Editorial: Kobe… y los otros

Kobe Bryant es quizá el mejor jugador actual de básquetbol. Justo el día que esto escribo estaba por salir a jugar, y conseguir, por quinto juego consecutivo, la cantidad mínima de 50 puntos en cada uno de ellos. Nunca nadie ha conseguido tal hazaña en el básquetbol profesional. Ni leyendas como Michael Jordan o Will Chamberlain.

El promedio anotador para este brillante jugador es de 31 puntos por partido durante esta temporada. De conseguir los 50 puntos en el juego de hoy, se consagraría como una superestrella. Todos los ojos del mundo – basquetbolero al menos- estarán sobre él.

Sin embargo, tal despliegue de calidad y consistencia deportiva viene antecedido por un par de suspensiones que la liga National Basketball Association (NBA), concretamente a través de su comisionado David Stern, han aplicado a Bryant por su conducta antideportiva dentro de la duela.

En ambas suspensiones, Bryant golpeó a compañeros -golpes accidentales quizá- producto de un juego intenso y de mucho roce físico como es el del baloncesto. Empero, la actitud violenta y desconsiderada del jugador con los compañeros que recibieron los golpes es lo que no le gustó a la liga.

Bryant, de ya un largo historial negativo, es un jugador de calidad indiscutible, pero contrario a los valores que desea transmitir la liga. Y es que la NBA es la liga deportiva que mayor cuidado presta a este tipo de asuntos. Conscientes de la gran influencia que tienen los jugadores sobre los jóvenes y niños que miran y siguen los juegos, consideran que de ninguna manera es el mensaje correcto que se debe transmitir.

Casos como el de Bryant hay muchos, una lista larga, inmensa. Figuras del deporte, el arte, espectáculo, poseedores de un talento natural se sumergen en el dilema eterno de no saber que hacer consigo mismos y con la compañía inmediata de su excepcional virtud: el poder, la fama y el dinero.

Sin embargo, al margen de esto, siempre ha habido figuras, menos populares eso sí, que han sabido lidiar con su talento y su responsabilidad como miembros de una sociedad, a pesar de ser poseedores de un don.

Menospreciados por los medios e ignorados por el gran publico, es sobre ellos que debemos desarrollar o ejemplificar cualquier discurso ético. Mostrar esa imagendonde los ideales éticos son plasmados de manera real. Alejados de lo utópico y del discurso sin referencia. Es en ellos donde más clara y efectivamente se muestra el ejemplo de ser virtuoso.

Conocidos por muchos gracias a su talento, es justo y digno el reconocerles su otra faceta, la de buenas personas, virtuosas. Ellos representan una esperanza para la sociedad, esperanza de mostrar que los valores verdaderos pueden llevarse a la práctica y que no pueden más los valores “aparentes” de fama, dinero y poder.

Ejemplos hay muchos, fijémonos bien, veamos más allá de lo superficial que nos muestran los medios de comunicación y daremos con ellos.



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