Hegel y Marx: afinidades selectivas -Primera Parte. Por Guillermo Pessoa

Infinidad de textos se han escrito para aprobar o negar las relaciones entre Hegel y Marx.

Todas las cosas finitas entrañan una cierta falsedad, en cuanto tienen un concepto y una existencia inadecuada a su concepto. Por eso tienen necesariamente que perecer, y en ello se manifiesta la inadecuación entre su concepto y su existencia.

Hegel

No basta que el pensamiento pugne por abrirse paso en la realidad; es necesario que la realidad misma se esfuerce por abrirse paso en el pensamiento.

Marx

Infinidad de textos se han escrito para aprobar o negar las relaciones entre Hegel y Marx. Por ende, es muy difícil ser enteramente original al pretender ahora abordarlas, pero creemos válido el intento. Tomaremos dos aspectos de las mismas: uno, el epistemológico, de método, en esta primera parte; y en la segunda, un paralelismo entre el denominadoreconocimiento mutuohegeliano y la proposición marxiana de una asociación de productores asociados en la cual “el libre desarrollo de cada uno sea la condición del libre desarrollo de todos”

Hay un paso previo que debemos señalar, algo que debería ser (y lo es) evidente, pero al cual muchos estudiosos “serios” dentro y fuera del marxismo, dentro y fuera de la academia, cedieron (a sabiendas o no): la negación endistinguirla frondosa obra de Marx del DIAMAT (filosofía oficial de los estados burocráticos, para la cual, Hegel volvía a ser un “perro muerto”).

Otro malentendido, también para negar la relación Hegel Marx, se halla al vincularel que denominan “período joven y hegeliano” de este último, cuando en verdad Marx estaba mucho más cerca de Feuerbach que de aquel. Existe otra variante con el mismo propósito: el autor de El Capital expresaría un “hegelianismo de izquierda”, progresivo y no reaccionario a ultranza como el del propio Hegel y sus continuadores “de derecha”. Un profundo estudioso de dicha coyuntura señala con precisión y pone las cosas en su verdadero lugar y contexto:

Marx adopta la ideología del hegelianismo de izquierdas (que pude definirse filosóficamente como un racionalismo especulativo) cuando ya ha empezado su propia descomposición. Debemos aclarar que la distinción “izquierda” y “derecha” en el hegelianismo sólo puede comprenderse en el interior de la propia escuela, pues ésta como totalidad se sitúa por completo a la izquierda, tanto a la ortodoxia religiosa como al absolutismo monárquico como a la tradición reaccionaria de Prusia[1].

Si bien no es tan pertinente para esta primera parte, digamos también que un buen manejo de la filosofía y la relación entre estos dos grandes pensadores, necesariamenteno significa ni se trasunta mecánicamente en una correcta política revolucionaria. Más allá del ejemplo muy citado de Lenin (pero precisamente… era Lenin) de su lectura de la Lógica de Hegel en 1914 en medio de la traición de la socialdemocracia alemana al votar el presupuesto de guerra, hay muchos casos en contrario.

Veamos una característica clave de la dialéctica hegeliana y la marxista. Si el sentido común siempre “ve” cosas, éstas “ven” relaciones. Relaciones (partes) que conforman un todo. Dinámico. “Poner de pie” como señalará el Marx de fines de la década de los 50 y 60 (redacción de los Grundrisse y El Capital), pasa por señalar que en cada sociedad las relaciones de producción forman un todo. En esta formulación observamos dos características de extraordinaria importancia: en primer lugar, la totalidad no es el Espíritu, el Concepto o la Idea como en Hegel – quien en esa noción involucra toda la realidad – sino las relaciones sociales. De las regiones del espíritu, la totalidad ha descendido a las de la materia, pero no se trata de la materia físico-química del materialismo vulgar, sino de la materialidad de las relaciones sociales forjadas por la praxis humana.

El materialismo histórico nos permite entender el “por qué” Marx pudo hacer dicho “ajuste de cuentas”. Dice un autor:

Hegel representa el máximo de conciencia posible de las clases dominantes del modo de producción capitalista en su primer período de consolidación-expansión. Pero en el mismo modo de producción, desde el proletariado, por ser la clase en ascenso, se pueden ver fenómenos que desde la burguesía permanecen necesariamente ocultos, pues esta clase ya se mueve en medio de brutales contradicciones.  Por ello, Marx ve mucho más que Hegel. Marx representa el máximo de conciencia posible desde el proletariado en la etapa en que la consolidación-expansión del modo de producción capitalista comienza a hacer crisis[2].

A modo de sumarísimo resumen de la filosofía occidental, digamos que la conformación de categorías para dar cuenta de la realidad – ya sea natural o social – era meramente “objetiva” y la actividad del sujeto totalmente pasiva. Las reflejaba. Los (mal) llamado pre socráticos, hasta gigantes como Platón y Aristóteles sostenían esto. La modernidad varios siglos después – revoluciones burguesas mediante – pondrán al sujeto en el centro y con Kant, las categorías creadas por el entendimiento, muestran al sujeto en acción y tiene a la experiencia como posibilidad del conocimiento. Claro está que encuentra un límite: el fenómeno (que se halla en la superficie) y la “cosa en sí”, aquella que no es percibida por los sentidos y por ende no se puede conocer, solo pensar. Sigue existiendo dualismo. Sujeto y objeto escindidos. Hegel romperá filas contra dicha concepción y como buen “hijo de su tiempo” (revolución francesa desarrollándose) dirá “que se debe y se puede conocer todo”. Y esa tarea, más que del entendimiento (verstand)será obra de la razón(vernunft). Para la dialéctica hegeliana, las categorías son lógicas y ontológicas. Además de un sujeto activo que las produce, se hallan en la propia realidad, en los entes, para decirlo en la jerga filosófica. En un trabajo con sugerencias muy agudas, leemos:

De ahí que este contundente argumento crítico (categorías fetichistas, N de GP) empleado por Marx, que recorre como un hilo rojo absolutamente todo “El Capital”, se estructura a partir de la crítica del dualismo, de manera completamente análoga al modo en que todo el emprendimiento de la lógica dialéctica de Hegel se estructura a partir de la crítica del dualismo kantiano[3].

Antes de pasar a desarrollar un poco esto, en donde la “relación” Hegel y Marx quedará patentizada y “puesta de pie”, nos permitimos transcribir una cita corta, y para nuestro gusto, hermosamente precisa, de Raya Dunayevskaya, que sirve para enmarcar lo señalado:

Si se necesitaba a Marx para poner a Hegel sobre sus pies, se necesitaba a Hegel para establecer los requisitos previos del marxismo (…)  En resumen, Marx nunca olvidó su deuda con Hegel porque no era ésta una deuda con el pasado sino un presente viviente y real que expresaba a su vez la influencia del futuro[4].

Recordemos lo dicho al comienzo, el sentido común “ve” cosas, no relaciones. “Detrás” del asesino, como supo decir Hegel, hay relaciones sociales. De cualquier sujeto, en verdad. El capital es una relación social. Pero se lo observa como una cosa. Este proceso objetivo, la relación entre sujetos se da a sus espaldas (en el intercambio, “post festum”, para seguir con el plano económico social) y se lo entiende como relación entre cosas. Esto, también sumariamente dicho, se denomina fetichismo. Y se halla unido al mencionado dualismo. Marx en su famoso apartado “El carácter fetichista de la mercancía y su secreto” lo expresa en forma magnifica. En esa “cosa” llamada mercancía conviven el valor de uso y el valor de cambio (valor, en verdad). Hay una relación dentro de un todo que es “invisible a los ojos”.  Es un proceso que solo puede ser captado por el esfuerzo del concepto y la razón. Insistimos: Marx no podría haber llegado allí, sin haber saldado cuentas con Hegel, en una verdadera superación (anular y conservar en un nuevo nivel). Señalaba Ernst Bloch:

Marx, al igual que Hegel, no reconoce los hechos como tales, sino solamente como momentos de procesos. Y esta nota procesal hace que cada conocimiento tenga su tiempo, que la filosofía, como Hegel dice, sea, realmente “su tiempo captado en pensamientos” (y no sólo el suyo, sino también el que le sigue y en que aquel se transforma ya). En este punto, Marx recoge íntegramente el pensamiento de Hegel, agudizándolo de un modo característico y alejándose del plan de la simple contemplación[5].

Como el mismo Marx reconoció, le fue de gran ayuda volver a la Ciencia de la Lógica de Hegel para redactar El Capital. Por ejemplo, cuando señala en el Volumen I al hacer referencia a las “formas” en que se despliega el valor, escribe:

Dicho proceso suscita un desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dinero, una antítesis externa en la que aquella representa su antítesis inmanente de valor de uso y valor. En esa antítesis las mecancías se contraponen como valores de uso al dinero como valor de cambio. (…) El enigma que encierra el fetiche del dinero no es más, pues, que el enigma, ahora visible y deslumbrante que encierra el fetiche de la mercancía.

Cuando al comienzo de los Grundrisse critica las “robinsonadas” de la economía clásica (a la que respetaba por su entidad científica), en una paradoja, también con justicia le enmienda la plana a Hegel que confundía lo “concreto pensado y lo concreto real”. Sin embargo, al demoler el edificio clásico con sus determinaciones simples y fijas, las cuales eran sólo un “momento” de la totalidad concreta, estaba haciendo lo mismo que Hegel había realizado con Kant y su entendimiento fijo que sólo la razón pondría en movimiento para arribar al “universal concreto”. Podríamos agregar también, que en contra de los materialistas vulgares y los empiristas, Marx – siguiendo a Hegel – se apropia de la categoría de contradicción real pues en la lógica dialéctica, como ya dijimos, las contradicciones no son sólo lógicas sino también reales.

Volvamos a la crítica que creemos central, de Marx a Hegel y que se mantiene incólume desde el temprano 1843 hasta los últimos trabajos del primero. El “misticismo y apriorismo lógico” de la dialéctica hegeliana y la necesidad de ponerla sobre sus pies. En la “Crítica de la Filosofía del derecho” de Hegel, Marx lanzaba sus dardos aseverando que éste invertía sujeto y predicado, la sociedad civil como emanación del estado y éste a su vez como un producto de la idea. Si bien, como señalamos, más adelante le reconocerá a Hegel su crítica al dualismo que termina consagrando el fetichismo, como así también ser el primero en vincular la filosofía con la historia, esta última termina siendo una mera sierva del concepto lógico y hay en ella entonces, simples sujetos pasivos. La actividad del sujeto, algo que le entusiasma y coloca como primera de sus “Tesis (de ruptura, o mejor, de superación) de Feuerbach”, pero esa actividad sólo acaece en el plano conceptual.

En una charla dada por nuestra corriente hace ya unos años, se puntualizaba en ello:

La dialéctica de Hegel, tanto en la naturaleza como en la historia humana, opera, en el fondo, a ciegas; el sujeto sólo puede aspirar a comprender sus leyes y su resultado final, pero sin poder intervenir en ellos. Y ese sujeto no es un ser social concreto, sino un espíritu que sobrevuela la historia. La dialéctica de Marx, en cambio, propone, por primera vez, la tarea de dotar a la dialéctica de una dirección consciente, de un fin, de una tarea futura que le cabe a un sujeto histórico real, material. Y esa dialéctica materialista, anclada a un sujeto social concreto, no es otra cosa que la teoría, el programa y el movimiento real de la revolución obrera y socialista[6].

De todas maneras, veremos en la segunda parte de esta nota, como existen en Hegel, esbozos, bosquejos, de un proyecto de sociedad realmente de hombres libres – en su lucha por el reconocimiento mutuo – que constituyen también una afinidad selectiva con su más brillante discípulo. El “espíritu” de este artículo entonces, es reivindicar la relación Hegel Marx que se retroalimenta constamente y que es constitutiva (o debería serlo) de un socialismo revolucionario genuino, no fosilizado ni dogmático. No hay Hegel sin Marx, pero tampoco Marx sin Hegel. Decía un autor francés:

Marx denunciará implacablemente todos los defectos de la doctrina hegeliana. Y así jubilará a esta intérprete del mundo, enmudecida a causa de la muerte de Hegel. Pero cada uno tiene los adversarios que merece. Marx no se demoró en la crítica de Schlegel o de Schelling, cuya herencia no codiciaba. Hegel sabía que es inevitable morir un día, material y espiritualmente. Todos los hombres, todos los pueblos, todas las doctrinas tienen que perecer; esta desaparición consagra su individualidad y su grandeza. Sin embargo, Hegel no abruma más que provisionalmente a los grandes vencidos de la historia. A la postre, serán salvados y transfigurados. En ellos, la humanidad recordará siempre con ternura su propia juventud. La memoria actual es el auténtico Panteón de esas figuras: allí sobreviven, habitándolo y sosteniendo secretamente toda la actividad actual de los hombres[7].

Notas

[1] González Varela, Nicolás:Estudio preliminar a Cuaderno Spinoza de Marx. Montesinos, 2010

[2] Dri, Rubén:Los modos del saber y su periodización. Editorial Biblos, 2010

[3] Kohan, Néstor: Seminario El capital. Nuestra América 2016

[4] Dunayevskaya, Raya: El poder de la negatividad. Escritos sobre dialéctica en Hegel y Marx. Biblos, 2010

[5] Bloch, Ernst: Sujeto-objeto: el pensamiento de Hegel. FCE 1983

[6] Yunes, Marcelo: El marxismo y la herencia de Hegel. Izquierda web, 2013

[7] D´Hondt, Jacques: Hegel, filósofo de la historia viviente. Amorrortu. 1966

Fuente: https://izquierdaweb.com/hegel-y-marx-afinidades-selectivas-primera-parte/

4 de septiembre de 2022

 

 



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