Guía ética para la transformación de México y la economía. Por Carlos Alberto Martínez

A la luz de la corrupción acumulada y el cinismo desplegado particularmente en el sexenio de Peña Nieto, es de agradecerse que el presidente Andrés Manuel López Obrador sea tan apegado a los valores éticos. Para los críticos, ha extrañado el esfuerzo del presidente por insistir en los valores morales y la ética. Es el primer jefe de Estado mexicano que no sólo tiene presente estos conceptos, sino que se esfuerza por transmitirlos a su equipo de trabajo y a la sociedad. En lugar de descalificar la guía ética para la transformación de México, habría que analizar su impacto, por ejemplo en la economía. Los grandes economistas de la historia: Karl Marx, John M. Keynes, Amartya Sen y el padre de la economía Adam Smith, partieron de la ética para estructurar su pensamiento. Con anterioridad, Aristóteles comenzó a establecer esta relación y cuyo pensamiento ha sido magistralmente proyectado por Tomás de Aquino cuando nos habla de las virtudes cardinales: prudencia, justicia, templanza y fortaleza. El propio Aristóteles nos enseña que es la prudencia la que gobierna a las demás virtudes. La guía ética del presidente representa prudencia.

La prudencia es la principal virtud de los seres humanos. En el caso del presidente, esta virtud importa más por el impacto que sus acciones de gobierno tienen sobre la economía real. El presidente ha dado la aportación inicial para abrir el debate sobre la moral y la economía. Con Immanuel Kant y De Aquino debemos de esperar: inteligencia, razonamiento, memoria, precaución y circunspección por parte de los actores económicos, incluso los miembros del Senado y Cámara de Diputados. En el caso de la inteligencia y razón, precisamente para poder encauzar el esfuerzo del gobierno, empresarios y resto de la sociedad en que todos caminen de la mano para lograr crecimiento y mejores estadios de desarrollo económico para todos. El priorizar la memoria para no olvidar las crisis económicas que el país vivió en las décadas de los 70, 80 y 90, producto de imprudentes decisiones de gobierno y dudosas prácticas empresariales.

El uso de la previsión para anticiparse a las consecuencias que provocan las decisiones de gobierno y políticas públicas en el desempeño favorable de la economía. Igualmente es importante el uso de la precaución para evitar males mayores a los que se quiere evitar, o bien, que los costos sean mayores que los beneficios que se buscan obtener. La circunspección es fundamental para observar el panorama completo y el impacto general de las decisiones de política económica. Durante muchos años, tanto la acción de gobierno como la operación de los mercados se alejó de la ética. Nuestro país alcanzó los primeros lugares en los índices globales de corrupción y la acumulación de riqueza, aparejada de una insana relación entre el poder político y el empresarial; el traer a la mesa la ética y los valores morales al quehacer público es una de las grandes aportaciones históricas de este gobierno.

Notas

Carlos Alberto Martínez.

Es Doctor en Desarrollo Económico y Derecho, Profesor en la Universidad Panamericana, Ibero y TEC de Monterrey. Ha trabajado en el Banco de México, la Secretaría de Hacienda, en Washington, DC y en la Presidencia de la República. Actualmente estudia el doctorado en Filosofía con investigaciones en el campo de la ética y la economía. Autor de libros en historia económica, regulación financiera y políticas públicas.

@DrCarlosAlber10

Fuentehttps://www.eleconomista.com.mx/opinion/Guia-etica-para-la-transformacion-de-Mexico-y-la-economia-20201201-0157.html

3 de diciembre de 2020.  MÉXICO



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2 respuestas a "Guía ética para la transformación de México y la economía. Por Carlos Alberto Martínez"

  1. Al respecto, Gabriel Vargas Lozano publico el siguiente artículo:

    La Guía ética para la transformación de México
    Gabriel Vargas Lozano*

    La Guía ética que acaba de ser presentada constituye la realización de una idea largamente acariciada por Andrés Manuel López Obrador. Esta idea surge de un hecho real y que a nadie escapa: la profunda crisis moral en que se encuentra la sociedad mexicana causada por una extendida corrupción. Ha sido por ello que uno de los propósitos del actual Presidente ha sido tratar de acabar con ese mal. Para ello ha recurrido a la acción jurídica, principalmente en contra de los funcionarios del pasado sexenio, entre otras medidas. Sin embargo, para sanear a una sociedad se requieren otras medidas y para ello ha insistido en elevar la conciencia moral del pueblo. Ahora bien, las dos preguntas que surgen son: 1) ¿esta Guía ética cumplirá con el cometido asignado?, y 2) ¿qué lugar ocupa entre los discursos existentes en el actual escenario nacional?

    Sobre la primera cuestión diríamos que la Guía ética adquiere la forma de una ética kantiana del deber ser. Frente a ello, uno se pregunta si alguien idealmente no estaría de acuerdo en no mentir, no traicionar, no robar o no asesinar, entre otros imperativos morales; sin embargo, en la vida real algunas personas lo hacen con frecuencia y, por tanto, a mi juicio, lo que hay que analizar es más bien ¿por qué lo hacen y cuáles serían las medidas que un Estado debería tomar para tratar de evitar, en lo posible, este tipo de comportamientos? Aquí se muestra una primera ­limitación de la guía, porque se queda en el enunciado sin ofrecer ninguna explicación. Esto es lo que hacen los códigos morales y, en especial, los religiosos.

    Ahora bien, en este código, siguiendo con Kant, parece depositarse la carga de la culpa en el individuo, hecho que a mi juicio es parcial. Desde luego que es necesario elevar la conciencia moral de los seres humanos; sin embargo, ésta se encuentra también condicionada por un complejo de causas sistémicas y, por tanto, si los gobiernos no tienen principios sociales tenderán a fomentar una conducta moral individualista y egoísta, como se ha hecho en los últimos sexenios; pero, si los tienen, buscarán establecer las bases para que conciencia y conducta de los individuos sean modificadas e incluso sancionadas moralmente por la población. Entre estas bases debería figurar una auténtica democracia que en la Guía ética brilla por su ausencia.

    Por otro lado, en la guía se abordan aspectos que corresponden a posiciones individuales y que no podrían ser exigibles como deberes éticos. Un ejemplo de ello es el perdón. Frente a la violación y asesinato de una hija; el asesinato de un familiar o el secuestro de un joven para la venta de órganos, entre muchos otros ejemplos, ¿otorgamos el perdón a estos individuos? Creo que es demasiado pedir. Lo que todo mundo exigiría sería justicia, como mínimo. Otro ejemplo: ¿basta con señalarle a una persona que no hay que discriminar porque es atentar contra su dignidad o explicar que la discriminación en contra de la mujer, el indígena o el pobre es, esencialmente, una conducta que busca legitimar la opresión del otro por un grupo social. A mi juicio, esto último es muy importante y ­necesario.

    En la guía se abordan muchos temas, pero que están insuficientemente tratados o simplemente se omiten. Por ejemplo, se alude al trabajo, pero como actividad mercantil o fabril y no se le considera como la forma esencial mediante la cual el ser humano transforma la naturaleza creando la sociedad y a sí mismo. El trabajo es la esencia humana en condiciones de libertad (K. Marx, Manuscritos económico-filosóficos de 1844). La guía no aborda dos temas centrales, como son la juventud y la vejez. Sobre la juventud se debería fortalecer lo que llama José Ingenieros las fuerzas morales, que implican el fortalecimiento de sí mismo frente a un complejo de inferioridad que se ha inducido en un sector de la población por razones colonialistas; el impulso a la creatividad, a la conformación de un país independiente y a la lucha por realizar una verdadera transformación de la sociedad mexicana. Y por otro, el respeto a la anciana o anciano, que han dedicado toda su vida al trabajo, a la protección de su familia, a engrandecer al país y que merecen todo respeto y apoyo de las generaciones más jóvenes y no el maltrato o deshecho como trastos inútiles.

    Ahora bien, ¿qué lugar ocupa la Guía ética entre los discursos dominantes? En forma sintética, diríamos que el primer discurso es el neoliberal, que ha dominado durante 36 años y que se expresa a través de la mayoría de los medios masivos de comunicación con todos sus voceros y entre ellos los intelectuales a su servicio criticando a cada paso todos y cada uno los actos y dichos del Presidente, sea tuerto o derecho; repitiendo las falacias del individualismo posesivo, la globalización; el mercantilismo, e intensificando la enajenación social para buscar, en cuanto sea posible, volver al orden político anterior.

    Junto a este discurso se encuentra el del narcotráfico, que promueve entre la juventud la vida fácil, rápida y hedonista y que no se detiene ante el secuestro, la mutilación, el asesinato o el sufrimiento de las personas y sus familiares.

    Desde luego que encontramos el discurso religioso, que implica desde un dogmatismo ciego hasta la crítica progresista del papa Francisco, en el caso del catolicismo, y de un oportunismo por parte de los evangélicos, que lo mismo apoyan a Bolsonaro que a AMLO.

    Y finalmente, el discurso neozapatista, que vela por la autonomía de sus pueblos y de su cultura; que está en contra de participar en el sistema político vigente para no ingresar en el sistema de corrupción, y que se opone claramente a las formas de desarrollo capitalista que sólo traerán más de lo mismo: desigualdad y explotación.

    Frente a estos discursos, AMLO introduce uno nuevo, cuya tónica es contemporizadora. ¿Hasta dónde llegará este discurso? No lo sabría decir, pero tiene ya un impulso de 10 millones de ejemplares más los que se están difundiendo en forma digital. Los redactores de la guía dicen que es perfectible. Ojalá y así fuera, porque en verdad lo que se requiere es una auténtica transformación de nuestro país.

    * Profesor investigador de filosofía política en la UAM-I

    Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/12/07/opinion/026a2pol

  2. Al respecto, Bernardo Barranco publico el siguiente artículo:

    Inculturar la ética social

    Bernardo Barranco

    Apropósito de la Guía Ética para la transformación de México, presentada por el presidente López Obrador, han surgido polémicas y críticas. Una de ellas es si al gobierno le corresponde establecer, dictar normas éticas y morales. Varios críticos como Sergio Sarmiento, Denise Dresser y Rafael Pérez Gay sostienen que el ámbito del gobierno es el de la legalidad no el de la moralidad. El gobierno no debe invadir la esfera de lo privado del ciudadano ni su conciencia.

    Sin embargo, las cuestiones morales que surgen en la sociedad son de orden público. Eludirlos sería elegir una política de avestruces. Enfrentarlos es aceptar el debate democrático que puede ser divisivo. En la actualidad, lo moral no deja de resurgir en todas partes y bajo otros nombres: ética, referentes, valores y principios. Algunos países como Canadá, Finlandia pugnan por gobiernos éticos.

    ¿Puede una sociedad vivir si todo está permitido a quienes la gobiernan o a quienes forman parte de ella? La monarquía absoluta había encontrado la fórmula: Sic volo, sic jubeo, sit pro ratione voluntas. Que significa: “Así que lo quiero, así que lo ordeno, que mi voluntad ocupe el lugar de la razón” Estado o individuo, si todos hacemos lo que queremos sería el eclipse total de la razón cívica.

    Es importante distinguir la ética y la moral. La moral es lo que la gente hace, mientras que la ética es lo que las personas deberían hacer. Mauricio Beuchot, destacado filósofo sostiene: “La moral suena a sociología de las costumbres, a la descripción de lo que la gente hace en una sociedad, en tanto que la ética aspira a no ser meramente descriptiva sino prescriptiva o normativa. Y establecer reglas universales que valgan para todos”

    El Estado moderno pudo separarse de la religión pero no de la moral. La Constitución mexicana como el Derecho constitucional incorporan principios morales y éticos que están en la base de sus artículos: no matarás, no robarás, no codiciarás los bienes ajenos, no mentirás. Son preceptos bíblicos. Basta abrir diferentes códigos bajo transgresiones legales y son de hecho reglas morales que violamos.

    Los grandes principios morales y éticos modernos están contenidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948). Podemos partir de los grandes problemas de nuestra sociedad y la forma en que el Estado los enfrenta a través de sus leyes, su policía, su justicia, su administración.

    Fuente: https://www.milenio.com/opinion/bernardo-barranco/posteando/inculturar-la-etica-social

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