Las raices ontologicas de la accion social Parte 2 de 2

Parte 2 de 2

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Esta conferencia estará dividida en cinco partes necesarias para entender el tema de la atingencia ontológica o la metafísica de la Acción Social:

1. Los principios universales y fundamentales de la metafísica.
2. Elementos antropológicos.
3. Principios éticos.
4. La Acción Social ética especial.
5. La justicia, la solidaridad (amistad), la subsidiaridad y Bien Común pilares de la Acción Social.
El bien común es mi bien, pero no en cuanto bien privado, sino en cuanto bien comunitario. Cuantitativamente común por participación y cualitativamente común por comunicación.
La fórmula que describe al bien común inmanente es: uno para todos y todos para el todo.

A través de diez proposiciones fundamentales Juan Antonio Widow[74] ilustra el alcance del Bien Común:
Primera: cada individuo, como persona humana, no es una unidad independiente. Es parte de un todo.
Segunda: el Bien Común es un bien de suyo comunicable o participable. Es un bien que no es de una parte con exclusión de otras, sino de todas las partes. Es el bien del todo. Lo opuesto al bien común es, por consiguiente, el bien particular o bien de la parte.
Tercera: el Bien Común del todo potestativo, es el fin al cual se ordenan sus partes mediante su actividad u operación.
Cuarta: la comunicabilidad del bien del todo potestativo es, mucho más perfecta que la del todo integral.
Quinta: la sociedad humana, en cualquiera de sus formas, es un modo moral potestativo. Es la naturaleza humana la que actúa allí como un todo, principio de la operación común hacia su bien.
Sexta: la sociedad no es el conjunto de sus partes: por lo mismo, su bien común no es la suma de los bienes particulares.
Séptima: el fin de ese todo es, el mayor bien al cual se ordenan naturalmente las partes.
Octava: estando constituido el orden social por el servicio que cada hombre debe a los otros, y por el cual se hace así mismo medio para la perfección de la comunidad y de los próximos individualmente considerados, se puede ver claramente que la referencia de medio a fin es aquí inversa a la que se da en el uso de los bienes materiales.
Novena: es contraria al orden de la razón, que es el de la moralidad, considerar en principio a la persona humana como fin, absolutamente, pues esto la autorizaría, por lo mismo, a usar de los demás hombres como instrumentos suyos.
Décima: el bien más alto del hombre, que se le comunica en el interior más recóndito de su alma, es el bien sobrenatural: es el bien común eminente.
El bien de la totalidad de orden es el mejor bien de cada una de sus partes. La razón es simple: Dios ha hecho a cada creatura proporcionada al universo. La perfección de una parte del mundo no puede darse, si de alguna manera no se ajusta a la perfección del conjunto y colabora con ella. No puede darse el bien propiamente humano fuera del bien común. Dice San Agustín que “…es mala toda parte que no es conforme a su todo…”
Otra de las virtudes mayores que constituye un fundamento de la acción social es la prudencia.
En la unidad sustancial que es el hombre, se encuentran dos facultades superiores ordenadas a la actividad de la inteligencia y a la acción moral, como hemos visto lo es la virtud de la justicia, sin embargo, hay otra virtud que se considera la principal por participar de ambos ámbitos: el de la inteligencia y el de la voluntad, esta virtud es la prudencia. En la acción social: “Se trata de saber gobernar, de saber ser justo, de saber obedecer, de saber ordenar la propia vida en sí misma y en su relación con los otros. Lo que, de este modo, completa el orden natural humano, como piedra angular, es una virtud del entendimiento: la prudencia”. [75] Comenta el mismo Widow, que no es suficiente querer ser justo, valiente, abnegado, etc., es necesario saber serlo, pues las virtudes ciegas no existen.
No es posible ser virtuoso sin ser prudente, la prudencia rige el actuar de la mejor manera, dirige el llamado juicio práctico que busca el saber cómo actuar, distinto al juicio especulativo, que busca el saber de lo que es. Para Antonio Widow, la prudencia, no sólo se enfoca al juicio práctico del individuo, sino, también se dirige al gobierno de la comunidad, por esto la prudencia política es la más perfecta: “…pues es la que tiene como objeto todo lo ordenable al bien común natural y completo del hombre. La obra más propia de la prudencia política es la ley”. [76] Ley que debe ser promulgada de manera justa y sabia y conforme a la Ley Natural, de donde se debe nutrir el Derecho.
Basado en la doctrina de Santo Tomás de Aquino, Juan Antonio Widow, describe las distintas partes que componen el complejo ámbito de la prudencia. Inicia por la memoria, la experiencia, sin la cual sería imposible formarse un juicio acertado; le sigue la inteligencia, a la cual también algunos le asignan el nombre de intuición, que como ya lo hemos dicho, no pertenece al hombre de manera propia sino por naturaleza, es la capacidad de descubrir los principios inherentes a una situación particular y concreta; la docilidad, disposición a ser enseñado, o bien, saber escuchar consejo de otros; la sagacidad, o solertia, es decir, talento, pericia, ingenio, capacidad para descubrir por sí mismo las cosas o elementos que deben ser tomados en cuenta para determinada acción, discernir de los consejos o sugerencias, lo que debe o no seguir; la razón, capacidad que permite relacionar y entender los hechos; la providencia, hay que saber prever, anticipar la visión, ver antes de ver los efectos futuros de las causas presentes y saber encararlos de manera adecuada; circunspección, de circu-spectare, mirar en derredor, atender prontamente las nuevas circunstancias de una situación para saber encararla; finalmente la cautela, que es la capacidad para reconocer y evitar el mal, que siempre se presenta en combinación con lo bueno o éste falsamente con apariencias. [77] Por esta razón concluye Widow: “…el que es en verdad prudente, el que es capaz de dirigir con rectitud y tino su propia conducta o la de otros, es experimentado, inteligente, dócil, sagaz, razonable, providente, circunspecto y cauto. Éste es el que conoce bien cuál es el orden natural en la vida del hombre, pues es el que en la práctica sabe buscarle y realizarlo”. [78]
Finalmente, con respecto a la prudencia, será necesario distinguir por analogía con Santiago Ramírez entre la prudencia natural o humana y una prudencia sobrenatural o teológica: “…la prudencia natural será una virtud intelectual adquirida por el propio esfuerzo –repetición de actos- y directiva de los actos humanos al fin último natural de toda la vida; y la (prudencia) sobrenatural será proporcionalmente una virtud intelectual infusa por Dios y directiva de los actos humanos a la vida eterna –al fin último sobrenatural de toda la vida”. [79]
A estas dos grandes virtudes cardinales se unen las denominadas virtudes menores o anexas a ellas como la caridad, la humildad, la magnanimidad, la liberalidad, el patriotismo, la veracidad, la amistad o solidaridad, o bien afabilidad y la subsidiaridad.
No podemos dejar de exponer algo sobre cada una de ellas, para lo cual seguiremos en primera instancia la guía de Alfredo Sáenz y de Antonio Peinador, sin dejar de citar a otros autores que aporten al tema.
La caridad social, es una virtud que va unida a la justicia, interfiere en las relaciones de los hombres en el seno de las sociedades o comunidades ya sean éstas familiares o políticas, no se diferencia de la virtud de la Caridad de orden sobrenatural, que nos inclina a amar a nuestros semejantes por ser hijos de Dios, es por esto, que la caridad social, es el amor al prójimo, en el amor a Dios, motivo por el cual, debe distinguirse del amor meramente natural.
“La caridad ve en el semejante una criatura de Dios…y en él contempla a Dios, y por él, en razón de esta comunicación divina, juzga meritorio y digno cualquier sacrificio, hasta el de la propia vida, entendiendo que en el servicio del prójimo se encierra un verdadero servicio a Dios”. [80]
La caridad, es una virtud típicamente cristiana practicada por Cristo, en el amor de benevolencia, es decir, querer, desear y procurar el bien del otro y no el bien personal nuestro, esta caridad es desinteresada, es olvido de sí mismo buscando el bienestar ajeno, aún a costa del bienestar propio, y como dice San Juan: “Que nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos” [81]
La caridad la resume así San Pablo, y de alguna manera incluye todos los fundamentos ontológicos y teológicos de la acción social: “La caridad es sufrida, es dulce y bienhechora; la caridad no tiene envidia, no obra precipitada ni temerariamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus intereses, no se irrita, no piensa mal, no se huelga de la injusticia, complácese sí en la verdad; a todo se acomoda, cree todo el bien del prójimo, todo lo espera, y lo soporta todo. La caridad nunca fenece…”[82] Mejor, no se puede describir la caridad.
La humildad, es otra de las virtudes cristianas, muy discreta, silenciosa, es necesaria para la acción social, por lo siguiente: va unida a la virtud mayor de la templanza, porque obra como un freno, dice Alfredo Sáenz, reprime la impetuosidad de una determinada pasión. Continúa con su explicación agregando con Santo Tomás que en el hombre se dan dos fuerzas que originan un doble movimiento: “Cuando lo que se percibe es un bien, brota en el alma una fuerza de atracción, de amor, hacia el mismo. Cuando es un mal, surge una fuerza de repulsión de odio…en el caso en el que el hombre ha percibido un objeto como bueno… (y) se muestra difícil y arduo de alcanzar, se establece otra bifurcación del movimiento pasional…si lo vemos como posible, surgirá en nosotros una tendencia de acercamiento, la pasión de la esperanza, si en cambio por una u otra causa, la vemos imposible, brota la desesperación. De ello se sigue que para la consecución de estos bienes arduos y difíciles…necesitamos de la humildad…y de la magnanimidad… (La primera tiene por objeto reprimir nuestros impulsos para que no se desboquen en pos de algo desproporcionado a nuestras posibilidades, (la segunda) confiere coraje y grandeza de alma para que no sucumbamos cobardemente, renunciando así a la gloria de lo sublime”. [83]
La humildad, es frente a Dios “…inclinación o postración interior del corazón y de la conciencia ante la sublimidad de Dios”. [84]
La humildad frente al prójimo, se basa en el propio autoconocimiento de saber que tenemos, sobre todo proveniente de Dios, de reconocer de lo que carecemos y que debemos ver en el otro como dones. Vista de esta forma, la humildad es fundamental en el ordenamiento social de las profesiones, que nace a raíz de comprender la indigencia humana, y de conocer que necesito del otro y que puedo dar.
De la magnanimidad, tan sólo agregaremos algunos aspectos a lo dicho anteriormente con su relación a la humildad. Magnanimidad se traduce como grandeza de alma, que busca las cosas grandes de manera racional. “El magnánimo no se satisface con las virtudes que bastan al común de los hombres, quiere hacer lo mejor, en todo busca el “magis”, lo más perfecto, lo más grande…”[85]
La magnanimidad, es el justo medio, al buscar de manera racional las cosas grandes y perfectas, y está unida de manera muy estrecha con la humildad, para evitar caer en la subestimación de las propias fuerzas y capacidades.
La liberalidad, es una virtud que tiene que ver con el recto uso de los bienes materiales incluido el dinero, es decir, se enfoca al correcto uso de los bienes temporales. Así como, se puede usar bien o mal de las capacidades y de las pasiones humanas, de análoga manera, los bienes temporales pueden ser usados bien o mal, es por esto que la liberalidad es el justo medio en el uso de los bienes exteriores. “La liberalidad se nos presenta como la virtud por la que el hombre emplea virtuosamente los bienes que posee, o, si se prefiere, trátase de una disposición interior que ordena el amor, la complacencia y el deseo relativo a dichos bienes, de acuerdo a la razón”. [86]
La liberalidad tiene como principio un desapego en relación con los afectos o las actitudes internas volcadas hacia el dinero. Este desapego es racional, basado en controlar los deseos y el amor a las riquezas que impidan la generosidad hacia el prójimo. Liberal puede serlo el rico y el pobre, ya que está en la disposición del donante. Es por esto, que quien posee la virtud de la liberalidad usará del dinero y de los bienes temporales con honestidad y honradez.
El patriotismo, como su nombre lo indica tiene que ver con la devoción a la patria, a lo que los antiguos denominaron piedad, muy unida a la justicia, en relación a la familia, a la tradición cultural, al suelo donde se ha nacido y como virtud se enfoca a los deberes del hombre para con Dios, con el prójimo y consigo mismo, es decir, lo que en justicia se debe de dar a cada uno de ellos. “…la piedad tiene en cuenta cuando rinde honor y reverencia a los padres y a la patria y a quienes les están unidos”. [87]
La veracidad, es una conformación de los pensamientos interiores, las palabras y el comportamiento exterior. La veracidad es un principio del orden o de la acción social porque impone la necesidad de hablar a nuestros semejantes con sinceridad en la mutua confianza de podernos entender y poder convivir. Es por esto que: “El prójimo tiene derecho a que, si le hablamos lo hagamos con verdad”. [88]
Como un aspecto especial de la veracidad se encuentra la fidelidad que consiste en “…ajustar los hechos a la palabra dada, que tiene que haberse acomodado antes al pensamiento”. [89] La fidelidad supone una promesa social o privada con relación a otro y compromete la conciencia en caso de que al olvidar la promesa se pueda derivar un daño comunitario o particular.
La solidaridad o amistad y también llamada solidaridad, está muy emparentada con la caridad y con la justicia. La verdadera amistad es efectivamente caridad en cuanto que se funda en la mutua comunicación de bienes espirituales participando del Fin Último, es decir de Dios.
La amistad se basa en el respeto mutuo y enla consideración debida a cada quien según su puesto en la sociedad y su propia condición. La solidaridad se puede entender también como “…vinculación y responsabilidad recíprocas”. “Los miembros de la comunidad son hombres dotados de razón y de libertad. De aquí que la correlación entre el todo y las partes tenga para ambos el carácter de un deber; está sometida a la responsabilidad. La comunidad tiene deberes frente a sus miembros; los miembros frente a la comunidad (los hijos para con sus padres: respeto, amor y obediencia; los padres para con sus hijos: amor, cuidado y educación). La comunidad es una unidad moral de orden…deben obrar en mutuo provecho… (No tienen) el derecho de ocasionarse daños, ni de despreocuparse unos de otros”. [90] La amistad se funda también en la concordia (un solo corazón), de esta manera la verdad y la justicia pueden sobresalir en el orden social.
La subsidiaridad, se relaciona con la potestad, con la autoridad en relación con el derecho a desarrollarse, y en tanto subordinados, ya sea comunitaria o individualmente conforme a su naturaleza en orden al cumplimento de sus propias misiones, por ende, la comunidad superior o política obligadamente debe reconocer, proteger y estimular esa actividad. La subsidiaridad, representa una ayuda suplementaria sobre la que el papa Pío XI se ha referido a ella como “Principio importantísimo de la filosofía social” [91]
Subsidium significa ayuda, lo cual equivale a decir que los cuerpos intermedios necesitan de una ayuda mutua basados en una auténtica jerarquía que no debe ser confundida en términos matemáticos, sino, más bien como aspectos supletorios que contribuyan a remediar las carencias o insuficiencias del otro, como el contribuir con un municipio a subsanar el costo de una obra importante, que por sí mismo no puede costear. Subsidiar, en sentido estricto, no implica suplir sino ayudar, como lo bien lo expone Pío XI en su siempre actual encíclica Quadragesimo Anno: “Es verdad y lo prueba la historia palmariamente, que la mudanza de condiciones sociales hace que muchas cosas que antes hacían aún las asociaciones más pequeñas, hoy no las pueden ejecutar sino las grandes colectividades. Y sin embargo, queda en la filosofía social fijo y permanente aquel principio que ni puede ser suprimido ni alterado: así como es ilícito quitar a los particulares lo que con su propia iniciativa y propia industria pueden realizar para encomendarlo a la comunidad, así también es injusto, y al mismo tiempo de grave perjuicio y perturbación del recto orden social, confiar a una sociedad mayor y más elevada lo que pueden hacer y procurar comunidades menores e inferiores. Toda la acción de la sociedad debe, por su naturaleza, prestar auxilio a los miembros del cuerpo social, nunca absorberlos y destruirlos. Conviene que la autoridad pública suprema deje a las asociaciones inferiores tratar por sí mismas los cuidados y negocios de menor importancia. Por tanto, tengan bien entendido esto los que gobiernan: cuanto más vigorosamente reine el orden jerárquico entre las diversas asociaciones, quedando en pie este principio de la función “supletiva” del Estado, tanto más firme será la autoridad y el poder social, y tanto más prospera y feliz la condición del estado”. [92]
Se puede agregar más de cada una de las virtudes que constituyen una parte de los principios ontológicos de la acción social, sin embargo para los cometidos de esta exposición es suficiente con lo manifestado.
A manera de epilogo se recomienda reflexionar sobre las leyes fundamentales del orden social, llamadas también “principios sociales”. Por ser principios tienen las características de ser universales y fijos. Son puntos de partida seguros, así como, normas seguras de conducta y desarrollo que deben marcar la pauta de la acción social, pues el hombre no puede improvisar en tan importante aspecto. Y como bien expone Eberhard Welty: “Lo social es un aspecto del orden de la actividad y del ser dispuesto por Dios y que abarca todo lo creado. El hombre y la comunidad tienen en Dios su origen, su fin y su modelo de conducta La obra de Dios en la naturaleza nos habla ya del modo y de la misteriosa plenitud de su acción (y de su ser). La más profunda y a la vez la más verdadera y clara explicación nos la da la Revelación, porque es el mismo Dios quien nos manifiesta su ser, sus intenciones y sus obras”. [93]
Y en concordancia con lo dicho al inicio de esta exposición, el hombre es imagen y semejanza de Dios, las personas tienen la capacidad de imitar la actuación de su Creador, no sólo pueden estudiar atentamente la naturaleza, sino que también después de este estudio pueden descubrir lo que a través de ella se les revela: todo ser y toda acción se perfecciona en la unidad del orden; el actuar conforme a su naturaleza y conforme a su fin, también obliga a los hombres en la vida social; la vida social, es un desarrollo orgánico desde las más pequeños grupos a los más grandes que se suponen y complementan mutuamente. Partiendo de esto Welty nos ofrece las siguientes leyes fundamentales del orden social [94] :
• Ley fundamental de la unidad.
• Ley fundamental del orden.
• Ley fundamental de la acción conforme a la naturaleza.
• Ley fundamental de la acción ordenada a un fin.
• Ley fundamental del bien común.
• Ley fundamental de la autoridad.
• Ley fundamental del crecimiento orgánico de la totalidad.
• Ley fundamental de la solidaridad.
• Ley fundamental de la subsidiaridad.

Finalmente, sólo quiero agregar que la acción social se fundamenta en las obras de misericordia en correspondencia con la virtud social de la solidaridad, amistad, afabilidad y la concordia:

Obras de misericordia corporales:
1. Dar de comer al hambriento.
2. Dar de beber al sediento.
3. Vestir al desnudo
4. Visitar a los enfermos
5. Asistir al preso.
6. Dar posada al caminante.
7. Sepultar a los muertos.

Obras de misericordia espirituales:

1. Enseñar al que no sabe. “Señor enséñanos a orar”. (San Lucas XI, 1.4)
2. Dar buen consejo al que lo necesita. “Que la palabra de Cristo habite en ustedes con todas sus riquezas. Que sepan aconsejarse unos a otros y enseñarse mutuamente con palabras y consejos sabios” (Col 3,16)
3. Corregir al que se equivoca. “Si tu hermano ha pecado contra ti, anda a hablar con él a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, lleva contigo a dos o tres de modo que el caso se decida por boca de dos o tres testigos. Si se niega a escucharlos, dilo a la Iglesia reunida” (S. Mt 18, 116-17)
4. Perdonar las injurias. “Pedro se acercó y le dijo: Señor, ¿cuántas veces debo perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: No digas siete veces, sino hasta setenta veces siete”. (S. Mt 18, 21-22)
5. Consolar al afligido. “Anímense mutuamente y ayúdense unos a otros a crecer juntos” (1Tes 5,11)
6. Tolerar los defectos del prójimo. “Sopórtense y perdónense unos a otros, si uno tiene motivo de queja contra otro” (Col 3, 13)
7. Hacer oración por los difuntos. “Pues si no hubieran creído que los compañeros caídos iban a resucitar, habría sido cosa inútil y estúpida orar por ellos” (2Mac 12,45)
De pie de página:

74 Juan Antonio Widow. El orden humano. (La relación entre la justicia, la prudencia y la ley). Citado por Enrique Díaz Araujo. Opus cit. pp.39-45.
75 Cf. Antonio Widow. Opus cit. pp. 75-76.
76 Ibídem.
77 Antonio Widow. Opus cit. pp. 77-78.
78 Ibídem.
79 Santiago M. Ramírez. La prudencia. (1982). Ediciones Palabra. Madrid, pp. 91-92.
81 Antonio Peinador. Opus cit. p. 155.
82 San Juan. XV, 13.
83 Primera a los Corintios. XIII, 4-8.
84 Alfredo Sáenz. Las siete virtudes olvidadas. (1998). Editorial Gladius. Argentina, pp.28-29.
85 Alfredo Sáenz. Opus cit. p.30.
86 Alfredo Sáenz. Opus cit. p. 83.
87 Alfredo Sáenz. Opus cit. p. 276.
88 Antonio Peinador. Opus cit. pp. 169-170.
89Antonio Peinador. Opus cit. p. 179.
90 Eberhard Welty. Opus cit. pp.142-143.
91 Quadragesimo Anno. 35, 637.
92 Opus cit. 45, 607.
93 Eberhard Welty. Opus cit. p.122.
94 Opus cit. pp. 44-52.

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Fuente: Dr. Bernardo J. Castillo Morán

MÉXICO. 25 de abril de 201



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