Pensando en Hegel y Fukuyama

Hay una matriz ideológica común de naturaleza humanística que los une. Como le comenta Hessel a Nicolás Truong, la especie humana, esta especie todavía inexperta, no ha dicho la última palabra y reflexiona sobre Hegel y su tesis de que la historia tiene sentido cuando el espíritu absoluto de la razón llegó a su máxima objetivación y materialización en forma de Estado. La Segunda Guerra Mundial nos enseñó que todo ese edificio metafísico no se sostenía por su irracionalidad ylocura en forma de nazifascismo que hizo de Hessel una de sus víctimas, como a Edgar Morin e indirectamente a través del franquismo que golpeó la infancia de Pablo Iglesias.
Las posibilidades de la irracionalidad política alcanzaron su expresión más alta en el siglo XX. Hegel pensó, en su tiempo, que el Estado Prusiano era la cumbre de la libertad política porque garantizaba los derechos fundamentales, pero dicho Estado en la exacerbación del capital decimonónico y en la expansión imperial de sus dominios en el siglo XX sobre regiones ricas en recursos naturales desató la locura más cruenta del Holocausto. La primera y segunda guerras mundiales tienen como epicentro ese Estado. Por eso, Hessel concluye: “Ya no podemos ser hegelianos”.

Y punto, solo queda la reminiscencia poshegeliana de Francis Fukuyama al sostener que el “Estado neoliberal es la expresión más alta de la libertad política”. Y llega Edgar Morin a tiempo a ‘salvar’ a Hessel, repensando en la relatividad de la ‘verdad absoluta’, pero este le dice que NO cree en el “sentido unívoco de la historia”, sin embargo, apoya a Morin en la idea de la ‘metamorfosis’, como una metáfora de los cambios.

Morin es un caso especial y paradigmático. Es un contestatario nonagenario de juventud eterna, que no deja nada a salvo. En primer término sustituye la dialéctica trinitaria de tesis, antítesis y síntesis (de origen heraclitiano y aristotélico) por la dialógica (pienso de origen socrático) en el que las visiones indisociables ‘colaboran’ para comprender una misma realidad.

Afirma Morin: “Es posible una verdad que no sea absoluta”. Y Hessel plantea las siguientes tesis:

Uno, 1948: nacimiento del Estado de Israel y la Proclamación de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre que nacen al interior de un tenso debate entre la proclamación de los derechos sociales, planteado por los países socialistas, y los derechos civiles, difundido por los países capitalistas.

Dos, 1970-1980: se toma conciencia de la ‘fragilidad’ del planeta Tierra y del límite que tiene la biosfera, los ecosistemas y la biodiversidad frente a las presiones del capitalismo. Los años del paradigma del desarrollo sostenible.

De las que concluye con dos ideas que conviene reflexionar: la historia es una partera imprevisible, casi siempre da a luz la renovación, y, donde crece el peligro (EE.UU. e Inglaterra en Medio Oriente, África o América Latina), crece lo que le salva.

Reinventar la política

Se trata de una de las conversaciones mejor logradas. Hessel y Morin insisten a las presentes y futuras generaciones a creer en la política, pese a las decepciones, a las derrotas, a la desesperanza (duele Argentina, duele Brasil, duele Venezuela). Surgen en diversos lugares del planeta nuevas formas reaccionarias derechistas y de un progresismo en el que coinciden que renuncia a sí mismo.

Es una transición difícil para nuestras sociedades amoldarse a las nuevas realidades del siglo XXI, el siglo de la robótica y la digitalización. Parece ser que vivimos un tiempo de reacción de las nuevas formas del capital imperial financiero cognitivo que genera una acumulación exponencial a favor de pocos, al 1% de la población mundial. Marcamos 16 años de una lenta pero sostenida regresión política, económica e ideológica a nivel regional y mundial.

No hay vueltas que dar. Avanzamos o retrocedemos. Hoy es tiempo de transformar y revolucionar, son tiempos de lucha entre lo viejo y lo nuevo. Fortalezcamos a la generación de la victoria No podemos ser contemplativos ni indiferentes, los pueblos no pueden ceder a su derecho histórico al desarrollo. Frente al contexto de repliegue reaccionario, las tensiones de las fuerzas progresistas y de izquierda deben revertir ese repliegue hacia la construcción de una sociedad digna, altiva y soberana para el Buen Vivir.

Recordemos que, a fines de los años 60 y comienzos de los 70, muchos creían que la sociedad industrial iba a resolver la mayoría de los problemas. No fue así. Necesitamos adoptar una visión global y local frente a la tiranía del beneficio y del peso hegemónico del capital financiero. Hoy, EE.UU. y sus socios de la Unidad Europea aplican la ‘razón instrumental’, esto es una ‘racionalidad destructiva’ en el mundo, a fin de mantener la hegemonía global. Tomemos conciencia de que estamos viviendo, como dice Hessel y Morin, “la dictadura de las oligarquías económicas y financieras”.

Edgar Morin sonríe ante los hechos y, con la lucidez que le caracteriza, concluye: “Cuando un sistema no es capaz de resolver los problemas que lo amenazan, se desintegra o se hunde en la barbarie, o consigue bien operar una metamorfosis”.

Pablo Iglesias, el de la generación de la victoria para el siglo XXI, y quien toma la bandera del humanismo progresista y de izquierda de la Revolución Ciudadana, nos convoca a romper la dicotomía de tres conflictos no resueltos y que carcomen nuestras sociedades: el de la gente, la ciudadanía contra la ‘casta’ política de la vieja partidocracia; el de la democracia contra la oligarquía; y el peso protagónico y activo que debe tener la mayoría vs. minoría. Insiste en que la lucha de todos va contra las “viejas formas de acción y representación política”.
Fuente: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/pensando-en-hegel-y-fukuyama

5 de mayo de 2016. ECUADOR



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