgano prácticamente invisible y hasta anónimo durante la historia de la humanidad. Aristóteles estaba convencido de que su función no era más que la de un refrigerador para que la sangre no se calentara demasiado”, leemos en las primeras páginas de Cavernas y palacios. “Es más: hasta tiempos muy recientes, el cerebro no formaba parte del vocabulario cotidiano, salvo contadas excepciones”.

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Diego Golombek se propone en este libro pintar un panorama sobre la conciencia humana y su relación con el cerebro, y contar cómo unos miles de millones de neuronas originan el pensamiento, las emociones, los sueños y las percepciones. El título proviene nada menos que de San Agustín: “Dentro de las incontables cuevas y palacios, en los innumerables campos y guaridas y cavernas de mi memoria”.

En el primer capítulo se perfila una historia de la conciencia y se estudian los aportes y especulaciones de Hipócrates, de Descartes y de William James, entre otros. En el segundo se refieren los mecanismos básicos que hacen posible el procesamiento de las señales del sistema nervioso, y en el tercero, la puerta de entrada al cerebro (y a la conciencia) que constituyen los sistemas sensoriales (“de la señal de salida casi no hablaremos: el sistema nervioso no tiene demasiadas posibilidades de salida. Una vez que recibe una orden tiene, en principio, dos formas básicas de respuesta: una motora o una secretora, y todas sus posibles combinaciones”, especifica Golombek).

En los capítulos siguientes se enfrenta directamente el tema de la conciencia y la pregunta fundamental: “¿Es la conciencia un proceso intrínseco del cerebro?”. También, el lenguaje, y en particular el lenguaje oral, probablemente la característica más distintiva de nuestro cerebro. También nos internamos en las cuevas de la memoria, que incluye los “procesos de almacenamiento de la información, su consolidación y también los de su recuperación (la evocación, el famoso proceso por el cual algo pasa ‘de estar den la punta de la lengua’ a poder ser recordado)’’.

Finalmente se presenta lo poco que sabemos sobre las “conciencias que andan mal”, ya que hay muchas situaciones “en las que la gente pierde la cabeza. En muchos casos, lo que se pierde es justamente la conciencia de lo que está pasando: las causas pueden ser enfermedades emocionales profundas o bien trastornos de las vías sensoriales (que nos hagan sentir lo que no existe, o viceversa), fallas genéticas que predispongan a las personas hacia ciertos tipos de comportamientos, y así sucesivamente”.

Y su contrapartida, tratando de responder a la pregunta: ¿por qué somos buenos cuando somos buenos? “No olvidemos, además que ‘moral’ es, en algunos casos, casi sinónimo de ‘conciencia’: en el lenguaje coloquial, tener conciencia de lo que se está haciendo tiene una indudable connotación ética”.

“La conciencia es un arma cargada de futuro”. Con esta frase se cierra el libro. Publicó Siglo XXI.

Fuente: http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/10/21/opinion/OPIN-02.html

21 de octubre de 2011



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