Dos fallas de la injusta teoría de la justicia de John Rawls

Al colectivista igualitarismo envidioso del salvaje se reduce toda doctrina socialista revolucionaria, de las herejías comunistas al marxismo.
El siglo XVIII Adam Ferguson afirmó que diferencia al salvaje del bárbaro; que el primero desconoce la propiedad, mientras el segundo la conoce y aprecia, pero no ha establecido leyes para defenderla. El hombre civilizado se rige por leyes que protegen la propiedad. Para Jean-Jacques Rousseau, por contrario, su buen salvaje carece de sociedad porque no la requiere, vive en feliz estado de naturaleza. Se ve sometido a la esclavitud de la diferencia en la sociedad civil y re-encontrara la felicidad en la sociedad política que restablezca la igualdad natural por medio de una “voluntad general” del pueblo transformado en “un único ente”. Absurdo que pasa por racional otorgando al salvaje perdido en la civilización narrativa para revestir sus anhelos primitivos de retorno. Al colectivista igualitarismo envidioso del salvaje se reduce toda doctrina socialista revolucionaria, de las herejías comunistas al marxismo.

El salvaje original ignora libertad e individualidad; su conciencia individual es culposamente reprimida por su moral tribal igualitarista envidiosa, y no tiene otra. Identificar justicia con igualdad es defender esa moral primitiva, descartando la moral y justicia que hicieron posible la civilización misma.

Sea abierto el culto al salvaje como Rousseau, u oculten al salvaje en el colectivista “hombre nuevo” como los marxistas, tienen un poderoso instinto básico primitivo al que apelar como axioma moral, la envidia. El salvaje primitivo atribuirá toda diferencia a la brujería y el salvaje racionalizado en filósofo social a una teoría abstrusa de la explotación. Donde encontremos la negación de la justicia de la diferencia de talentos individúales, habremos encontrado al salvaje gritando escandalizado “¡brujería!” por una mítica justicia que implica la negación de la individualidad.

Identificado lo que define al salvaje, lo vemos en el trasfondo común de pensadores tan distantes como Juan Jacobo Rousseau, Karl Marx, Karl Schmitt, Bertrand Russell y John Rawls. Comparten al igualitarismo como medida de justicia por encima de cualquier otra. Y quieran o no, apoyan el anhelo atávico de imponer la moral tribal sobre el orden civilizado. Fatal arrogancia que transformada en experimentosocial fallido destruye las bases morales mismas de la libertad y la dignidad.

El caso de Rawlls es importante porque buena parte de su teoría es una reflexión, en algunos sentidos muy válida, sobre la libertad. Pero más porque como explica Kymlicka, su teoría de la justicia “domina el ámbito de la discusión, no en el sentido de proporcionar un acuerdo, ya que muy pocas personas están totalmente de acuerdo con ella, sino en el sentido de que los teóricos posteriores se han definido por oposición a Rawls. Explican su teoría contrastándola con la de Rawls.”

Pese a lo nos diga sobre la libertad como primer principio, Rawls nos deja muy claro que “uno de nuestros juicios reflexivos irrenunciables es el de pensar que nadie merece la posición que ocupa en la dotación natural de talentos” Lo cierto es que incluso apartando que talento natural y posición no producen mecánicamente resultado alguno, en ausencia de voluntad y perspicacia. La “dotación natural” de talentos que Rawls ve como “mana caído del cielo” es el resultado —tanto biológico como cultural— de la selección adaptativa en una especie cuya dinámica civilización favorece un crecimiento poblacional y de riqueza mediante la diferenciación y especialización.

Lo que molesta a Rawls no es que los talentos no estén beneficiando a todos, incluso a los menos talentosos —no ignora que en un mercado libre es lo que hay que hacer para obtener ganancias— sino que los talentosos obtengan beneficio para sí mismos. Difícilmente negaría Rawls que el talento de Henry Ford mejoró en su momento la vida de todos. Posiblemente más la de los menos favorecidos. Ve el beneficio de masificar el automóvil, pero detesta que obtuviera una fortuna en lugar de que aquella se redistribuyese o revirtiese a “los menos favorecidos”. Creer que en tal caso se hubiera masificado igualmente el automóvil es una de las deficiencias de la teoría económica que Rawls usa como auxiliar para encajar sus iniciales “creencias morales ordinarias e irreflexivas” con sus posteriores “juicios reflexivos irrenunciables”.

El teórico marxista Tugan-Baranowsky defendió en 1915 que todo producto intelectual fuera “peculio de todos”. Forma curiosa de Tugan para poner fin a la alienación del creador respecto a su creación. Atribuyéndola a quienes nada crearon. Rawls propondrá más de lo mismo. Alienar moralmente al individuo no simplemente del producto de sus talentos, sino del propio talento diferenciado que tuviera. Tras condenar la existencia misma del talento como injusticia, retrocede y se aviene a explotar a los talentosos en favor de los carentes de talento. ¿Acaso ignora que los dotados del talento político para erigirse en intermediarios del expolio y reparto, se excluirán a sí mismos de la lista de injustamente dotados?

No podría explicar en una columna la obra completa de Rawls, mucho menos refutarla, pero hay problemas muy serios en la más influyente teoría de la justicia contemporánea. Aquí me he limitado a señalar de entre aquellas, dos simples fallas más bien obvias:

Que sin importar en qué lugar lo coloque el propio Rawls, de implementarse aquello, su principio igualitarista inevitablemente tomaría el primer puesto sobreponiéndose al resto de su teoría. Porque justo ahí está una novedosa, brillante, sofisticada y llamativa racionalización de la envidia como axioma moral.

Y que la teoría económica subyacente en el manejo propuesto del principio de diferencia simplemente ignora olímpicamente lo mucho que sabemos de desincentivos a la creación, inversión de capital, iniciativa empresarial y trabajo mismo. El resultado no sería otro que una caída de todas las anteriores, y con ellas de “los frutos” de los supuestamente injustos talentos diferenciados. Con lo que mientras más se aplicase, menos restaría para revertir a los “menos favorecidos”. Esa diferencia que Rawls se empeña en condenar y reprimir es indispensable para el único orden económico capaz de derrotar la pobreza.
Es investigador del Centro de Economía Política Juan de Mariana y profesor de Economía Política del Instituto Universitario de Profesiones Gerenciales IUPG, de Caracas, Venezuela.

Fuente: https://es.panampost.com/guillermo-rodriguez/2017/04/01/fallas-injusta-teoria-justicia-rawls/

3 de abril de 2017.



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