Hemos renunciado a pensar

Uno de los libros que vale la pena leer se titula Invitación a pensar, de Jaime Nubiola, profesor de Filosofía en la Universidad de Navarra, acaso porque nos desvela una de las necesidades apremiantes de nuestra sociedad. «No es infrecuente escuchar -dice el autor- que la culpa de los males que en el siglo XX han afligido a la humanidad se encuentra en la filosofía moderna, sea por el individualismo de Descartes, el colectivismo de Marx o el nihilismo de Nietzsche. Y, sin embargo, no es esa la cuestión. Lo que nos pasa no es que no sepamos lo que nos pasa, como decía Ortega; ni tampoco el problema es que pensemos mal o que hayamos adoptado una mala filosofía. Lo que nos pasa, me parece a mí, es que nuestra sociedad ha renunciado abierta o solapadamente a pensar. Quien se para un momento a reflexionar por su cuenta advierte de inmediato que en la aldea global cualquier forma de pensamiento libre y creativo ha caído víctima del ensordecedor ruido general». Aquí está la clave o quizás la clave más importante de muchas de las realidades que no nos caben en la cabeza, ni podemos comprender. ¿Cómo es posible que en este país, en su sistema democrático, «gane el que ha perdido y pierda el que ha ganado»? ¿Cómo es posible que, en muchas de nuestras localidades, un solo concejal del Ayuntamiento tenga más poder de decisión que los doce restantes? Podríamos continuar con ejemplos en otros ámbitos. Y es que pensar es difícil. No proporciona una gratificación instantánea como la mayor parte de las cosas que consumen los jóvenes. Quien piensa es considerado a menudo como un ser extraño. Una rama del saber está dedicada a la filosofía. Y precisamente son los filósofos los que tienen como profesión recordar a la humanidad que no se puede vivir sin pensar, que no podemos trasladar nuestras decisiones a otros, sean las modas, las mayorías o la tradición. Sócrates, el primero de los filósofos, se veía a sí mismo como un tábano puesto sobre su ciudad, Atenas, para que no se amodorrara. Su tarea era enseñar y pensar con libertad. «Más vale padecer el mal que cometerlo», decía, y afirmaciones como esta le llevaron a ser condenado a muerte. Probablemente, nunca ha estado de moda pensar. «Cuando los seres humanos nos ponemos de verdad a pensar -subraya en su libro Nubiola-, descubrimos de inmediato que tenemos opiniones distintas sobre cómo hay que hacer las cosas y eso nos incomoda, pues muchas veces ni siquiera sabemos cómo llegar a un acuerdo. Muchos renuncian a pensar precisamente para evitarse conflictos: basta con hacer lo que hace la mayoría». Y bien sabemos que pensar nos obliga, primero, a contemplar la realidad; en segundo lugar, analizarla, viendo efectos y causas, ventajas e inconvenientes; tercero, valorarla, descubriendo verdades y mentiras; cuarto, llegar a conclusiones que nos permitan avanzar y escoger los mejores caminos. Cabeza, corazón y manos serán el trípode del caminar de la humanidad. De ahí que el pensamiento sea básico, si buscamos la verdad, para el auténtico progreso. Ahora que se van agotando vacaciones y descansos, sería bueno colocar en la mochila ese «pensar» para «actuar», tan necesario en vidas y sociedades.

 

Antonio Gil es Sacerdote y periodista

Fuente: http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/hemos-renunciado-pensar_1246917.html

26 de agosto de 2018. ESPAÑA



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