La democracia en la visión de Aristóteles y Platón. Por Gonzalo Cáceres

La democracia es un sistema político en el que el poder reside en el pueblo.

Por Gonzalo Cáceres

Cuando uno estudia las bases de la filosofía política se encuentra con una escena que todavía resuena. Dos clásicos, Platón y Aristóteles, observan la democracia con fascinación e inquietud. Aunque compartieron una posición crítica sobre los excesos en Atenas, sus conclusiones no podían ser más distintas.

Se trata de una conversación que nunca ocurrió, pero trascendió a través de sus textos.

Básicamente, la democracia es un sistema político en el que el poder reside en el pueblo. Es decir, las decisiones fundamentales sobre el rumbo de la sociedad se toman mediante la participación de sus propios integrantes.

El término describe un sistema en el que los ciudadanos (entiéndase los individuos en pleno derecho) intervienen directamente en el tratamiento de las cuestiones públicas. Con el tiempo, el sentido se amplió, pero la raíz siguió siendo la misma (la autoridad surge de la comunidad y no de un monarca, élite y/o grupo privilegiado).

Hubo consenso, pero también quien vio algo más.

POSICIONES ENCONTRADAS

Ciertamente, Platón escribe después del trauma: la condena y muerte de Sócrates a manos de un tribunal democrático marcó su visión sobre “el gobierno de las mayorías”, porque percibió un sistema con fallas que conduce, tarde o temprano, a la tiranía.

En ‘La República’, señala con absoluta convicción que “cuando todos hacen lo que quieren, sin límites ni jerarquías”, el orden se derrumba; situación que sirve de caldo de cultivo para la aparición de una figura (líder/agitador) que prometa restablecer el control.

Aristóteles, en cambio, es un observador más paciente. Analiza la democracia desde la clasificación, al considerarla una forma “desviada” de gobierno (en su criterio, la mayoría gobierna para sí misma y no para el bien común). Sin embargo, también reconoce que puede funcionar si está “moderada por leyes firmes” y siempre que “no se quiebre entre ricos y pobres”.

La diferencia de tono lo dice todo. Platón ve un incendio que amenaza con descontrolarse y Aristóteles mira el fuego en busca del combustible que lo alimenta.

EL PROBLEMA

Para Platón, el problema central de la democracia es la libertad entendida como desorden. “Cuando la igualdad se vuelve absoluta, se pierde el sentido de la autoridad y del conocimiento. Todos opinan de todo, incluso de aquello que exige preparación, y así la ciudad queda atrapada en decisiones impulsivas”, escribió.

Bajo esa óptica, la democracia es un barco sin capitán: los pasajeros votan el rumbo sin saber navegar. El resultado, para Platón, es inevitablemente malo.

Aristóteles no niega el riesgo, pero lo piensa de manera más terrenal. Sabe que la democracia puede caer en manos de demagogos, pero también reconoce que, con reglas claras, los ciudadanos pueden deliberar con sensatez.

Aristóteles incluso sugiere que el conjunto de la gente, al reunirse, puede llegar a decisiones más justas que un reducido grupo de expertos (visión sorprendente para su contexto y época); no porque cada individuo sea sabio, sino a razón de “la suma de experiencias que puede equilibrar errores y pasiones”.

CORRIENTES

El origen de la discrepancia es filosófica, no política. Platón cree que el gobierno debe quedar en manos de quienes conocen el bien. Y el conocimiento, según él, es casi excepcional. De ahí su figura del “rey-filósofo”, un líder que gobierna no por fuerza ni por aplauso, sino por dominio de la verdad. La democracia, en ese marco, es el gobierno de quienes no saben del bien.

Más empírico, Aristóteles no busca un gobernante perfecto ni un ideal absoluto. Prefiere una ‘politeia’, un gobierno mixto donde pobres y ricos tengan voz, donde la ley esté por encima de los impulsos y donde la clase media haga de contención para los extremos. A diferencia de Platón, que rechaza la democracia de raíz, Aristóteles intenta corregirla.

CIUDADANÍA

Otra diferencia importante está en el concepto de ciudadanía. Platón imagina una polis conducida por “guardianes” formados desde niños en un modelo rígido, quienes cumplirán funciones a lo largo de su vida adulta, pero que no tomarán parte de las decisiones centrales.

Aristóteles, en cambio, valora la participación: cree que ser ciudadano es, justamente, ejercer funciones políticas: “Quien no participa vive como un extranjero dentro de su propia polis”, insistió.

DONDE CONFLUYEN

Estos titanes de la filosofía occidental comparten un temor: el deterioro moral (viendo el contexto de Atenas). Pero mientras Platón propone retirarse del tumulto y confiar el poder a una agrupación, Aristóteles invita a ordenar, moderar y a darle forma a esa misma agrupación, sin eliminarla.

TENSIÓN

¿Mejora la democracia ampliando la participación o restringiéndola? ¿Se arregla con más voces o con las “mejores” voces?

Desde una perspectiva actual, Platón parece advertir sobre los peligros del populismo y los líderes que emergen del descontento (se presentan como salvadores para luego concentrar el poder). Por su lado, Aristóteles se adelanta a debates contemporáneos sobre instituciones, pesos y contrapesos, y la necesidad de una clase que pueda sostener la estabilidad.

La lección que dejan ambos no es elegir uno y descartar al otro; más bien el entender que la democracia siempre se divide entre libertad y orden, participación y competencia, entre igualdad y mérito.

Platón nos recuerda que las mayorías pueden equivocarse. Aristóteles que, pese a todo, la participación genera decisiones más equilibradas. En esa conversación de siglos evidencia la fragilidad de la democracia. Y tanto Platón como Aristóteles nos ofrecen, cada uno a su modo, un aviso para seguir atentos.

Notas

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Fuente: https://www.hoy.com.py/especiales/2025/11/22/la-democracia-en-la-vision-de-aristoteles-y-platon

23 de noviembre de 2025.Paraguay

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