Filosofía de la técnica

“A través de la técnica el hombre ama la naturaleza, la cuida, la analiza y la compone; la humaniza. Es así como plenifica al cosmos y se plenifica así mismo”.
Luz García Alonso
El tema a tratar será la filosofía de la técnica o también llamada filosofía de la eficacia, como punto de partida explicaré los términos de técnica y arte, y como parte medular la importancia de la reflexión filosófica a la luz del texto de la Filosofía de la Eficacia de la Dra. Luz

García Alonso que por su capacidad sintetizadora abraza otras reflexiones que se han hecho en torno al tema y que se irán dilucidando a lo largo de la presentación.

La palabra tékhne de origen griego o ars del vocablo latino, tienen igual significado, se refieren a un saber hacer cosas; poseer habilidad para la generación de objetos, teniendo como característica fundamental un conocimiento de orden universal pero no necesario, cuyo objeto de conocimiento es la poiésis: es decir la producción de una obra exterior al propio agente, llamado artefacto.

La técnica ha constituido a lo largo de la historia una mediación entre el hombre y la naturaleza, a través de ella el hombre le confiere a los seres naturales una perfección que de suyo no poseen, la técnica existe para aminorar los esfuerzos de la vida cotidiana, sin embargo en el siglo XXI el arte o la técnica ha dejado de ser un mero instrumento para convertirse en un entorno determinante de medios y fines, o de medios sin fin, o de fines sin sentido.

El siglo que comienza, es el siglo del hacer, de la evolución sin precedentes de la técnica, en la actualidad la técnica no sólo es parte de la vida social, sino que define toda la cultura y proyecta una totalidad, la técnica se ha convertido en un mundo que todo lo domina.

Por ello reflexionar desde el ámbito filosófico la noción y acción de la técnica es una tarea necesaria, indispensable y trascendente en un entorno que amenaza con convertir al homo faber en un ser enajenado que no se sirve de la técnica, sino que por el contrario sirve a la técnica, debilitando así al hombre, de modo tal que se llega al extremo de reducir y empatar al hombre con la noción de lo útil, dejando de ser un homo faber para convertirse en un homo fabricatus (Habermas, 1999, p. 90), cosificando al hombre, convirtiéndolo en un mero producto, desdibujado de su humanidad queda como un ser automatizado y enajenado.

Hacerlo desde el ámbito filosófico, implica recurrir a los preceptos de la Filosofía de la eficacia, porque los productos de la técnica no pueden explicarse así mismos, la ciencia en la actualidad sólo responde a las fuerzas productoras que el arte le demanda y en cambio la filosofía puede ofrecer conocimientos teóricos, verdaderos, profundos e inscritos en la totalidad del ser en lo que se refiere a la técnica (García , 1979, p. 18), la filosofía del hacer puede penetrar conceptualmente sobre el ser de la técnica y no sólo sobre sus sucesos o acontecimientos, es capaz de explicar sus causas últimas y puede develar el nexo entre la naturaleza y su accidente, y tiene la seguridad para afirmar o negar con verdad (García, 1979, p. 20), sólo de este modo la reflexión exigida va más allá de la generación del saber técnico.

Es justamente por el carácter omniabarcante del mundo tecnológico, y la particular forma de racionalidad pragmática que lo gobierna, que es necesario distinguir entre el conocimiento de orden práctico y el especulativo, reducir toda clase de conocimiento al ámbito de lo práctico es un mal de nuestros tiempos, derivado del crecimiento de la técnica, el poder tecnológico ha desbordado nuestra capacidad de distinguir lo teórico de lo práctico, y por eso ha sido posible la ocurrencia y recurrencia de desastres técnicos que antes parecían inconcebibles (Enrique, 2008, p. 366). Dice García Alonso el arte hace ajeno lo propio, mientras que lo teórico hace propio lo ajeno, por lo tanto conocer para operar implica el recurso a unos postulados teóricos que lleven a termino un eidos embrionario (García, 1979, p. 40). Por lo que el hombre contemporáneo debe temperar el proyecto técnico de la existencia humana con el pensamiento contemplativo, como propio e iluminador de toda acción transeúnte.

Pareciera que en la actualidad molesta la noción gnoseológica del arte o la técnica, después de Kant todo arte quisiera verse como actividad y no como logos, cuyo fundamento fuese la sensibilidad y el gusto y no la inteligencia (Aspe, 1993, p. 54), si ello fuera de tal modo todo acto productivo por avasallador y aplastante para el hombre sería aceptable, la basura resultado de un sin fin productos inservibles, tendrían cavidad y se mantendría en armonía con la existencia humana.

Admitamos desde la filosofía de la eficacia que la técnica y la ciencia son saberes universales, uno de orden contingente y otro necesario, pero saberes devenidos del intelecto humano, que en la actualidad las ciencias particulares y la técnica son dependientes, pero que no existe modo que progrese la técnica sin la ciencia y sin embargo la ciencia puede avanzar sin la técnica, todo ello lleva en la actualidad a planes de estudio que reducen todo el saber humano al ámbito práctico y técnico, y con ello aminoran la capacidad abstractiva que exige el saber especulativo al ser humano, porque admitamos es fácil ser un hombre de práctica que un teórico, por lo que la filosofía fundada en lo verdadero puede aportar al ámbito de la técnica fecundidad en la práctica.

Vivimos gracias a la técnica en un mundo que se torna cada vez más artificial al estar lleno de artificios, para todos nosotros las instalaciones, aparatos y máquinas del mundo técnico son hoy indispensables, para algunos en mayor medida que para otros, sería necio marchar contra el mundo técnico, dependemos de los objetos técnicos; nos desafían incluso, pero sin darnos cuenta, hemos quedado tan firmemente encarnados a los objetos técnicos que hemos venido a dar en su servidumbre (Acevedo, 1999, p. 72).

La noción primera de que el arte o la técnica imprime formas superiores a la naturaleza es indispensable en la actualidad para cuidar que la naturaleza se convierta en una única y gigantesca estación de servicio, para evitar tomar de golpe la noción de utilidad sobre todo y cualquier ser, porque con ello se corre el riesgo de suplir innecesariamente la permanencia por la novedad, de remplazar de modo indiscriminado, llegando el hombre mismo a ser tratado como material humano.

Sin la Filosofía de la Eficacia el hombre puede suponerse señor de la naturaleza a través de la técnica, sin caer en cuenta de su condición de esclavo ante la misma, porque para el bien hacer, se requiere más que un hacer por hacer, la acción del artífice es unificadora. Implica vaciar el ser en el cosmos, el ser inmaterial que lo eleva y lo unifica, es mejorar al mundo y mejorar al hombre, cuando la técnica ya no es un saber hacer, es cuando deja de ser intelectual y creativa, y se vuelve mera ejecución, repetición y enajenación (García, 1979, p. 58).

El olvido del hombre resulta fomentado por el mundo técnico sin revisión, el mundo reglamentado por el reloj, dividido en trabajos absorbentes o que corren vacíos y que cada vez llenan menos al hombre en cuanto hombre, llega al extremo de que el hombre se siente cada vez más una máquina, que es llevada alternativamente de aquí para allá, que cuando queda en libertad no es nada ni sabe que hacer de sí misma. Y que cuando empieza justamente a volver en sí, el coloso de este mundo le hundirá de nuevo en la omnidevoradora maquinaria de la trabajo vacío y de un vacuo goce del tiempo libre (Jaspers, 1985, p. 100). Un tiempo libre que legitima el atropello de la técnica a la vida del hombre.

Por lo que la filosofía de la eficacia hace un llamado a la noción de la virtud del arte que es la racionalización de la ejecución, su elemento formal es la iluminación consciente y permanente del intelecto sobre la ejecución. Por él, el hombre se libera de la tiranía de la causalidad cósmica: el acuerdo entre lo que se puede y se debe hacer es la virtud del arte (García, 1979, p. 56)

La actividad fabril es una condición humana, todo hombre es un hacedor, cuando el hombre transforma tiene como consecuencia la transformación misma del hombre, por lo que la filosofía del hacer condiciona este hacer a la plenificación del artefacto, para que de este modo pueda contribuir al perfeccionamiento de la humanidad con miras a un bien terreno, a un bienestar que implique transformaciones valiosas, útiles y necesarias, a la generación de artefactos que sean buenos en sí mismos y lo sean insertados en el contexto.

En tal caso aparecen los artefactos defectuosos, los artefactos malos, los artefactos ineficaces, los cuales desafortunadamente abundan y presionan al universo con su vacío de ser (García , 1979, p. 48), construir artefactos ineficaces es atentar contra la humanidad, porque denotan la falta de un juicio especulativo y práctico verdadero, la limitación y defecto del agente constructor, el uso inservible de los recursos materiales, la falta de la concreción del fin último temporal que una especie de bien que sacia necesidades, perdiendo la conquista del cosmos y aún más deshumanizando el orden terreno, desculturizando y haciéndonos esclavos.

El poder tecnológico empieza realmente a confeccionar las teclas elementales sobre las que la vida toca su melodía, por lo que reflexionar en lo humanamente deseable y en que debe determinar la elección del hacer técnico, se hace más imperioso y apremiante que cualquier pensamiento que pueda exigirse a la razón filosófica, la filosofía de la eficacia, da respuesta a ello, sienta las bases para la gran tarea titánica, una tarea de orden cósmico, que dictamine la eficacia en el hacer a través de principios especulativos -la verdad- y la eficiencia de agente.

La técnica así como puede debilitar al hombre lo puede dotar de poder, de un poder sobre el otro, de ahí la importancia de reflexionar filosóficamente sobre el quehacer productivo.

Evitemos que las bendiciones de la técnica, se conviertan en una amenaza, obrar con eficacia en el hacer evitará el elemento tiránico de la técnica actual, que hace de nuestras obras nuestros dueños y nos obliga incluso a reproducirlas. La dignidad humana nos exige que nos poseamos a nosotros mismos y no nos dejemos poseer por nuestra máquina, tenemos que poner el galope tecnológico bajo el control extratecnológico (Jonas, 1997, pp. 38-39), que solo puede amparar el pensamiento filosófico de la técnica o filosofía de la eficacia. Solo la fuerza liberadora de la reflexión filosófica varada en la verdad, puede evitar que solo se propague la difusión del saber técnicamente utilizable.

• Acevedo, J. (1999). Heidegger y la época técnica. España: Editorial Universitaria. Aspe, V. A. (1993). El concepto de técnica, arte y producción en la filosofía de Aristóteles. México: Fondo de Cultura Económica.

• Enrique, J. L. (2008). Ética y mundo tecnológico. México: Fondo de Cultura Económica.

• García, L. A. (1979). Filosofía de la Eficacia. México: Jus.

• Habermas, J. (1999). Ciencia y técnica como “ideología”. España: Tecnos. Jaspers, K. (1985). La filosofía. México: Fondo de Cultura Económica.

Fuente: Congreso Nacional de la Sociedad Mexicana de Filosofia. Aula Gabriel Marcel. Universidad Simón Bolivar. 19-X-2013.

MÉXICO.

5 de noviembre de 2013



::: 1,559 hits

Una respuesta a "Filosofía de la técnica"

  1. Hola, soy Luis Alberto Rodríguez Banegas, profesor de filosofía en la Universidad Tecnológica de Honduras, UTH, San Pedro Sula, Cortés. El objetivo de escribirles es para pedir el permiso de tomar algunos de sus discursos o escritos en un estudio de filosofía que estoy preparando, tiene fines académicos y me gustaría tener su respuesta. Con aprecio Luis Alberto Rodríguez Banegas.

Responder a Luis Alberto Rodriguez Banegas Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *