Nicolas González Varela y Nietzsche

Lo primero es felicitar a González Varela por contribuir a arrancar la máscara “radical” con que se ha camuflado a Nietzsche, en realidad un ideólogo de extrema derecha. Ya publiqué algo sobre su libro “Nietzsche contra la democracia. El pensamiento político de Friedrich Nietzsche (1862-1872)”, bastante laudatorio, y ahora me referiré a la entrevista que el número 272 de El Viejo Topo le realiza.Acaso lo más interesante de ella sea el énfasis que pone en explicar cómo se ha manipulado la obra de aquél, para hacerla pasar por filosofía “pura”, sin relación con la política, velando o incluso ocultando las obvias adhesiones políticas del teutón a lo más cavernícola y tremebundo de su tiempo.

Pero que Nietzsche sea un reaccionario político interesa menos que los contenidos ideológicos de sus escritos, que hacen de él un ultraderechista en el terreno más decisivo a largo plazo, el de la ideología, los disvalores y las creencias, aunque no en la filosofía, pues no filosofa. Eso le queda muy grande, más incluso que a su admirado Platón[1], el otro verboso politicista ultra-carcunda de lo que algunos denominan “historia de la filosofía”.

Nietzsche, y quienes crédulamente le siguen, son sujetos sin cultura filosófica, más dados a los panfletos que a abismarse en lo arduo del pensamiento profundo. Su obra es una sucesión de exabruptos y atrocidades.

Para comenzar, Nietzsche no tiene epistemología. Ni siquiera se lo plantea. Eso lo determina todo pues su intención no es diferenciar lo verdadero de lo extraviado, a través del análisis riguroso, sino emitir sus propias convicciones políticas valiéndose de una jerga caprichosa, imprecisa y brutal.

Se reduce a exhortar fanáticamente a la “casta de los señores” a liberarse de toda norma política y toda atadura ética para controlar por el uso máximo de violencia y terror al pueblo. De ahí que suene “revolucionario” a los ingenuos, los pardillos y los malvados, pues, al parecer, es “emancipador” afirmar que el “superhombre” ha de ser completamente “libre” en el trato con el otro, al que tiene que despreciar, odiar y agredir para hiper-dominarle.

Por eso se ha dicho que quien mejor ha realizado la “filosofía” de Nietzsche es la Gestapo.

¿Qué hacen los adeptos a su filosofía hoy? Pues lo que les ordena su ídolo: odiar a los de abajo y adorar a los de arriba, actuar con chulería y bravuconadas, ser descorteses, ineducados y desagradables, violentar de palabra y obra a los demás, enzarzarse en continuas grescas para realizar su propia “voluntad de poder” a costa de los otros. Dicho en plata, actuar como los falangistas y los nazis.

Eso ha desacreditado más a la cofradía de los devotos, y a su santo patrono, que miles de refutaciones de los libros del Maestro.

La obra de González tiene varios puntos todavía por tratar, la relación del nazismo con Nietzsche, el significado real, en la práctica social y personal, de sus ideas y la posición de aquél ante el Estado, teorética y práctica.

González señala que varios nazis de segunda fila presentaron desacuerdos parciales con Nietzsche, lo que es cierto, pero no hace referencia a los muchísimos más que manifestaron su entusiasmo por la obra de aquél. No cuenta, por ejemplo, que Hitler y Mussolini, en alguno de sus cumpleaños, se obsequiaron con las obras completas de nuestro “filósofo”, lujosamente encuadernadas…

Al estudiar la cosmovisión última del nacional-socialismo se concluye que en esencia, dejando de lado discrepancias secundarias, es la misma que la de Nietzsche. Ello significa que quien da respaldo ideológico a éste coincide con los nazis en el ideario. Eso no equivale a que admita el programa político de aquéllos, sólo los principios ideológicos. Es lo que sucede a quienes en 1972 elaboraron el libro “A favor de Nietzsche”, Fernando Savater, Eugenio Trías y otros. No son nazis en lo político, por supuesto, pero sí comparten cosmovisión con ellos, como se manifiesta en sus demás textos, aunque adecuado todo a los cambios de situación, tiempo y lugar.

El significado personal de la adhesión al “filósofo” ya está tratado. En lo social hay que tener en cuenta que su obra ha sido introducida desde 1945, valiéndose de mercaderes de palabras de la industria francesa de la filosofía como Gilles Deleuze, para lograr un objetivo central, realizar la “guerra de todos contra todos” preconizada por Hobbes, el antecedente en todo de Nietzsche, junto con Maquiavelo, Sade y Platón.

Para amaestrar en odiarse los unos a los otros, a fin de fragmentar la sociedad, aislar al individuo, destruir al pueblo y, con ello maximizar el poder del complejo Estado-capital han sido movilizados sujetos como Savater, Trías y colegas. Luego se les ha premiado de manera colosal[2]. Así lo sugiere González al advertir que “el neoindividualismo amoral” es el fundamento de la filosofía del alemán. Basta con preguntarse qué efectos ha tenido esa idea perversa, al difundirse por el cuerpo social, multi-financiada por la oligarquía financiera y las instituciones estatales, para dar con la respuesta. La popularización de Nietzsche ha sido la base doctrinal de una tremenda operación de ingeniería social.

La tercera cuestión está en la relación de Nietzsche con el Estado. Esto es decisivo, por cuanto quien realiza “la voluntad de poder” de facto es el aparato estatal, lo que debería hacer de él objeto de admiración, en principio, del “filósofo”. Es un asunto que está por investigar.

Es terrible que los dos “grandes” filósofos de nuestro tiempo sean nazis o proto-nazis, Heidegger y Nietzsche, lo que indica en qué mundo vivimos. Con el primero ajustó cuentas Víctor Farías en “Heidegger y el nazismo”. Un texto así está por escribir para el caso de Nietzsche. De hacerse sería, sobre todo, una operación de higiene mental.

Ironiza González sobre la adhesión de ciertos anarquistas a Nietzsche, y no es para menos. Eso, junto con su devoción por Stirner, muestra el grado de degradación política e ideológica de una parte del movimiento libertario, incapaz de diferenciar sus convicciones de la ideología básica de la extrema derecha. Ello explica fenómenos tan ingratos como el anarcoestatismo, el anarquismo individualista y el anarcocapitalismo. Sin curarse de tales males el movimiento libertario nunca podrá remontar el vuelo. Para lograrlo lo primero es ajustar cuentas con Nietzsche.



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10 respuestas a "Nicolas González Varela y Nietzsche"

  1. Saludos,
    os agradezco mucho la atención que dedicáis a mis formulaciones e
    ideas. Para cualquier cosa quedo a vuestra disposición. Félix.

  2. No seré yo quien haga proselitismo de los escritos de la segunda etapa de Nietzsche, la propositiva, que me parece en algunos momentos hasta delirante. Sin embargo tampoco conozco dentro de la cultura occidental escritos más incisivos y agudos sobre las ruinas de occidente que los que realizó en su primera etapa o etapa crítica. Nos comportamos con respecto a él como dogmáticos y así nos va….

  3. Para “Vitalista”: Primero: deberían leer el libro; Segundo: deberían leer el reportaje de “El Viejo Topo”; Tercero: deberían leer el debate sobre Nietzsche y la Política (debato con varios sostenedores del Nietzsche progresista, anarquista y apolítico). Nada de lo que aquí se comenta toca en lo más mínimo lo que afirmo de Nietzsche. Cuarto: jamás afirmé que Nietzsche fuera “nacionalsocialista”. Gracias.

  4. Antes que nada quiero decir que Vitalista comentó lo mismo aquí: https://www.filosofia.mx/index.php?/perse/archivos/el_hombre_que_refuto_la_cosmovision_de_nietzsche
    Es interesante como alguien como éste filosofo llamado Nietzsche se ha vuelto tan popular en este siglo 21. Es un crítico de la moral (afirma Nietzsche en su libro el origen de la tragedia) de Sócrates porque influyó a todo occidente. No he podido leer el libro de Nicolás González Varela, pero por lo que he visto en lo que publicaste es muy interesante y trata de ser lo más erudito posible.

  5. Nietzsche da para todos los gustos. Depende del cristal con que se mire . Nietzsche es contradictorio y, aún más, reivindica la contradicción, afirmando de que todos lo somospero que no lo queremos reconocer. Además escribe en aforismos. Esto y otros elementos hace que el lector se quede pegado en la particularidad de una frase o aforismo para desde allí concluir un todo. El autor del artículo cae en ese vicio. Se nota su exacerbado subjetivismo respecto a la comprensión de las ideas y obra del filósofo. En cada momento se ve predispuesto para ver puras negatividades. No es justo, ni equilibrado en sus juicios. Se muestra como un mero francotirador. Demuestra un odio parido contra Nietzsche, no le encuentra nada de bueno, todo lo de él sería un demonio. En su crítica llega al paroxismo, casi como un ezquezofrénico o un paranoico. No usa argumentos filosóficos, más bien aguijoneado por su paranoia.
    Para el articulista, todos los más reputados filósofos estarían equivocados respecto a lo que opinan de Nietzsche, así descalifica a Deleuze, Savater, toda la escuela filosófica francesa contemporánea pasando por Bataille, Foucault, Derridá, etc., El y su partner en este oficio (Nicolás González Varela), serían los verdaderos oráculos de lo que nos ha pretendido decir Nietzsche.
    Estoy preparando, in extenso, un artículo para desmitificar todo lo dicho por este articulista. Para quien se interesa en esto, como adelanto, me permito recomendarles la lectura de mi ensayo (Nietzsche, un siglo después: Filosofía y política para el nuevo milenio, edit, Universidad de Santiago), en donde me propuse como objetivo desmitificar las incontables sandeces que se han dicho sobre la inapreciable obra del filosófo de Sils María.

    “Los peores lectores son aquellos que proceden como soldados saqueadores: extraen de su lectura algunas cosas que pueden serles útiles; ensucian y confunden y lo ultrajan todo” (Citado, por Richard Wisser en “Nietzsche actual e inactual”, Vol. 2)

    “No rechazó al pueblo en su auténtica realidad y constante posibilidad, sino en el origen secundario de inversiones que lo convierten en realidades no verídicas, es decir, en irrealidades” (Karl Jaspers, “Nietzsche”)”

    “Olfatea con impecable seguridad todo lo que está adulterado por el moralismo, por el incienso de las iglesias, la mentira artificial, la frase patriótica o cualquier otro narcótico de la conciencia; tiene un olfato privilegiado para todo lo que está podrido, corrompido y malsano, para coger ese olor de pobreza espiritual que hay en el espíritu…” (Stefan Zweig, “La lucha con el demonio”)”

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