El psicoanálisis y Bunge

Periodista
Según el epistemólogo, el psicoanálisis no es científico ni puede ser eficaz porque no se ocupa del cerebro.
El psicoanálisis, además de un método y/o una doctrina, quizá sea una ciencia. Depende de lo que se entienda por tal. Primera dificultad, porque el concepto (ciencia) arranca desde antes de Platón y todavía lo están retocando. (La división entre ciencias duras y blandas es reciente). La complicación empieza porque son los filósofos de la ciencia (epistemólgos) los que deben definirla; y en tal caso siempre va a salir uno que diga: “A mí me parece que no, porque… tal cosa”.

Pues bien, dos de los más grandes epistemólogos de fines del siglo pasado, Karl R. Popper, vienés, y Mario Bunge, porteño, opinan que el psicoanálisis no es ciencia. El primero, porque argumenta que se trata de un conjunto de teorías muy amplias y, por lo tanto, poco falsables. O sea que este eminente pensador considera más valiosa una teoría cuanto más falsable es. Intentemos una explicación burda de su criterio de falsación: Si digo: “El mes que viene lloverá”, para él es una teoría empírica verdadera, pero muy amplia, razón por la cual no le sirve. Durante un mes, en algún lugar del mundo va a llover. Mucho más valor tiene algo más estricto como: “Lloverá mañana al mediodía en Chilecito”. Le va a satisfacer porque es más fácil de falsar (y comprobar y contrastar).

Fíjense que con este método, Popper sostiene que la concepción de la evolución de Darwin no es una teoría científica sino metafísica; un programa metafísico de investigación, añadiendo que “el darwinismo no puede explicar el origen de la vida”.

Le podríamos haber dicho: en la descripción de la conducta de todos los seres humanos del mundo no hay nada incompatible con las teorías de Freud, Adler o Jung. Nos hubiera contestado que es muy posible que así fuese porque tal enfoque es amplísimo. Pero por otro lado, en Desarrollo del conocimiento científico, donde trata estos asuntos, va a consignar con sorna: “En cuanto a la épica freudiana del yo, superyó y el ello, su derecho a obtener un estatus científico no es sustancialmente mayor que el de la colección de historias homéricas del Olimpo (…)”.

Bunge, además de sorna, agrega ironía y mordacidad. En su obra La investigación científica, reconoce que la psicología y la psiquiatría son ciencias, pero coloca al psicoanálisis a la par del espiritismo o de la rabdomancia porque no es contrastable. Por ejemplo, el hecho de conjeturar que todo sueño es la satisfacción de un deseo, es charla y no alcanza a formar una hipótesis, porque hay una escasa correlación entre las necesidades del sujeto y sus sueños. Y agrega: “Si una persona no presenta el Edipo, el analista dirá que lo tiene muy reprimido tal vez por temor a la castración (…). Y de esta manera, las diversas tesis, los diversos miembros de la banda se protegen unos a otros y la doctrina en su conjunto resulta inatacable por la experiencia”.

Cuando vino al país, para la reciente Feria del Libro de Buenos Aires, en casi todas sus entrevistas siempre hubo alguna alusión contra el psicoanálisis. En La Voz del Interior del 8 de mayo pasado, habla del psicoanálisis como ese puro macaneo, nada más que un negocio, que hizo que la psicología retrocediera.

Antes, en el mismo matutino, agregando el humor, en un artículo “Por una Facultad de Pseudociencias”, sugiere uno de los lemas de la hipotética institución: “Nada de psicología experimental ni de neurociencias, desde luego, porque los que trabajan en estos campos tienen la manía nefasta de exigir pruebas”.

En El Tribuno de Salta, 31/12/85, declaró: “El psicoanálisis no es científico ni puede ser eficaz, porque no se ocupa del cerebro, que es lo que siente y percibe, imagina y piensa, sufre y goza, desea y planea…”. El álgebra tampoco se ocupa del cerebro y maneja razonamientos científicos. Menudo problema el que plantea en una sola oración: el de saber hacia qué parte apuntan los significados filosóficos que rondan en torno de estos cuatro pares de conceptos (esos ocho verbos que usa en modo personal). El deseo nomás, en el fíat del acto volitivo, es inherente al libre albedrío (problema no resuelto). El médico (como el analista) tiene mucho que ver con el dolor, con el hombre que sufre. Pero un podólogo, que se ocupa de un clavo incrustado en el pie, puede ignorar el cerebro cuando presiona tal parte y pregunta: “Aquí, ¿duele?”. Los médicos, cuando hacen esa pregunta, saben que todos los dolores están en el cerebro. Habría que especificar bien ese “ocuparse del cerebro”. Si se trata de conocimientos, un psicólogo y un analista tendrán que ocuparse (estudiar) el cerebro, y la vía sensitiva y motora, y otras hierbas.

Como puede apreciarse, todo esto está muy salpicado. Lo vamos a tener que continuar, delimitando con mayor precisión, esto es, separando la paja del trigo.
Fuente: http://www2.lavoz.com.ar/08/06/02/secciones/opinion/nota.asp?nota_id=208511
Lunes 2 de junio de 2008



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