Mandela desde Hegel

HEGEL estaría disfrutando en este mundo globalizado que lleva una semana contemplando y, en sentido amplio, participando de las exequias de Nelson Mandela. Son honras fúnebres, impregnadas de cierto sentido de resurrección, en las que se suceden panegíricos que, a decir verdad, son merecidos. Subrayan del finado su condición de luchador por la libertad y la igualdad de los negros en Sudáfrica y, a su través, de todos los humanos. Ponen de relieve su coherencia y lucidez. Hacen hincapié en su capacidad para la reconciliación, sin sacrificar sus convicciones. Un hombre de inmensa talla moral que, con su lucha contra el apartheid, la que le costó veintisiete años de cárcel y pena de muerte que afortunadamente no se ejecutó, cambió el destino de su país, marcando un hito en la historia universal. Así se reconoce con una unanimidad que ni siquiera sorprende que sea tal. Quedan patéticas declaraciones como las de una Thatcher que elogiaba a Pinochet a la vez que criticaba por comunista y terrorista a quien sería Nobel de la Paz. Mandela ha logrado que en la historia haya un antes y un después de su tarea política; ha hecho historia y por eso permanece en ella.
El romanticismo de la especulación hegeliana ponía el acento en los “hombres históricos” que encarnan el espíritu de un pueblo y hacen coincidir el objeto de su pasión con lo que es necesario en el momento en que viven. Es esa feliz confluencia la que el filósofo alemán encontró en Napoleón, del cual dijo, cuando entraba en Jena con sus tropas, que era “el espíritu del mundo a caballo”. No hace falta insistir en el exceso de esa apreciación del Hegel que en el fragor de la batalla salvaba su Fenomenología del espíritu. Quien llegara a ser presidente de Sudáfrica queda lejos del general corso, pero es obligado reconocer su papel, complementando otras visiones dela historia atentas a estructuras y condiciones materiales. La figura de Mandela nos trae de nuevo ante un “gran hombre” -después de todo, la historia sin los individuos, como también decía Marx, no es nada-. La cuestión ahora es rendirle honores sin mitificaciones interesadas. Unas gotas de saludable humor y respetuosa ironía no vienen mal para homenajear a quien se le da trato de santo laico: “San Mandela, que ya estás en los cielos, ¡no te olvides de esta humanidad en sus infiernos!”. Y siempre: ¡gracias, Madiba, por tu esperanzador legado!
Fuente: http://www.granadahoy.com/article/opinion/1665470/mandela/desde/hegel.html

12 de diciembre de 2013



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Una respuesta a "Mandela desde Hegel"

  1. Es cuestión de convicciones y constancia, si Mandale no hubiera abrazado esa convicción y luego serle fiel y contante en su deseo de verla hecha realidad. ahora no tendríamos mas que un simple mortal, los hombres y mujeres vale, èticamente hablando, por las virtudes que adornan su naturaleza humana, hay que enamorar a los niños y jóvenes de buenos ideales.y seguro aportamos algo para un mundo mejor.

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